NO LA QUIERO, CLARO QUE LA QUIERO

"¿no entiendo? ¿por qué te vas así, como si nada, sin llamarme ni nada?"

lidia estaba enfadada, pero calmada.

"no sé. estoy confundido. a veces me siento atrapado y cuando me siento así necesito escapar".

"¿es que no me quieres?"

martín se quedó mirándola a los ojos.

"claro que te quiero". 

martín se acercó y la abrazó. le besó la mejilla y los dos permanecieron abrazados en silencio, martín con los ojos abiertos, pensando, ella con los ojos cerrados, disfrutando. la sonrisa se desvaneció de su cara.

"no me quiere. ¿qué puedo hacer para que me quiera?"

martín suspiró. ella había visitado por siete meses y pronto regresaba a barcelona. les quedaba apenas menos de un mes juntos antes de que se fuera.

"me agrada. me gusta su dulzura. lo atenta que es conmigo. hay pureza en sus ojos. pero no la quiero. claro que la quiero. ya se va. abrázala. ella te escucha. sí la quieres". 

martín decidió tomar el tren a nueva york para verse con unos amigos. marta, la amiga de lidia había terminado su trabajo en el laboratorio y regresaba a españa del todo. partía el sábado. era viernes. martín se levantó temprano, le dio un beso en la mejilla.

ella abrió los ojos, le sonrió y siguió durmiendo.  

"me voy. al fin me voy", pensó martín. 

en el tren, martín veía las formaciones de las nubes. vio una llanta de tractor y un pájaro posado en ella, casi saltando para volar. lidia lo llamó al celular y le dijo que si marta la necesitaba para ayudarle a empacar y limpiar, ella se quedaba. sino, podía ir a nueva york con él.  

"seria bueno que le ayudes a marta".
"¿no quieres que vaya a nueva york contigo?"
"no, no.  claro que sí quiero que vengas".
"no me mientas, martín".
"lidia, disculpa. se me hace difícil ser directo en ciertas situaciones".
"pues habla. si no quieres que vaya contigo, simplemente dímelo que me hierve la sangre cuando me mienten. para mi es muy importante la sinceridad y la libertad. simplemente habla que todo tiene solución".
"bueno, es que ─no sé─ me gustaría estar solo con mis amigos. necesito tiempo para poder pensar."
"¿pensar en qué? ¿es que no puedes pensar claro cuando estás conmigo? ¿tanto te molesto?"
"no, para nada. ya te he dicho que ciertas experiencias me dejan pensando y necesito mi tiempo para digerirlas ─como cuando te comes un bistec bien grande. necesitas tiempo para digerirlo".
"¿me estás comparando con un bistec?"
"no hombre, es solo un ejemplo".
"a mi no me vengas con ese cuento de que, ay necesito mi tiempo porque tengo que pensar, cuando lo que quieres es librarte de mí. ¿sabes que? hasta aquí llego yo. ya no quiero nada contigo".
"lidia, por favor. esto no es nada.  simplemente necesito estar solo con mis amigos".
"¿sí te escuchas? quieres estar SOLO con tus estúpidos amigos."
"quiero estar contigo, lidia, pero en este momento, necesito mi espacio. ya pronto te vas y..." 
"parece que ya decidiste". 
"¿decidí qué?"
"bueno, martín, ha sido un placer. me voy. me largo de aquí. yo lo sabía. YO lo sabía. sólo estás conmigo porque te conviene. eres perezoso, cobarde y egoísta. la próxima vez, cuando vayas a estar con alguien, procúrate estar bien seguro de la mujer en tus brazos, ¡tonto!"
"¡lidia!" 

martín trató de llamarla de nuevo. lidia había apagado su teléfono. 

el tren seguía su curso y las cabezas de los pasajeros se mecían de un lado al otro con el zumbido rítmico de las ruedas de hierro en el ferrocarril. martín pensó en todas las personas alrededor de él. ¿cúales serán sus problemas? la señora flaca con gafas oscuras y su revista de moda, el señor de bigote blanco con sus audífonos y ojos cerrados. el joven indio durmiendo, su cuello contorsionado incómodamente contra la ventana. 

martín, al observar todos a su alrededor, sintió descanso. luego comenzó una melancolía, a sentirse solo en el mundo ─viejos sentimientos que surgían al terminar una relación. miró las nubes de nuevo, y ahora una nube gris, gigantesca, era un águila con alas extendidas, volando en la vastedad del cielo azul.