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Sueño Americano

¿Existe un Sueño Americano?

La respuesta de una Lectora

Por Gabriela Pragman
March 2009
Debo confesar que después de leer el artículo ¿Existe un Sueño Americano? en la edición pasada de La Voz, me quedé pensando mucho. Creo que poner en el papel lo que se piensa es como confrontar un fantasma, de arrepentimiento, de ideales, o de eso que alguna vez pensamos que el césped era más verde en el otro lado de la pradera.

Sí, me recuerdo en mis años de adolescencia idealizando la vida en los Estados Unidos. Cuando tenía 12 años un tío vino a visitarnos y trajo muchos juguetes. Por primera vez toqué una muñeca Barbie con rodillas de goma y que se podían doblar suavemente, y ni hablar de mi reloj Timex que nadie lo tenía en millas a la redonda. Pero era ese olor a extranjero el que fascinaba. Hasta la ropa de mis tíos olía diferente.

Recuerdo a mi corta edad y con mi poco conocimiento del inglés, que me gustaba la música americana que oía en la radio y que sólo podía balbucear. Le pregunté a mi tío si las canciones en inglés eran románticas como las nuestras, si las frutas eran tan dulces como las de nuestra casa. Pero lo que más quería saber si era verdad que en Estados Unidos no existían clases sociales. Mi tío sólo sonrió. Cabe comentar que él llegó a EE.UU. como médico y estaba en camino en su ascenso profesional, hoy es uno de los más renombrados doctores especializados en la investigación.

Mis padres tenían amigos americanos casados con peruanas, la relación era armoniosa y tenían personal doméstico en sus casas. Sus tratos eran amables y respetuosos hacia ellos. Eso parecía corroborar la idea de igualdad y de respeto. Pasaron los años y mis estragos por aprender el idioma inglés. Pensaba que no me serviría de mucho y no le ponía el interés adecuado; además pensaba que si algún día me fuese de mi querido Perú sería a Europa o a Canadá. Y en mis años de universidad empecé a inclinarme por democracias con intereses sociales más que individualistas y capitalistas. Pero vino la crisis económica, los años del terrorismo, la búsqueda de identidad y terminé en Nueva York.

Poco glamour pero mucho ¡guau!

Me preparé y me dije, “todos los comienzos son difíciles”, pero nada me preparó para enfrentarlo sola. Al menos tenía la idea de que aquí no había tanta desigualdad social. Aquí estaba dispuesta a empezar otra vida. Lo primero que me gustó fue que no había bombas que explotaban y ya se iba electricidad, que el agua no estaba racionada por horas. La solidez de los edificios de la enorme ciudad era admirable, y esos puentes me dejaban sin aliento. Todo era ¡guau!

Mi vida laboral no fue glamorosa ni profesional como la de mi tío, estaba sola y con la mano generosa de algunos amigos encontré empleo limpiando casas para personas adineradas. A pesar de que gané en un día lo que me pagaban en Perú en 20 días de trabajo, me sentía invisible y me arrepentí de no haber puesto más esfuerzo en aprender el inglés. Me trataban con respeto y amabilidad y aunque algunos me decían “mi casa es su casa”, nunca conocí sus casas. Pretender que no existen clases sociales es una quimera. Sí las hay. Claro que después de un revés de fortuna las cosas son más claras.

Hoy después de 20 años de vivir en este país, sólo puedo atestiguar que SÍ existe el sueño americano. Pero no lo es como un sueño perfecto con clase, dinero, amor, fama y fortuna. El sueño lo encuentras de acuerdo a tus expectativas. Si piensas quedarte por poco tiempo, es justificable que trabajes desesperadamente, que compartas tu vivienda con otros para abaratar costos y tal vez ahorrar para esa casita o negocio que quieres tener en tu país.

Si piensas quedarte a vivir por largo tiempo, todo empieza y termina con el inglés. Te ayuda a asimilarte a la sociedad, a facilitar tus estudios, ascensos en el trabajo, a ayudar a tus hijos con las tareas a sentirte completo y hacer que la decisión de quedarse en este país tenga sentido.

A mí me sirvió para encontrar muchas cosas, una oportunidad de empezar de nuevo, de lograr todo por mis esfuerzos. Encontré paz, mis propios desafíos y conquistas, mi propia familia, a gente con similares interés y a buenos amigos.

Buscando a otros hispanos para el calor

La vida social en este país es muy diferente. Todos andan muy ocupados, hay que hacer cita para todo y las distancias son enormes. Los americanos son amables pero hasta aquí nomás. Por eso nos buscamos entre los hispanos para sentir ese calor y afinidad. Somos felices cuando comemos nuestra comida, cuando bromeamos y aunque sea con señas nos entendemos. Sabemos de nuestros estragos y victorias.

Los que estamos en este país por largo tiempo, hemos echado raíces con nuestras familias, en nuestras comunidades y aunque vivimos con el corazón repartido ENTRE nuestro país de nacimiento y este, tenemos que hacer lo mejor para encontrar nuestro propio sueño. Nos damos cuenta que a pesar de los años y después de lograr COSAS, nada reemplaza a nuestros familiares, amigos y a nuestro terruño. “No es igual”, dice mi amigo Jorge.

Es natural tener esa curiosidad por este país, pero para aquellos que sueñan con venir, sólo se les puede aconsejar que la vida es dura en este país, que así como se gana, también se gasta, que hay discriminación racial y social (no tan obvia) y que a pesar de sus estatus legal, saber inglés les va a facilitar las cosas. Y más que todo, asegurar el corazón porque aquí hasta los más machos lloran por lo que dejaron atrás.

Para los que ya están acá sólo me queda decir que debemos ayudarnos unos otros. Se encuentra mucha solidaridad en las escuelas donde se enseña inglés como segunda lengua, en organizaciones comunitarias, en clubs de fútbol o de básquetbol, en iglesias y en organizaciones Hispanas. Sólo puedo decirles que le echen ganas para salir adelante, que nada se gana con arrepentimientos y que el césped no en más verde en el otro lado de la pradera. Sólo es verde en el lado que ya estás porque eso representa tu esfuerzo, tu sueño, aunque no sea el americano.



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