¿Existe el sueño americano?

Para muchos es la promesa de vivir el “Sueño Americano”. Pero el “Sueño Americano” es una idea abstracta. ¿Qué es? ¿En qué consiste? Para algunos es la promesa de riquezas. Para otros es la posibilidad de dar a sus hijos una buena educación y grandes oportunidades. En general se lo relaciona con la igualdad de oportunidades y la libertad que permite a todos los ciudadanos lograr sus objetivos con el esfuerzo y la determinación.

 El “Sueño Americano” no es una idea nueva. Tiene una historia tan larga como los Estados Unidos: de cierta forma, el país nació por el “Sueño Americano”. Los primeros colonizadores de Nueva Inglaterra llegaron en busca de libertad religiosa. En el siglo XIX, el autor Horatio Alger escribía novelas muy vendidas cuyos personajes pasaban de “la pobreza a la riqueza” por medio del trabajo duro, el coraje y la determinación.

Pero a pesar de ciertos éxitos, para mucha gente el “Sueño Americano” es precisamente eso: un sueño. Al llegar a los Estado Unidos, muchos comparten apartamentos pequeños con cuatro o cinco compañeros de cuarto, esperan cada día en una esquina en busca de trabajo y pasan hambre para poder enviar dinero a sus familias al otro lado de la frontera. ¿Es este el “Sueño Americano”?

¿Y en el Valle del Hudson?

Los inmigrantes del Valle del Hudson sufren también del mismo desencanto. Varios miembros de la comunidad inmigrante de Red Hook fueron entrevistados para esta nota para aprender sobre su experiencia en los Estados Unidos. En sus respuestas había muchas semejanzas: todos los entrevistados vinieron a los Estados Unidos en busca de oportunidades económicas y asociaban este país con el progreso, el dinero, la seguridad y la libertad. Sin embargo, la mayoría dijo que todavía no habían cumplido los sueños con los que vinieron a este país.

Hilda Flores (25), de Oaxaca, México, vino a los Estados Unidos porque pensaba que era “el país de las oportunidades” y quería ganar el dinero que necesitaba para construir una casa en su país. En Oaxaca trabajaba como limpiadora de casas pero muchas veces estaba desempleada. Al llegar a los Estados Unidos, trabajó en una pizzería en Rhinebeck hasta que tuvo que dejarlo para cuidar a su bebé. Después de 7 años en este país, todavía no ha podido ahorrar el dinero que necesita para construir su casa. Según Flores, “la situación es más difícil en Oaxaca pero, para los hispanos, es muy difícil salir adelante en los Estados Unidos”.

Su desilusión no es única; había un sentimiento general de desencanto entre todos los entrevistados. Héctor Velásquez (27), ingeniero de Caracas, Venezuela, vino en 2008 en “busca de oportunidades” en un país en que él pensaba que “todos respetan la leyes sin ser obligados”.
Aunque relacionó al país como “la primera potencia”, señaló que “no es lo que me imaginaba; los estadounidenses permiten que los indocumentados hagan el trabajo que ellos no quieren, pero siempre marginándolos, utilizándolos”. En su opinión, lo único que consiguen los inmigrantes es “perder su juventud y fortaleza”.

Según estos entrevistados, el “Sueño Americano” no es tanto como parece. Pero ¿qué se puede hacer? En este momento, una generación de jóvenes latinoamericanos está cruzando la frontera con sueños falsos de lo que hallará al otro lado. No podemos dejarlos perder su juventud en su desilusión. ¿Es mejor decirles que no vengan? ¿O podemos crear una comunidad Latinoamericana en los Estados Unidos que dé apoyo e inspiración? ¿Podríamos crear una comunidad así en el Valle del Hudson?