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OpiniĆ³n

Barak Obama entre el racismo y el prejuicio

November 2008
Entre los latinoamericanos que vivimos en los Estados Unidos (de Norteamérica) se discute muy poco el tema del racismo, el prejuicio, el sexismo y los otros males heredados de la invasión de los europeos al continente que llamamos América. Muchos negamos que seamos racistas o clasistas, o que padezcamos de algún prejuicio en contra del “otro” que es diferente a nosotros. Para otros fue el arribo a este país y el contacto con los “blancos”, descendientes de los europeos, y con los “afro americanos”, descendientes de los africanos, lo que nos forzó a hacer una catarsis o evaluación de nuestra formación socio-cultural y de todo el bagaje que traíamos como latinoamericanos.
Creo que el vivir en esta sociedad y las relaciones con las otras culturas y razas ha resultado en un significativo reacomodo de nuestro ser y formación. Para algunos ha sido la agudización de esos prejuicios y sentimientos hacia el otro: el desprecio y la desvaloración de otro ser humano que es diferente (a mí). Para otros, esta experiencia ha sido un despertar y un caminar por senderos de la vida más atractivos y emocionantes: apreciar, amar, y acercarse al otro, identificarlo como otro “yo”; querer y respetar al otro, y comenzar a quererse y valorarse a sí mismo en ese proceso.
 

Partiendo de esta apreciación, me atrevería a hacer un corto análisis de las elecciones presidenciales y de los sentimientos y prejuicios de los inmigrantes latinoamericanos.

 

El candidato demócrata Barak Obama, a quien considero mestizo por ser hijo de un negro y una blanca, aunque para la cultura de este país sea un “negro”, es quien probablemente ganará las elecciones. El otro candidato republicano, John McCain, blanco, de edad avanzada y con poca popularidad, parece que tendrá que vencer muchos obstáculos para ganar. Así que se viene anunciando que el ganador será el demócrata Obama, no solamente por su carisma y capacidad sino porque el partido republicano ha sufrido un desgaste serio con la guerra en Irak y la economía, y el pueblo norteamericano quiere a un demócrata en la Casa Blanca. (No soy clarividente ni profeta para asegurarle al lector que mi apreciación es la correcta. Sólo pronostico un resultado basándome en la información y los acontecimientos relacionados con las elecciones y los candidatos).

 

Nuestros demonios

 

 Así que damos por favorito a Obama y de aquí regresamos a nuestra formación como individuos y a nuestros prejuicios y racismo (y los otros demonios) que nos acompañan en nuestras vidas. Un señor latinoamericano, mayor de cincuenta años y registrado para votar, me compartió que él no votaría por Obama porque el no quería a “un negro” como Presidente de este país. Y agregó que su hijo, nacido aquí, si votaría por Obama, que a su hijo sí le “gustaban los negros” y que tenía amigos negros en la escuela. Algo perplejo por el comentario y la conversación trate de respetar su opinión. Le hice más preguntas sobre su apreciación de los “negros” y Obama y me compartió otras cosas que no valen la pena compartir.

 

La conversación con este señor me lleva nuevamente al meollo de esta discusión: nuestra apreciación del otro. Aparte de que su opinión sobre los “negros” no es de mucho respeto, para muchos inmigrantes el contacto con las otras culturas no ha sido muy productivo o bueno que se diga, y en especial con los afroamericanos. Ya que en las comunidades donde vivimos es común en ambos grupos el desempleo, las drogas, el crimen y otros males más, y nos hemos mantenido muy aislados los unos de los otros. Fueron pocos los esfuerzos y proyectos para trabajar y luchar juntos por la mejoría de los barrios, de las escuelas, de la vivienda, y lo que reina es la tensión y falta de comunicación y entendimiento mutuo.

 

La experiencia descrita arriba para muchos latinos inmigrantes es conocida y común. Pero partir de esta realidad y negarle el derecho a ser presidente a un hombre mestizo como Obama, es como querer cruzar las Cataratas del Niágara en bicicleta o corriendo. Lo que podría motivar la posición de ese señor es la internalizacion y la indoctrinacion de más de quinientos años de coloniaje y dominación por parte de los europeos a los indígenas y descendientes africanos, y también mestizos, de nuestro continente. Por cientos de años se nos ha enseñado que el indio y el negro no nacieron para gobernar sino para ser gobernados, que las mujeres no las creó Dios para dirigir, sino para obedecer, que los ricos son ricos porque la naturaleza y la voluntad divina así lo desean, y otros mitos más. Esta ha sido la formación moral, espiritual y académica a la que las grandes mayorías de latinoamericanos hemos estado expuestos y de la que somos producto como individuos.

 

El cambio ya comenzó

 

Pero en Chile y Argentina tienen a mujeres como presidentas, en Bolivia a un indígena, en Brasil a un sindicalista, y en Venezuela a un mestizo que ha hecho el esfuerzo de re-encontrarse con sus raíces africanas. A este último presidente la oposición blanca y rica de su país lo tildó de loco, de incompetente para gobernar ─porque es moreno, militar, sin educación, no de la alta alcurnia, y más. Le hicieron un golpe de estado pero el pueblo lo defendió y lo regresó al poder a los tres días. Al presidente boliviano le llaman “el indio”, pero no de cariño sino de desprecio, mientras que los gobernadores de las provincias que reciben las ganancias por los recursos naturales le hacen la guerra para dividir al país y para derrocarlo. Pero ahí están estos gobernantes haciendo el esfuerzo de construir sociedades más justas y tratando de distribuir las riquezas de sus países más equitativamente.

 

En Latinoamérica se eligieron presidentes como estos que han detenido la tradición del poder y la herencia de los ricos y descendientes europeos. La historia en Latinoamérica ha dado un viraje y se ha comenzado un nuevo camino opuesto a esa sociedad controlada por los poderosos con mucha desigualdad social. Aquí en Estados Unidos parece que la historia está cambiando y cambiará mucho si Obama es elegido presidente, sin que sea necesariamente un cambio tan radical como el latinoamericano, sino un cambio de personajes. Lo que implica la elección de un hombre mestizo es la oportunidad de dirigir esta nación gobernada por blancos, y no tanto que la condición de los negros vaya a mejorar de la noche a la mañana, o que Obama solamente tendrá negros en su gabinete. Será un presidente antes que negro demócrata, conduciendo al país con asesores blancos, en su mayoría “clintonianos”, con políticas tradicionales del partido demócrata, tal vez mejores para las grandes mayorías pobres y de clase media que las de un presidente republicano.

 

Pero para muchos latinoamericanos pareciera que la historia de nuestro continente entero no ha cambiado nada y piensan como si todavía vivieran en la colonia, con el alma y el espíritu colonizados. Así que en este reto de votar por un candidato mestizo-negro, nos exponemos nuevamente a decidir si hemos aprendido (o queremos aprender) a respetar y amar al otro, al diferente, o si continuamos despreciándolo y discriminándolo cargando con el bagaje del colonizado.  

 
     

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