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Jorge Pérez
Jorge Pérez

Usos y Costumbres

Las supersticiones: ¿muertas o vivas?

Miniencuesta a "supersticiosos"

October 2006
Ha oído los murmullos —no abra el paraguas dentro de la casa. No cruce el camino de un gato negro. O que no basta con decir “¡Salud!” al brindar con amigos, no, hay que mirarlos a los ojos. Si abre el paraguas, le dicen, morirá antes de que termine el año. Si cruza con un gato negro, sufrirá mala suerte esa semana. Y lo peor, si no los mira a los ojos, entonces tendrá mal sexo durante siete años. Quizás creemos en estas cosas, y quizás no. Pero un hecho es claro: somos seres supersticiosos. Y si querramos creer que somos supersticiosos o no, la gran mayoría realiza acciones no basadas completamente en deducciones lógicas. El truco está en hacer que la gente lo admita. Este fue mi problema cuando salí a entrevistar a la gente. Estaban cautelosos, callados, o simplemente negaban que reconocieran lo sobrenatural.  Preguntarles “¿Tiene Usted alguna superstición?” siempre provocaba el mismo tipo de respuestas: “No creo en estas cosas”, “eso es una locura”, “lo siento, no tengo nada para decirle”.  Pero después de unos minutos, y las preguntas correctas, las personas me confesaban sus supersticiones como si yo fuera Sigmund Freud.
VEAMOS. El primer privilegiado en participar en la encuesta fue Luis Cotto. Cotto nació en Hartford, Connecticut, y todavía vive allí. Su padre vino de Chile y no sabía inglés, así Cotto sólo hablaba español cuando era joven. Pero aprendió el inglés y ahora es el dueño de un café y librería que prosperan en la sección norte de Hartford. Allí, donde el crimen y las pandillas están desenfrenados, su negocio, la Paloma Sabanera, es un rayo de luz. Para sobrevivir en la vecindad, Cotto ha tenido que ser razonable y ferozmente práctico.

Pero después de un momentito de reflexión, admite unas cosas: “Mi padre y yo salimos a una ofrenda de agua cada mañana”. El agua es en memoria de sus ancestros, dice. Y, bromeando, “Siempre tienes que protegerte, así cubro mi cama con uvas para apaciguar a la chupacabra”. Si no lo sabe ya, la chupacabra es una criatura mitológica que frecuenta los campos de Puerto Rico, los Estados Unidos, y ahora Sudamérica. En la noche, entra a escondidas en las granjas y chupa la sangre del ganado. Los granjeros descubren más tarde dos punturas en los cuellos de los animales muertos. Pero bajo la luz brillante y el cotorreo del café, sabemos que es pura ficción.

Maria Chávez es la dueña de un restaurante y bodega en Hartford. También ubicado en una vecindad peligrosa, su restaurante ha sobrevivido y crecido desde que empezó hace siete años. “Vine a los Estados Unidos en 1989”, explicó.  “Nací en México, en Monterrey, y cuando vine a los Estados Unidos no sabía ni una palabra de inglés. Había asistido a la escuela por unos años, pero no había tenido nada que me preparara para esto”.  

En cuanto a las supersticiones, Chávez ha puesto un santito encima de la puerta de su restaurante. “Si alguien entra con malos espíritus, se quedan allí” dice, refiriéndose al espacio debajo del santito. El santito debe ser efectivo, porque no ha tenido un robo en los siete años de funcionamiento, un verdadero milagro. Y como muchos mexicanos, Chávez celebra el día de los muertos. “Ponemos un altar con comida de todo tipo, fruta, agua, fotos de los que han muerto”.

Ella espera reconocer a sus antepasados y dar gracias por su herencia. ¿Es un intento de comunicarse con los muertos? Sí. ¿Pero superstición? Para ella, absolutamente no.


SÓLO LOS VALIENTES

Jorge Pérez es un hombre joven que nació en Miami y fue criado en Puerto Rico. Tiene dos trabajos: durante las tardes es guardia de la biblioteca hispana en Hartford, y durante las noches en estilista. Encontré a Pérez mientras estaba de pie, los brazos cruzados, enfrente de la biblioteca. ¿Por qué de todos los lugares que hay tiene que guardar la biblioteca?, le pregunté.  “Cuando las pandillas luchan, buscan lugares para defenderse y en el pasado han elegido defenderse aquí”, respondió Pérez.

Parecía una profesión peligrosa y sospeché que Pérez tendría algún tipo de ritual, con su vida en riesgo cada día. Pero me contestó que “todo lo que puedes hacer es creer en ti mismo. Tengo que creer en mi mismo. Así que no, no tengo supersticiones, no creo en eso”. Pérez es un hombre valiente y sin superstición.  
Otro miembro de la generación joven es Juanita Torres. Ella tiene 33 años y hace dos años que trabaja en una compañía de seguros en Connecticut. Sus padres se mudaron de Puerto Rico a los Estados Unidos antes de que naciera, y desde entonces han tenido éxito en los negocios.  
Torres como sus padres es una Bautista devota. Asiste a la Iglesia de Adoración y Alabanza todos los domingos. Por lo tanto, no cree en superstición de ningún tipo. “Creo en Dios, y por eso, no tengo que creer en nada más. Todo lo que hay es Dios, y la superstición no es parte de su palabra”.

Torres no está sola. Cuando estaba entrevistando a la gente, descubrí que el cristianismo y la superstición no coexisten bien. Con una excepción. Encontré a Diego (no quiso dar su apellido) en Las Botánicas, una tienda de mercaderías religiosas en Hartford. Él llevaba una guirnalda de collares con crucifijos. Y cuando entré, quiso saber “¿Viene con el espíritu de Dios?”. Claramente, sólo había una respuesta.

DE SANTEROS Y CHAMANES


Diego acababa de llegar de Cuba, y al parecer, no por medios legales. Refirió que formaba parte de una organización religiosa llamada Lukumi, o por su otro nombre, Santería. Según las creencias de la Santería, los santos católicos sirven para representar a los cuatros dioses reales (originalmente de una religión africana). Explicó animadamente que las relaciones entre los fieles y los dioses son mediadas por sacerdotes, y especialmente el sacrificio de animales. ¿Y cuál es el rol de Diego en la Santería? Pues, me decía que era importante, pero no decía qué era exactamente. ¡Qué lastima!  

No sería correcto conducir una encuesta sobre la superstición sin hablar con una persona mayor. Así que hablé con Isabel Rodríguez, una señora que recientemente vino de Colombia. Rodríguez reveló un arsenal entero de supersticiones: es buena suerte oír el zumbido de oídos, hay que poner la escoba al revés detrás de la puerta, es mala suerte un sombrero sobre la cama, etc. No entendí las explicaciones precisamente, pero ella las creía sin duda.  
La parte más interesante de la conversación fue su comentario sobre los chamanes. Ella es católica, pero todavía no está dispuesta a olvidarlos. Dijo que “hay muchas tribus de todos lados. Cada tribu tiene su propio chamán, que invoca a muchos espíritus. No hay muchos chamanes en Bogotá, pero existen de todos lados en las afueras”. Explica que llevan las ropas antiguas y son convocados para curar la enfermedad, bendecir a los bebés y expulsar a los malos espíritus. Incluso pueden combatir el mal de ojo, si pudiéramos tenerlos en los EEUU...      

¡LOS ANGLOS TAMBIÉN!


Además de los hispanos, también hablé con unos anglos. Parece que son susceptibles a una variedad diferente de supersticiones, aunque una variedad mucho más inexplicable. Aquí el comentario de una:

Helen Swellers nació en 1956 en Connecticut. Trabaja como guardia en un museo en Buffalo, NY. A pesar de la fachada normal de su vida y su carrera, abriga varias supersticiones que quizás le parezcan muy raras. Por ejemplo, sobre los extraterrestres comenta “pienso que su presencia inmediata es una posibilidad concreta. He visto un OVNI [objeto volador no identificado]”.  Cree en “el diablo de Nueva Jersey” –un monstruo que supuestamente mata a la gente de Nueva Jersey. Y tiene miedo al “sasquatch,” (también conocido como bigfoot o pie grande, o su variante asiática, yeti o abominable hombre de las nieves) un mitad-hombre, mitad-mono.  
Swellers señala que muchas supersticiones han sido incorporadas al idioma inglés. En inglés, cuando alguien estornuda, la respuesta cortés es “bless you” o “que le bendiga”. Esta respuesta implica que la persona que estornuda tiene malos espíritus y necesita la ayuda de dios para quitárselos. También, por ejemplo, con la expresión “knock on wood” o “tocar madera” que tiene su origen en las creencias de los indios, que veneraban a los árboles como la morada de los dioses. Por último, Swellers sabe el método para averiguar quién será su futuro esposo. Tiene que pelar una manzana de un solo corte y tirar la cáscara sobre el hombro izquierdo. El pedazo formará una letra en el piso, y es la primera letra del nombre de su futuro esposo. ¡Felicitaciones! ahora ya lo sabe.
¿Así están muertas o vivas las supersticiones? Sin duda, están vivas y coleando. En nuestras acciones, en nuestras palabras, o por lo menos, en nuestros pensamientos las supersticiones persisten. Algunos dirán que esto representa una escasez de ciencia y educación, que las supersticiones son una herejía moderna. Pero yo digo: si proporcionan estabilidad y comodidad, bien. Como no tenemos el Libro de la Verdad, lo mejor que tenemos es una conjetura informada.  




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