OpiniĆ³n
Por Primera vez, la ingenuidad es la clave
September 2008En Davos, un pueblo pintoresco entre la nieve y las rocas de Suiza, se juntaron líderes prominentes del mundo para hacerse una pregunta. “¿Qué podemos hacer como comunidad mundial para mejorar la situación de la humanidad?” Pablo Coelho, el famoso escritor brasileño, me hizo esa pregunta por Youtube y me dijo que pusiera mi respuesta en un video. ¿Qué rayos podrán contribuir estos jóvenes con su video-respuesta y su poco conocimiento de la realidad? Quizá ve en nosotros el valor de la inexperiencia.
Podría ser mi falta de experiencia de estar consciente de todo lo podrido del mundo. Falta ese momento en que la vida me pega aquél cuentazo de su realidad que me hace conocer muy claramente que mi persona es una hormiguita en esta red gigantesca de política social mundial, y que toda mi energía apenas va a lograr sostenerme.
Esta inexperiencia la valoro mucho. Y con ella puedo escribir con pasión juvenil y revolucionaria sobre la justicia que vemos posible. Puedo planear mi vida entera como héroe y líder mundial sin pegarme el golpe contra aquella pared fría de obstáculos que está hecha de frases, posiblemente legítimas, como “así ha sido y así será el hombre”, “la historia se repite, son los mismos patrones con distintos actores, época y sede”, o “los que están arriba siempre oprimirán a los de abajo”.
Pero los que empezamos con esa visión azucarada, simple, y con tanta determinación, no somos tontos. Algún día inesperado nos damos cuenta que el mundo perfecto es requeteimposible, y el día que parecemos haber perdido de vista a aquella última lucecita de posibilidad no será el final. Será nada más un día (o año) depresivo, pero siempre de aprendizaje. Ese día comenzarán a crecernos nuevas alas y garras de acción cívica, social y política. Y puede ser que sigamos con la ingenuidad a propósito, para engañar nuestro instinto de parar. Podría ser un tipo de inocencia estratégica, para soportar todo lo que sopla en contra de nuestros esfuerzos.
Los verdaderos soñadores no perdemos las esperanzas, sino que nuestros planes cambian de forma. Cambian de ser actos instantáneos e imposibles, a ser una mentalidad inteligente de cómo trabajar en nuestra realidad poco a poco. Esos planes reconocen cómo contribuir con el poder de una persona: ¡la de uno mismo! Se convierten en planes reales y personales de cómo vivir, comenzando con lo que parece insignificante hasta llegar a lo más gigantesco.
La forma de nuestra contribución no se puede predecir. Podría empezar con actos simples que alumbran y afectan a los demás con cada acción, como guardar optimismo, autoconfianza y respeto propio. Así, nuestro plan llega a las acciones medianas, como pedirles que se callen a un grupo de jóvenes que le gritan a alguien en coro, “¡hueco, hueco, hueco!”, ayudar a que se levante un borracho golpeado en vez de reírse de él, alzar la voz al oír una mentira o un insulto, o participar en entidades sociales que nos necesitan, como los COCODE de Pana, o la organización ambiental de una universidad. Podría formarse de actos sencillos como sembrar árboles, o ayudar a que sigan en el colegio los niños de una familia pobre al recaudar fondos para becas.
De pronto llegaremos, si nos lo permite la voluntad y el camino de la vida, a realizar los planes más grandes, como generar buenos empleos en un negocio propio, abrir una escuela de deportes, crear una publicación para la conciencia y el progreso local, llegar a ser un político decente en el gobierno y desafiar al patrón, abrir una ONG educativa o medioambiental, o tener un puesto en la ONU por los derechos humanos o para la nutrición de los pobres.
Así, los más ingenuos soñadores seguiremos el propio camino que nos abramos por las montañas de la vida, y no tomaremos aquel que la mayoría toma, el de decidir que es inútil pensar y vivir independiente de los patrones marcados.
No le di ninguna respuesta a Coelho, ni le postée un video. La que si tendré guardada dentro de mí será la que el pretendía desde un principio: será mí respuesta a cómo vivir mi propia vida. ¿Será esto fruto de la bendición de la ingenuidad?
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