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Recuerdos de...

Un yanqui en el camino a Santiago de Compostela I

Un mes caminando mil kilómetros

Por Bill Valente
November 2007
El Camino de Santiago es una ruta de peregrinación que va por toda Europa con la meta de llegar a la catedral de Santiago de Compostela donde según la leyenda están enterrados los restos del apóstol Santiago. En los últimos años ha crecido el número de gente que hace El Camino por razones espirituales, turísticas y la razón de cada uno. Existe una red de albergues donde los peregrinos pueden pasar la noche. Esta es la experiencia mía en la que pasé un mes caminando 1.000 kilómetros.
16.00 horas, 14 de agosto: Llego a Roncesvalles, la primera etapa del Camino de Santiago en España. El pueblo consiste de un albergue enorme, una iglesia y un par de restaurantes. Antes de empezar El Camino no tenía una idea muy clara de cómo funcionaba exactamente y me da un poco de incertidumbre ver el albergue que es nada más que una habitación enorme con 200 camas literas. Empiezan a llegar los otros peregrinos, la gran mayoría que comenzó en Francia pero también Suiza, Alemania e Italia. En el patio del albergue un hombre japonés se cuida los pies poniéndose una crema. Le pregunto cómo está y me da consejos, en inglés, sobre cómo evitar tener ampollas en los pies: “Está muy bien poner vaselina en los pies y llevar dos pares de calcetines, no problem”. Luego voy a una misa en la iglesia a las 20.00 en la que el cura da una bendición a todos los peregrinos de todo el mundo.

6.00 horas, 15 de agosto: Me despierta el ruido de una persona a mi lado roncando y el de la gente organizando sus cosas, poniendo todo en bolsas de plástico y el de 10 o 15 personas utilizando linternas pequeñas para encontrarlo todo. Pongo mi saco de dormir en la mochila, me preparo los pies con vaselina y los dos pares de calcetines y salgo del albergue para encontrar El Camino.

9.00 horas, 15 de agosto: Llevo tres horas andando por unos senderos estrechos que van a través de bosques y de vez en cuando encuentro un pueblo con casas que tienen los tejados muy empinados para que la nieve se deslice durante el invierno. Todo me parece más alemán o suizo que español. Paro en un restaurante en el pueblo de Espinal (Aurizberri en vasco porque el pueblo se encuentra cerca del país vasco) para tomar un café y un bocadillo de queso y oigo a los otros peregrinos hablando en francés, alemán, español, inglés, e idiomas desconocidos. No sé cómo relacionarme con la gente, tengo ganas de hablar pero aún no he encontrado mi manera. No lo sé en este momento pero esto va a cambiar mucho.

17.00 horas, 15 de agosto: Llego a Trinidad de Arre, un pueblo grande donde hay un albergue regentado por una iglesia. Durante el día he caminado con gente a veces y solo otras. En general la gente es muy amable y abierta con ganas de hablar pero también cada uno quiere estar solo durante algunas horas también. Es normal dejar a alguien y explicarle que quieres caminar solo o que quieres descansar un minuto. En el albergue el cura que me da la bienvenida es un hombre muy amable de cincuenta años que me pregunta de dónde soy y por qué estoy haciendo El Camino. Me ducho, lavo la ropa en un fregadero y voy a comer a un restaurante donde dan un menú de peregrino por 9 euros. Tengo mi libro para leer pero una mujer italiana empieza a hablarme y pasamos dos horas hablando sobre la política de Italia y los Estados Unidos.

7.00 horas 16 de agosto: Llevo una hora andando y me duelen las piernas mucho porque durante el primer día me encontraba tan bien y tan a gusto que hice 40 kilómetros. Pienso hacer mucho menos hoy pero una cosa buena es que no tengo ninguna ampolla en los pies ¯y veo a unas personas que parecen estar sufriendo mucho. Parece que mi sistema de dos pares de calcetines y vaselina funciona.

13.00 horas, 17 de agosto: Llego a Puente la Reina, una ciudad emblemática del Camino que durante siglos ha dado cobijo a peregrinos. Están los restos de unos hospitales para peregrinos de hace siglos y, hoy en día, bares, restaurantes y visitas guiadas para los peregrinos modernos. Tengo una sensación intensa de bienestar. No sé si podría ser por caminar tanto o porque miles de personas han hecho lo mismo que ahora estoy haciendo y puedo notar su energía y su fuerza. Empiezo a tener unos pensamientos filosóficos sobre la vida, la religión, la historia y mis antepasados. Me pongo en una plaza a comer un poco de pan y una manzana y un peregrino catalán y otra brasileña me dicen que hay una visita guiada de la ciudad que empieza en media hora. Me apunto. El guía, un hombre con pinta de rockero supermoderno de unos 35 años que ha vivido en Nueva York y Londres y ahora ha vuelto a su pueblo nativo, explica que El Camino de Santiago sigue una calzada romana que la gente antes del cristianismo utilizaba para peregrinación para llegar a Finesterre, uno de los puntos más occidentales de Europa. La gente pensaba que Finisterre era el fin de la tierra. Luego, en el año 813 un pastor cree ver la luz de una estrella señalando una tumba que tiene los restos del apóstol Santiago quien había venido a España para predicar, después de tener muy poco éxito, se volvió y fue martirizado en Jerusalén. Según la leyenda su cuerpo fue puesto en un barco que llegó a España. Para dar tributo al santo, para conseguir indulgencias de la iglesia y para consolidar el poder cristiano frente a la presencia musulmana en la peninsular ibérica, empieza a venir una gran ola de gente de todas partes de Europa. La popularidad del Camino llega a su punto máximo en los siglos XI y XII, gracias a la cual se construyó una red de puentes, hospitales, pueblos y ciudades. Muchos de ellos aún existen. A finales del siglo XIV El Camino empieza a ser menos popular por la llegada la peste negra a Europa y unas guerras brutales que diezman el continente. Luego, en el siglo XVIII reencontraron los supuestos restos del apóstol debajo de la catedral después de que alguien los había escondido para protegerlos. Empieza la segunda edad dorada de peregrinación con más de 150.000 personas llegando a Santiago de Compostela en 1999, el último Año Santo.

18.00 horas 20 de agosto: Llego un poco tarde al albergue. Normalmente termino mi día de caminata a las 15.00 pero hoy tuve más ganas de continuar. Me pego una ducha muy caliente. Uno de los placeres de hacer El Camino es disfrutar de una ducha caliente ¯cuando el albergue tiene agua caliente y hay varios que no¯ para relajarse. Lavo mi ropa en un fregadero, y bajo al restaurante. Me pongo a hablar con un grupo de peregrinos. Un hombre francés explica que hace El Camino porque era una promesa a Dios si se recuperaba de una cirugía de corazón. Unas mujeres italianas dicen que es más turismo rural para ellas, una mujer del Caribe dice que busca una experiencia espiritual, y una mujer belga dice que se levantó un día con una sensación muy fuerte que tenía que hacer El Camino y no sabía por qué. Cuando yo tengo que dar mi explanación digo que busco una experiencia espiritual pero no tengo muy claro lo que es esto para mí. Un hombre explica que hay un dicho en El Camino que es, “uno empieza El Camino como turista y lo termina como peregrino”. Cenamos muy bien en el restaurante que ofrece un menú de peregrino barato. Pasamos unas horas riendo y charlando y me pregunto si soy turista o peregrino… CONTINUARÁ...


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