Mirar de frente la perniciosa verdad del tráfico de personas

March 2007
Así que estás perdiendo el tiempo mirando alguna revista de mala calidad sobre las vacaciones, suspirando ante la vista de brillantes puestas de sol en la playa y paraísos de palmeras. Un artículo insípido sobre cultura exótica te distrae y levantas las cejas ante una postal con una muchachita. La niña está desnuda por arriba del talle y un rotulo ofrece una calurosa bienvenida a Tailandia, completa con una tentadora vida nocturna

Para muchas personas este anuncio sugestivo significa acceso fácil a la prostitución de niños. El hecho es que nuestro país apoya muchísimo la industria internacional del comercio sexual, que cada día involucra a más niños. Este anuncio existe de verdad, y puedes imaginarte lo peor cuando encuentras alguno de los millones de anuncios sobre “bellas”, “disponibles” y “exóticas” personas.

El departamento de justicia de los Estados Unidos estima que millones de niños esclavos sexuales son prostituidos sin su consentimiento por entre 100 y 1500 clientes cada año por cada niño. La demanda de turismo sexual es enorme. Y no es una cuestión de prostitución consensual. Los niños son secuestrados o vendidos por sus familias a la esclavitud. Las edades de los niños están bajando hasta el punto de la infancia para asegurar la virginidad y así evitar la infección con HIV. ¿No es suficiente con suponer que esto es malo? Claro que se podría especular sobre la fascinación mórbida del perverso, o a lo mejor la necesidad de sentir poder sobre otra persona. ¿Pero puede la fascinación en verdad justificar la violación de un niño? ¿Puede existir un ser humano que en su necesidad de sentir poder, pueda asumirlo en la forma de abuso sexual infantil?

Cuando oí del tráfico de personas por primera vez mi respuesta fue más de negación que de furia. ¿Qué clase de persona se entretiene con sexo turístico? ¿Quién planearía unas vacaciones que presuponen la violación de un niño atado a su cama? La respuesta parece ser que mucha gente “normal” de todas partes del mundo. Debajo de la piel, nuestra cultura está infestada con los síntomas de esta enfermedad hasta el punto de que existe una no tan tácita aceptación del turismo sexual. Hijas Cautivas, una organización contra el tráfico, especula: “doctores, jueces, actores famosos y CEOs, también los que trabajan en la construcción, trabajadores sociales y viajantes de comercio. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, los que compran las chicas y las mujeres en prostitución son de todas las etnias del mundo. La mayoría es casada”.

NAMBLA (North American Man-Boy Love Association) es la representación clásica de la normalidad con la que se trata el turismo sexual. En uno de sus artículos aconsejaron: “Para su satisfacción sexual, viaje una o dos veces al año al extranjero… para patrocinar a un chico prostituto”. No sólo las leyes contra la prostitución son desconocidas en otros países, sino que la gente parece pasar las fronteras morales mucho más fácilmente cuando está lejos de su casa. Se dice que es difícil saber con certeza lo que es aceptable y lo que no lo es, a diferencia de algo como apuñalar a la madre, con lo que cualquiera podría estar de acuerdo que es una acción cultural y moralmente inaceptable. Así, el turismo sexual aún no ha recibido una respuesta definitiva de la sociedad, y no va a recibirla hasta que colectivamente se haya reconocido su existencia.

Al aprender sobre el tráfico de personas, muchas veces sentí impotencia. Como estudiante, los pocos pero dedicados lideres del movimiento contra el tráfico de personas nos dicen que nuestro poder más grande es el de hacer el problema conocido. Es hora de que la gente empiece a tener esa sensación cultural del apuñalamiento de una madre. El tráfico de personas necesita nuestra desaprobación colectiva. Sólo el saber es en verdad el poder más grande, el poder de abrir los ojos y desaprobar. Mientras no sepamos sobre el comercio sexual, haremos a nuestra sociedad el gran daño de dejar que el tráfico evada nuestro juicio. El tráfico de personas tiene que ser expuesto como una horrorosa violación de la dignidad humana.

 

* Cornell es miembro de SSTOP (Students Stopping the Trafficking of Persons), una organización de estudiantes de Bard College que lucha por educar a la comunidad sobre el tráfico de personas.

**Traducido por Mona Merling



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