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Cuento

La foto silenciosa

July 2007

Cuando se prepara una historia familiar, documentos de diversos tipos pueden ofrecer información útil. Muchos de estos son transparentes y proveen inmediatamente las fechas y lugares de nacimientos, bautismos, matrimonios, y muertes. Otros tipos de documentos parecen presentar solamente silencio. Estas son las fotos familiares sin dedicatoria, sin fecha, o ni siquiera un apellido. Una foto así de la colección de mi tía Tomasa no me la puedo sacar de la mente. Por desgracia, Titi Tomasa murió hace 20 años, y ninguno de mis primos puede reconocer a los personajes. En esta foto están representados un hombre joven con ojos intensos y una mujer joven de una belleza oscura, posando en un estudio fotográfico del tipo que era muy de moda hasta hace poco. En estos estudios a menudo había un ambiente muy elegante sugerido por una pantalla representando un jardín neblinoso en el cual se podía encontrar columnas griegas o escaleras. Delante de la pantalla había siempre una silla de mimbre en la cual una persona se sentaba o estaba de pie al lado.

La foto que estoy mirando presenta a los dos personajes de pie. En lugar de las columnas se ve una ventana en una perspectiva oblicua que le da un espacio más profundo a la escena. Un jardín más allá de la ventana es indicado solamente por las vides, cuyas hojas parecen desaparecer en una luz difundida.

El fotógrafo posó a la mujer a la derecha de la silla, con su mano izquierda apoyada sobre el respaldo de la silla. El hombre está un poquito detrás de la mujer y a la derecha de ella. Los dos se visten elegantemente a la moda de fin del siglo XIX. La mujer, vestida de blanco, tiene su rico pelo negro peinado fuera de la cara y recogido en un tocado alto. Lleva puesto también un anillo de matrimonio y otro anillo en la mano derecha. El hombre tiene pelo negro también, peinado sobre la frente en grandes rizos planos, y un gran bigote largo. Está bien vestido con un traje brillante que puede ser de seda, pero que no parece quedarle bien. Un detalle extraño son los pañuelos blancos que los dos sujetan en la mano izquierda que cuelga a sus lados.

A pesar del aparente refinamiento de la escena, hay algo en la postura de los dos que habla de incomodidad, o aún de una falta de familiaridad con este mundo de elegancia. Un amigo fotógrafo me ha dicho que en el estudio fotográfico de aquella época se usaban apoyos de madera detrás de los sujetos porque la duración de la exposición de la cámara era por lo menos de dos segundos. Existía siempre el riesgo de que los sujetos se movieran durante el tiempo de la exposición.

Pero la explicación de mi amigo sobre la postura artificial de los sujetos no me deja satisfecha. Creo que hay otras explicaciones. Estoy convencida de que si uno se concentra muy cuidadosamente en el silencio de la foto, tratando de escuchar la profundidad de la escena, tal vez se puedan oír conversaciones o aún pensamientos. De este modo, una foto silenciosa puede comenzar a hablar.


Yo he escuchado mucho esta foto. Una vez pensé que oí la voz de mi bisabuela Bárbara Fuentes, una antigua esclava de un Don Donato Rodríguez. Se dice que Bárbara se juntó con un ingeniero francés llamado Adrian Duffaut, que llegó a Puerto Rico para construir la carretera oriental de la isla. Con él, Bárbara tuvo a mi abuela y sus hermanos. ¿Era posible que realmente tenía una foto de Bárbara y Duffaut? Hasta hace poco, creía que Duffaut era un invención de mi abuela para aparecer más respetable. Su juventud estuvo llena de pobreza y miseria en el pueblo de Las Piedras y su madre Bárbara nunca se casó. En el certificado de bautismo de mi abuela ella fue nombrada “hija natural”. Hace un año mis dudas sobre la existencia de mi pretendido bisabuelo Adrian Duffaut fueran reforzadas con el descubrimiento de que mi abuela vivía con su hermano mayor en la Calle Duffaut en Santurce cuando tenía 15 años. Yo estaba segura que ella había creado un padre ficticio con el nombre de la calle.

Sin embargo, hace dos meses, mientras hacía investigaciones sobre mi familia en el Centro de los Estudios Puertorriqueños en Hunter College, encontré una serie de libros en los que todos los extranjeros en Puerto Rico del siglo XIX son enumerados según su profesión. Esta compilación contiene referencias a documentos de archivos domésticos y extranjeros de todos los tipos. No lo podía creer cuando leí el apellido de Adrian Duffaut con la profesión de ingeniero de carreteras. ¡Existía! ¡Era real! Referencias a más de 30 documentos españoles confirman que Duffaut de hecho era el responsable por la construcción de la carretera entre San Juan y Fajardo. Estas referencias incluyen también documentos por pleitos civiles por motivos que no están muy claros. Además, otro documento habla de un pleito que fue entablado contra Adrian Duffaut por la parte de una compañía trasatlántica de vapores franceses por una falta de pago. De qué cosa no sabemos.

¿Puede ser que los ojos intensos del hombre del traje brillante revelen a un granuja, un sinvergüenza? Escuchando la foto, oí a Bárbara pensando que no quería estar allí. Su postura, con las espaldas ligeramente levantadas, sugiera que ella está impaciente por regresar a casa, tal vez porque niños enfermos la esperan. O tal vez ella está impaciente con Duffaut y sus promesas nunca cumplidas.

Mientras examinaba la foto, tratando de encontrar rasgos físicos en la cara del hombre o de la mujer que se parezcan a algunos de los rasgos físicos de mi abuela o míos, vi el anillo de matrimonio. Bárbara nunca se casó. De pronto me di cuenta que el vestido blanco de la época del fin del siglo XIX era demasiado moderno, y la mujer era demasiado joven para ser Bárbara, que en esa época tenía casi 50 años. Ella no puede ser la mujer joven de belleza oscura que parecía estar hablando a mi corazón. Ni tampoco puedo asociar los ojos intensos del hombre, que parecían mirame dentro del alma, con los documentos de Adrian Duffaut. Por desgracia tengo que seguir escuchando, pero mucho más cuidadosamente, a la foto del hombre con los ojos intensos y la mujer de una belleza oscura. No me la puedo quitar de la mente.

 


 
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