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Opinión

Inmigración y el reto de organizarnos

August 2007

El fracaso de la propuesta para la reforma de inmigración en el Senado fue un golpe duro para los millones de inmigrantes que tenían la esperanza de legalizarse en este país. De acuerdo con algunos analistas y políticos electos, si el tema no regresa a discusión en el Senado en los próximos días, estos millones de inmigrantes tendrán que esperar varios años más para que se den las condiciones y pueda haber otra oportunidad nuevamente.

Esta situación nos presenta el continuo reto de organizarnos como inmigrantes en este país. Debemos continuar buscando aliados y trabajando fuerte y creativamente para poder enfrentar esta nueva situación. El reto de organizarnos nos toca a todos por igual, inmigrantes documentados o no, y puede ser un reto más serio de lo que nos imaginamos debido a la cultura en que vivimos.

 

Esta cultura está basada en la competencia y el individualismo, y los inmigrantes, en general, fácilmente nos volvemos buenos jugadores de esta competencia. Venimos con ganas de ganar dinero, de comprar lo que nunca tuvimos en nuestros países, de comprar casa, carros nuevos y entre más consumimos y mas gastamos, mejor nos sentimos. Trabajamos dos o tres trabajos para ganar más de lo que necesitamos y comprar más de lo que podemos disfrutar, para mandar dinero a nuestros familiares ―y cuanto más enviamos, mejor nos sentimos― creando en ellos una dependencia de nuestros esfuerzos y energía para trabajar. Esa dependencia se vuelve irónica a veces. Mandar cien dólares o menos a un familiar es una ofensa. ¿Por qué? Porque a los vecinos de nuestros familiares les envían mensualmente trescientos o quinientos dólares. Entre más enviamos, menos valor tiene el dinero y el esfuerzo que hacemos aquí para ganarlo. El dolor, el abuso, el estrés, el desgaste físico que sufrimos se convierte en alegría, comodidad, y despilfarro en quienes reciben nuestra ayuda económica. 

 

No es raro que las compañías y productos quieran conquistar el “mercado hispano” y los bancos y toda clase de compañías de nuestros países vengan a buscarnos para conquistarnos como clientes. Y esto nos hace sentir bien, nos sentimos gente. Somos buenos trabajadores y buenos consumidores. Este año nos compramos un carro nuevo, en el entrante queremos otro más nuevo. En la navidad pasada compramos un televisor de 30 pulgadas, para la que viene queremos uno de 50. Todos queremos comprar casa, todos queremos tarjetas de crédito, nos queremos endeudar, y cuanto más grande la deuda, mejor nos sentimos. Somos tan buenos para consumir como los estadounidenses. Somos “americanos”.

 

Esta nueva cultura a la que hemos pasado a formar parte no nos deja tiempo para observar lo que sucede a nuestro alrededor. No nos informamos de la política local, de cómo está el sistema escolar encargado de nuestros hijos, de qué pasa con los otros inmigrantes donde vivimos, de qué es lo que está pasando en la ciudad o el pueblo donde vivimos; vivimos en la anonimia y en carrera ganando y gastando como locos.

 

En este nuevo contexto político, donde la reforma de inmigración ya no está en la mesa, tenemos que reflexionar en lo que podemos hacer como indocumentados y como documentados, y como ciudadanos. Y esto se traduce en organizarnos. Tenemos que comenzar a reunirnos con los otros inmigrantes y crear organizaciones y coaliciones en los lugares donde no hay ninguna. Tenemos que incorporarnos a las organizaciones que están abogando por los inmigrantes, buscar acceso con los políticos federales y locales.

 

El reto de organizarse es de todos y cuantos más se incorporen y organicen, mejor será para la lucha de los derechos de los inmigrantes. Debemos de escoger entre continuar siendo buenos consumidores o comenzar a ser buenos ciudadanos. En este nuevo amanecer de la lucha de los derechos de los inmigrantes, debemos continuar promoviendo la solidaridad con y entre los indocumentados. Unámonos a la lucha y la esperanza de los excluidos.

 

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