Una Visita Surreal de la Guerra de Irak
February 2008Nir Rosen, reportero de alta estima en Irak, habla de su experiencia:
que le ha dado notas fenomenales y a la vez amenazado su vida.
Un breve resumen
256 personas murieron hoy en el bombardeo de una mezquita. Contratistas de seguridad privada fueron acusados de asesinato cuando protegían a oficiales estadounidenses. Insurgentes suníes mataron a un periodista en represalia por los abusos de prisioneros perpetrados por el ejército.
Cada día, por todos los medios, hay una cantidad desconcertante de información sobre la guerra en Irak. Tratar de entender el mensaje total es una tarea no apropiada para aquellos con poca valentía.
Creo que muchos periodistas camuflan su ignorancia del mensaje total con artículos de poca profundidad, nunca sobrepasando opiniones superficiales, o peor, repiten opiniones antedichas y agotadas. Por lo tanto hay una escasez de pensamiento original y cobertura de hechos y tendencias nuevas. El resultado: es apenas posible detectar la diferencia entre patriotismo ciego, eufemismos promulgados por el gobierno y voces extremistas.
Pero Nir Rosen es uno de los periodistas más capacitados en el mundo para discutir la situación en Irak. Aunque creció en Nueva York y es hablante nativo del inglés, sus padres le enseñaron a una temprana edad el árabe iraquí. Comprende y comunica perfectamente la lengua de los dos mundos. Rosen aprovecha su dominio del árabe en Irak; sirve como traductor para soldados estadounidenses, se entrevista con insurgentes de alta peligrosidad, asiste al culto islámico en las mezquitas, y se congracia con los miembros de la Guardia Nacional de Irak. En síntesis, comprende la perspectiva desde varios ángulos. Su trabajo de investigación le permitió conseguir una gran cantidad de contactos que otros periodistas ni sueñan. Además, Rosen se arriesga a poner su vida en peligro para captar de primera mano eventos extraordinarios.
Aunque hay algunos que descartan su capacidad de reportar los acontecimientos objetivamente, yo regurgitaré su charla “Promoviendo la inestabilidad: la Política Exterior de los EEUU en Medio Oriente”, que dio en Bard College a mediados de noviembre, tan pulcramente como pueda para que usted pueda formar su propia opinión.
Rosen primero proyectó una película que había sido filmada en secreto dos semanas antes. Mostraba refugiados de Palestina en el Líbano. Pandillas de un grupo, o según los Estados Unidos, una organización terrorista, llamada Fatal al-Islam atacaron el campamento de los refugiados. La destrucción causada por el ataque era espantosa: cuerpos desparramados, casas saqueadas y gente llorando. Todo el campamento, de alrededor de 40.000 personas debía decidir entre reparar las ruinas o trasladarse.
Entonces Rosen planteó la gran pregunta: ¿Qué les pasará a los refugiados de Irak? Al principio la relación entre iraquíes y palestinos no era obvia. Pronto la explicó. Las condiciones en Irak son tan horrorosas, y a veces letales, que han provocado un éxodo masivo del país. Recitó unas cifras sobre los países alrededor de Irak, como Siria, Jordania, Egipto y Arabia Saudita, que ya han absorbido 3,9 millones de refugiados. Lo que este número significa es que mientras continúe la violencia, los refugiados compondrán una crisis humanitaria gigante. Por eso dijo: “El día que ganaron la guerra es también el día que la perdieron”.
Las expectativas del gobierno del presidente George Bush antes de la guerra eran optimistas, o menos amablemente, bizarras. El gobierno creía que había una división pronunciada entre los musulmanes de la secta Suní y los musulmanes de la secta Chiita en la sociedad. Según esta creencia, los Suníes, la secta del ex-dictador Sadam Hussein y su gobierno, eran los malos, y los Chiitas, la secta de todos los otros, eran los buenos. Entonces veían su trabajo como una liberación de los Chiitas Judíos de los Suníes Nazis.
En su discurso inaugural de enero de 2005, Bush declaró bien elocuentemente su posición. Dijo que había una batalla por la libertad para todo el mundo. Lo que seguía, dijo, era que la libertad internacional sería necesaria por la libertad interior. Por eso, tendríamos que pelear “una batalla contra el Islamofacismo”.
Además de su profesada dedicación por la libertad, es probable que tuviera presente otra meta: la posibilidad de controlar los pozos petroleros iraquís, los terceros más ricos en el mundo. Daría tanta importancia al petróleo porque los Estados Unidos son el principal consumidor mundial y el suministro de petróleo está estrechamente ligado a la salud de la economía.
Así que en el nombre de la libertad, la amenaza de armas de destrucción masiva, y tal vez en búsqueda de petróleo, el gobierno de Bush empezó un ataque preventivo contra Irak y su dictador, Sadam Hussein. Para asegurarse el éxito rápido, dedicaron un presupuesto de 474 billones de dólares a la guerra. En comparación, esta cifra es 20% mayor que el presupuesto de defensa dedicado a la última guerra de los EEUU en Vietnam.
Para sorpresa de la administración, la idea de un pueblo dividido por líneas religiosas no correspondía bien con la realidad. De hecho, la identidad de Suníes o Chiitas no era preponderante antes de la ocupación. Se mezclaban en los lugares de trabajo y a menudo los trabajadores no sabían la identidad de sus compañeros. Las bodas y amistades entre Suníe y Chiita eran algo normal. Así, el conflicto que existe hoy entre Suníes y Chiitas es un resultado directo de las acciones del ejército estadounidense. La política estadounidense promovió la división y violencia sectaria porque simplemente no aprobaba a los Suníes.
La capital de Irak, Bagdad, antes una ciudad colorida y diversa, ya se ha deteriorado tanto que está irreconocible. Incluso los periodistas estadounidenses la describen como un paisaje posapocalíptico, un sepulcro de concreto. Ahora hay muchas facciones, como la Guardia Nacional del gobierno, los insurgentes Suníes, el ejército Medhi del imán Moqtada al-Sadr, la Brigada Badr del Consejo Supremo de la Revolución Musulmana en Irak, y más, entre las cuales los soldados estadounidenses son solamente una más.
En cada esquina hay hombres escondidos con metralletas. En cada calle hay carros que merodean con hombres armados dentro. Las bombas explotan varias veces por día y los disparos suenan cada hora. Los ciudadanos todavía sanos se apuran a sus trabajos, y se ocultan rápidamente en sus casas al regreso. En estas condiciones un hombre blanco no sobreviviría una hora sin un ejército de guardaespaldas.
Incluso Rosen, que tiene el aspecto de la gente de la región, necesita protección intensa. Por ejemplo, simplemente para irse de Erbil, Kurdistán, a Bagdad, tuvo que pagar $7.000 por cuatro camionetas y guardaespaldas armados. Según los informes de otros periodistas, tales medidas son bastante laxas.
Muchos analistas dirían que los EEUU han precipitado, o aun peor, causado la disolución de gran parte de la cultura de Irak. Rosen está de acuerdo en este punto. Dice que no hay ninguna estrategia que los EEUU podrían implementar para ganar, ni siguiera para estabilizar la situación. Según su opinión severa, la mejor acción sería retirar todos los soldados y todos los consejeros políticos, un proceso que tomaría entre 6 y 9 meses. Aparentemente, no necesitamos esperar al día de juicio final para presenciar Armagedón.
Para alguien con una comprensión limitada de la guerra como yo, todo me parecía espantoso, y hasta inventado. Por consiguiente, me dediqué después a investigar la mayoría de sus afirmaciones. Pero no pude desacreditar a ninguna. Muchas de las revistas más respetados de los EEUU han llegado a la misma conclusión. Por eso, si habla la lengua de los invasores, puede leer los artículos de Rosen en New York Times Magazine, Washington Post y Rolling Stone, entre otros.
Pero a pesar de su prosa, larga y laberíntica como la situación en Bagdag, y sus tendencias políticas, es razonable decir que Nir Rosen es una supernova del periodismo. Si sobrevive los próximos meses, podemos esperar más reportajes impresionantes de él. Debe ser del mejor tipo: del tipo que viene de los lugares donde los reporteros están menos dispuestos a ir.
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