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¡Vivan las alter-rancheras!

June 2008
Muchos de ustedes han de recular ante la idea de leer de rancheras porque consideran a este género machista, cursi y simplista. La verdad es que muchas de las rancheras encajan en ese estereotipo. Pero hay otras que están muy lejos de ser sexistas, melodramáticas e irreflexivas, y este artículo está dedicado a las cantautoras que han enriquecido y enderezado al género. Y es que gracias a ellas hemos comprendido que la ranchera no es en esencia machista.

La ranchera es un género musical nacido en México a comienzos del siglo XX, marcado por las pasiones de la revolución—sus personajes, lugares, traiciones y amoríos—, y popularizado en los años 50 con la época dorada del cine mexicano. Este es un género más bien flexible: tocada a 2/4 es polca-ranchera (Juan Charrasqueado); a 3/4 es ranchera valseada (No volveré); y a 4/4 es bolero ranchero (Amorcito corazón).

Infortunadamente, la ranchera también es ampliamente inclusiva; puede ser cantada por hombres que invitan al abuso de las mujeres—esta permisividad es un mal del que también adolece el reggaetón, por ejemplo. Además, hay que reconocerlo, la cultura mexicana tiene todavía altas dosis de machismo; esto se puede palpar en las letras de canciones contemporáneas que exudan el racismo, la homofobia y el machismo de la cultura discriminatoria prevaleciente. Sin embargo, este género no es exclusivo a quienes absorben la cultura imperante—hay quienes la confrontan, y hay quienes ni siquiera la toman en consideración cuando cantan.

Chelo Silva era una de estas últimas. “La reina tejana del bolero” alcanzó gran fama entre la década de 1930 hasta la de los años 50, aún a pesar de ser percibida como una muchachita gringa que cantaba rancheras en aquellos tiempos del chauvinismo prevaleciente a ambos lados de la frontera. En su inmortal bolero Cheque en blanco, Chelo nos expresa su decepción para con los hombres (pero que mal te juzgué!/ […] yo te creía tan decente,/ mas te gusta lo corriente/ por barato, yo qué sé?). El modo desdeñoso en que despide a su pareja es una de las más estruendosas bofetadas que jamás hayan interrumpido en seco un bolero (me decepcionaste tanto/ que ahí te dejo un cheque en blanco/ […] en donde dice desprecio/ ese debe ser tu precio.)

“¡me estás oyendo, inútil!”

Ana Gabriel y Paquita la del Barrio han estado continuando esta tradición dentro de la cultura popular. La mexicano-sino-japonesa Ana Gabriel le ha ido quitando reflectores a intérpretes masculinos hasta el grado de volverse indispensable en los palenques feriales. Gracias a su renombre, Gabriel se ha dado a la tarea de condenar al baúl de los recuerdos canciones sexistas, haciéndoles el fuchi.

Mientras tanto, la jarocha Paquita la del Barrio ha hecho una carrera de bajar a los machos de las nubes. Esta intérprete, famosa por el “¡me estás oyendo, inútil!” de sus canciones, saluda así al macho en su célebre bolero Rata de dos patas: “animal rastrero,/ escoria de la vida,/ adefesio mal hecho./ Infra-humano, [etc.]” Al refrán machista “la esposa en la cocina y con la pata rota,” Paquita contesta en Tres veces te engañé: “tú que me dejabas,/ yo que te esperaba;/ […] desgraciadamente,/ hoy fue diferente:/ me topé con alguien, creo que sin querer”.

La chetumalteca-libanesa Astrid Hadad ha estado haciendo un trabajo muy interesante, aunque tristemente no lo ha sabido vulgarizar: rescata canciones políticamente incorrectas y las parodia chusca e incómodamente, evidenciando así las barbaridades de la “lógica” machista internalizada incluso por mujeres y vástagos. En Me golpeaste tanto anoche, Astrid canta con voz ronca y gestos sumisos “pégame en la cara, hiéreme en el cuerpo/ […] hazme lo que quieras, pero dame más dinero”.

Para terminar, quien crea que la ranchera ya murió no se ha dado cuenta que aquí el único féretro lleva el nombre del macho. La ranchera ha sido rescatada por nuestras cantautoras e intérpretes, y se comienzan a ver vestigios de otros grupos, como Venado azul y Lila Downs, que han optado por llevar al género a nuevas fronteras.



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