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OpiniĆ³n

Padres fuera de casa, pero presentes

June 2008
Para ser un buen padre no hay que ser necesariamente un hombre perfecto. No hay hombre –ni humano en esta tierra- que esté exento de cometer errores. Lo que sí debe intentar un buen padre es hacer lo que pueda, y lo mejor que pueda, para enmendar tales fallas. El caso de los padres solteros, separados, divorciados, con obligación de pagar manutención por hijos (que en inglés se llama “child support”) ejemplifica el desenlace de un tropiezo sumamente trágico y de la oportunidad para redimirse, esencialmente ante los ojos de los hijos.

Es un tanto comprensible, por supuesto, que para algunos padres sea difícil asumir y cumplir con este deber ya que inconscientemente perciben la obligación como sinónimo de admisión de culpa. Hay que entender, sin embargo, que en este desenlace no hay culpables sino más bien personas afectadas; unas quizás en mayor grado que otras, pero todas afligidas al fin y al cabo. Por otro lado hay que resaltar también que, aunque la ley y la sociedad nos juzgan a su manera, lo más importante es cómo nos juzgamos nosotros mismos y cómo nos juzgarán en un futuro nuestros hijos.

Aquellos que no entienden que el deber de manutención de los hijos y la admisión de culpa pueden ser conceptos disímiles prefieren recurrir a excusas escuálidas y hasta mezquinas como “no sé que hará la mujer con el dinero”, o “el gobierno me va a quitar demasiado”, o “fui engañado para tener a ese niño”. A estos padres hay que recordarles que padre y madre están a merced de su propia conciencia, que tampoco (a menos que uno gane muy bien) es que a uno le hagan aportar sumas exorbitantes de dinero, y sobre el engaño hay, repito, que pasarse de ingenuo o mezquino.

En cambio, una actitud digna de encomio es aquella de los padres que ven en el deber de manutención la singular oportunidad de tomar parte en la vida de sus niños. Su aporte económico contribuye a que sus hijos puedan tomar un vaso de leche cada mañana, vayan al doctor o dentista cuando lo necesitan, lleguen a la escuela con un lápiz en la mano y los libros dentro de una mochila, puedan salir de paseo en el verano, cuenten con calefacción en la casa en el invierno, y, por ende, los convierte en padres que sí están presentes, aunque sea tangencialmente, en la formación de sus hijos en aspectos tan vitales como su salud, educación, recreación y vivienda. 

Por supuesto, la presencia física y la conexión emocional son de igual o mayor importancia pero éstas no se imponen mediante orden judicial ya que son una obligación moral, y sobre este aspecto los jueces son los hijos. Ellos, en este Día del Padre, harán saber a sus progenitores, quizás con un tierno abrazo o un gesto similar de afecto, la magnitud de su reconocimiento y entendimiento de que padre no es sólo el que engendra, sino también el que con mucha hombría supera toda adversidad o desacierto para cumplir con la dignificante tarea de ser papá.


 

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