Cuando los europeos llegaron por primera vez al continente americano se encontraron con estas palabras y con maravillosos animales y plantas que no existían en sus tierras: el tomate, la papa, el maíz, el girasol, los chiles, los frijoles, las calabazas, la papaya y el aguacate, la piña y los maníes, ¡y el chocolate!
Entonces no existían en Italia la pizza o los espaguetis con salsa de tomate, ni había papas fritas en Francia; ¡y tampoco existían las golosinas de chocolate!
Pero los nativos del continente americano conocían muy bien a sus animales, frutas, verduras y flores, y contaban muchas historias sobre sus orígenes.
Este cuento, “Los pelos del alce”, lo contaban los osages, indígenas de las praderas de Missouri y Arkansas:
Los pelos del alce
“Cuando el pueblo osage bajó del cielo para vivir en la tierra se encontró con que estaba cubierta de agua.
Los osages no podían volver al cielo y tampoco podían vivir en el agua, así que flotaban en el aire, sintiéndose muy tristes.
Entonces el alce, que era uno de ellos, llamó a los vientos. Los vientos soplaron y soplaron hasta que el agua se evaporó y aparecieron las rocas. La gente podía caminar sobre las rocas pero todavía no había plantas.
El viento sopló más y el agua siguió bajando hasta que apareció un pequeño charco de lodo.
El alce se puso tan contento que se revolcó en el barro, agitando las patas hacia el cielo. Se revolcó y se revolcó hasta que los pelos del lomo se le quedaron pegados en el lodo suave del charco.
Poco a poco los pelos del alce se fueron convirtiendo en calabazas, maíz, frijoles, flores, y en todas las otras plantas del mundo”.
“Los pelos del alce” es una leyenda traducida del libro “When Jaguars Ate the Moon” de Tona Wilson y María Cristina Brusca. Si quieres conocer otras historias de este libro puedes pedirlo en tu biblioteca.
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