Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
El mantra es: reducir, reusar y reciclar, en ese orden. Aunque le duela al capitalismo, nuestros bolsillos y el planeta estarán más contentos. Estaba leyendo estos días un librito escrito por la periodista Kate Bratskeir, Una guía de bolsillo para compras de alimentos sustentables (publicado en inglés con el título A Pocket Guide to Sustainable Food Shopping). Aprovechando que en abril celebramos a nuestra Madre Tierra, y que la ilustración de tapa de Yadriel Lagunes nos recuerda la dolorosa realidad de que nos acercamos al punto de no retorno (para saber más sobre este término, los invito a leer la nota de Nohan Meza en la sección de medio ambiente de este mes), voy a pasarles algunos consejos prácticos que nos recuerda Bratskeir.
Desde hace una década que en mi casa tenemos paneles solares en el techo que nos dan la electricidad necesaria para todos los electrodomésticos, luces, calentador de agua y sistemas de calefacción y aire acondicionado. Todavía tenemos la cocina a gas, pero eso cambiará en un momento no muy lejano. Desde hace más tiempo aún que en nuestro pedacito de patio trasero tenemos unas cajas de plástico para hacer abono con los desechos orgánicos de la cocina. Es algo mágico ver cómo nuestra pila de compost cada temporada transforma las hojas secas, las cáscaras de huevos y naranjas y tantas otras sobras de la preparación de los alimentos en tierra fértil: un humus cargado de lombrices, que en este mes depositamos en nuestros canteros para cultivar tomates, pimientos, lechugas, fresas y moras. Gracias a que transformamos gran parte de nuestros desechos orgánicos (pero huesos, queso y carnes no) en abono, y que reciclamos religiosamente papel, cartón, vidrio y metal, nuestra bolsa de basura semanal es una bolsita bastante pequeña (como una o dos pelotas de fútbol).
Y a pesar de que reducimos la cantidad de basura semanal, igualmente mi familia y yo estamos generando basura que acaba en el vertedero. Y de esto es justamente lo primero que nos habla Bratskier en su guía de bolsillo. ¿Qué tal hacer una auditoria de nuestra basura? ¿Qué es lo que más tiramos? ¿Qué podemos hacer para reducir? Algunas cosas que se consumen demasiado y que todes podríamos cambiar en esta misma semana: paquetes individuales de meriendas (snacks); cubiertos de plásticos y otros utensilios descartados después de un uso; frutas y verduras que se venden envueltas en paquetes plásticos individuales en el supermercado. Algunas sugerencias que cuestan poco o nada y reducen la cantidad de basura: preparar las meriendas en casa y ponerlas en recipientes reusables; tener siempre a mano un juego de cubiertos reusables, incluyendo pajita o popote personal, para cuando compramos comida para llevar o vamos a un picnic; comprar los alimentos sueltos (nada de lechugas pre-lavadas) siempre que sea posible y recordar llevar nuestras propias bolsas.
Hablando de comida, en los Estados Unidos se desperdicia el 40% de la comida. Gran parte es culpa de nosotres: compramos demasiada comida y se nos echa a perder antes de poder consumirla. Aquí viene bien otra vez el primer consejo: reducir. Es decir, comprar menos, comprar solo lo que se necesita, hacer una lista antes de salir de casa, para no tentarse con todas las cosas brillantes y hermosas que nos quieren vender. Lo digo por experiencia, la tentación es grande, pero el refrigerador y el bolsillo no tanto.
OK, llegamos al supermercado, ya tenemos nuestra lista y nuestras bolsas reusables. Nos interesa comer sano y sostenible. ¿Elegimos orgánico? ¿O Local? La autora recomienda ambas opciones: cuando es época de mercado de granjeros (farmers markets y CSA ¿conocen?), es mejor comprar local porque podemos hacerles preguntas a los vendedores que son los mismos agricultores y también porque así apoyamos a la economía local. Es más regenerativo, que le dicen. Si podemos, orgánico es una excelente opción, claro.
El chiste es que las grandes corporaciones productoras de alimentos saben que los consumidores estamos más atentos a nuestra salud. Entonces van y ponen cartelitos así: natural, saludable, superalimento, basado en plantas, bioplástico, degradable, frescos de granja, gallinas felices, etc. Consejo: no les hagan caso. Esas declaraciones no tienen valor legal, la administración de alimentos de Estados Unidos, FDA, no certifica ninguna de esas categorías. Buscar en vez los que vienen certificados por un tercero, como la USDA. Un buen recurso es la página del Centro para la Ciencia en el Interés Público, cspinet.org. Bratskeir también nos enseña a comprar carne (mejor no, o reducir al máximo porque es de lo más contaminante), huevos, pescados y hasta alternativas a la leche. Lean para enterarse.
¿Tienes otros consejos prácticos para reducir nuestro impacto ambiental? Escríbenos a [email protected] ¡Y haz oír tu voz!
Mariel Fiori
Directora
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Desde hace una década que en mi casa tenemos paneles solares en el techo que nos dan la electricidad necesaria para todos los electrodomésticos, luces, calentador de agua y sistemas de calefacción y aire acondicionado. Todavía tenemos la cocina a gas, pero eso cambiará en un momento no muy lejano. Desde hace más tiempo aún que en nuestro pedacito de patio trasero tenemos unas cajas de plástico para hacer abono con los desechos orgánicos de la cocina. Es algo mágico ver cómo nuestra pila de compost cada temporada transforma las hojas secas, las cáscaras de huevos y naranjas y tantas otras sobras de la preparación de los alimentos en tierra fértil: un humus cargado de lombrices, que en este mes depositamos en nuestros canteros para cultivar tomates, pimientos, lechugas, fresas y moras. Gracias a que transformamos gran parte de nuestros desechos orgánicos (pero huesos, queso y carnes no) en abono, y que reciclamos religiosamente papel, cartón, vidrio y metal, nuestra bolsa de basura semanal es una bolsita bastante pequeña (como una o dos pelotas de fútbol).
Y a pesar de que reducimos la cantidad de basura semanal, igualmente mi familia y yo estamos generando basura que acaba en el vertedero. Y de esto es justamente lo primero que nos habla Bratskier en su guía de bolsillo. ¿Qué tal hacer una auditoria de nuestra basura? ¿Qué es lo que más tiramos? ¿Qué podemos hacer para reducir? Algunas cosas que se consumen demasiado y que todes podríamos cambiar en esta misma semana: paquetes individuales de meriendas (snacks); cubiertos de plásticos y otros utensilios descartados después de un uso; frutas y verduras que se venden envueltas en paquetes plásticos individuales en el supermercado. Algunas sugerencias que cuestan poco o nada y reducen la cantidad de basura: preparar las meriendas en casa y ponerlas en recipientes reusables; tener siempre a mano un juego de cubiertos reusables, incluyendo pajita o popote personal, para cuando compramos comida para llevar o vamos a un picnic; comprar los alimentos sueltos (nada de lechugas pre-lavadas) siempre que sea posible y recordar llevar nuestras propias bolsas.
Hablando de comida, en los Estados Unidos se desperdicia el 40% de la comida. Gran parte es culpa de nosotres: compramos demasiada comida y se nos echa a perder antes de poder consumirla. Aquí viene bien otra vez el primer consejo: reducir. Es decir, comprar menos, comprar solo lo que se necesita, hacer una lista antes de salir de casa, para no tentarse con todas las cosas brillantes y hermosas que nos quieren vender. Lo digo por experiencia, la tentación es grande, pero el refrigerador y el bolsillo no tanto.
OK, llegamos al supermercado, ya tenemos nuestra lista y nuestras bolsas reusables. Nos interesa comer sano y sostenible. ¿Elegimos orgánico? ¿O Local? La autora recomienda ambas opciones: cuando es época de mercado de granjeros (farmers markets y CSA ¿conocen?), es mejor comprar local porque podemos hacerles preguntas a los vendedores que son los mismos agricultores y también porque así apoyamos a la economía local. Es más regenerativo, que le dicen. Si podemos, orgánico es una excelente opción, claro.
El chiste es que las grandes corporaciones productoras de alimentos saben que los consumidores estamos más atentos a nuestra salud. Entonces van y ponen cartelitos así: natural, saludable, superalimento, basado en plantas, bioplástico, degradable, frescos de granja, gallinas felices, etc. Consejo: no les hagan caso. Esas declaraciones no tienen valor legal, la administración de alimentos de Estados Unidos, FDA, no certifica ninguna de esas categorías. Buscar en vez los que vienen certificados por un tercero, como la USDA. Un buen recurso es la página del Centro para la Ciencia en el Interés Público, cspinet.org. Bratskeir también nos enseña a comprar carne (mejor no, o reducir al máximo porque es de lo más contaminante), huevos, pescados y hasta alternativas a la leche. Lean para enterarse.
¿Tienes otros consejos prácticos para reducir nuestro impacto ambiental? Escríbenos a [email protected] ¡Y haz oír tu voz!
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