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Profesora Luz Porras
Profesora Luz Porras

Luz Porras: “22 años y un montón de sueños”

Por Gabriela Ávila
October 2021
“Estamos viviendo realidades donde no hay mucho lugar para soñar. Se nos ha educado para no soñar. Hay que creer en los sueños y creer en uno mismo.” En medio de una renovada preocupación por la propagación de la variante Delta del Coronavirus y de los devastadores efectos del cambio climático, tanto en Estados Unidos como en el mundo, esfuerzos de apoyo mutuo y creación de redes comunitarias se siguen manifestándose de diversas maneras.

 
Para la Profesora Luz Porras, este trabajo consiste en crear puentes de comunicación y solidaridad entre sus estudiantes de la Universidad de SUNY New Paltz y las comunidades hispanoamericanas de la Ciudad de Kingston, en el Valle del Hudson, así como con grupos indígenas de su natal Guatemala, donde colabora organizando bancos de alimentos, cocinas comunitarias y huertos familiares, para que la gente que se encuentra en situación de alta vulnerabilidad no vuelva a sufrir lo que padeció durante la crisis del COVID-19.

Luz estudió periodismo y dejó su país debido al conflicto armado de los años 80, “no salí buscando el sueño americano, sacrifiqué muchos sueños debido a que soy parte de esos jóvenes académicos, estudiantes y profesionistas que no podíamos ejercer. Fueron tiempos difíciles. Fue como arrancar una plantita en su momento más productivo. Antes de salir, fui a realizar entrevistas a una fabrica y un compañero me tomó una foto en la que puse: ‘22 años y un montón de sueños’. Tengo muy viva la imagen de esa jovencita que salía dejando toda una vida que nunca pudo recuperar, hasta ahora que trato de revivir la experiencia de habitar Guatemala, porque después de la guerra, el país nunca logró estabilizarse”.

Consiguió una beca para estudiar alemán en Austria, “salí sola, pero con privilegios. Había programas en Europa que facilitaban estudios y apoyo para personas de países en conflicto y llegué con una familia que me cuidó”. No pasó por el calvario de muchos migrantes, “que se lanzan al desierto con sus hijos y viven persecuciones directas, pero iba marcada por la violencia y el terror, ya que era difícil ser estudiante en una universidad pública, porque estaban en la mira del ejército y los paramilitares. Pero algo a esa edad te hace andar sin miedo y salí en búsqueda de más libertades”.

Posteriormente estudió inglés en Estados Unidos. Un accidente la dejó temporalmente incapacitada y así conoció a quien sería su esposo. Se mudó a New Paltz, Nueva York, donde tuvo a sus hijos y terminó sus estudios de Licenciatura y Maestría en Educación con Concentración en Español.

Inició su trabajo de acción social siendo voluntaria en un centro de detención de menores. Después, dio clases de español a jóvenes de ascendencia hispana en Newburgh. Luego se postuló como Profesora en SUNY New Paltz, donde lleva 18 años trabajando. Desarrolla, junto con sus estudiantes, diferentes actividades interculturales, como la caminata-simulacro de caravana migratoria, enseñanza del inglés como segunda lengua, particularmente a grupos indígenas Q’eqchi’, “mis estudiantes se dan cuenta de la dificultad de hablar un segundo idioma y entienden el enorme esfuerzo de las comunidades indígenas frente a las grandes barreras culturales”.

Su labor se extiende a Guatemala, “en el 2015 traje estudiantes a cursos de Derechos Humanos y posteriormente conectamos con un Centro de Nutrición, pero con la pandemia, ya no pudimos continuar. Siempre encontré maneras de conectar y apoyar. Descubrí que quería presentarles a mis estudiantes la Latinoamérica que no se lee en los libros, porque la historia de Latinoamérica es tan dura, tan cruel, que no se le hace justicia a la gente. Soy una inmigrante que nunca olvidó la ‘Matria’, tratando de encontrarme en el mundo y creciendo en ese trayecto”.

Luz Porras reflexiona: “espero comenzar una nueva etapa. Hay que creer en uno mismo y en los sueños; visualizarlos y trazar metas que provengan de ellos. Eso es importantísimo porque el problema es que vivimos realidades donde no hay mucho lugar para soñar. Se nos ha educado para no soñar. Ahora estoy con el sueño de crear huertas familiares para que si llega una nueva pandemia no vuelva a matar a la gente de hambre”.

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