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OpiniĆ³n

El mundo que queremos

Alternativas al capitalismo

Por Martha Tepepa
September 2021
“El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed…Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies: El aire estará limpio de los venenos de las máquinas y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones…La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar…Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
(El derecho de soñar 1996 Eduardo Galeano)
En el mundo en el que vivimos con las reglas del juego dictadas por el libre mercado, es una locura y motivo de burlas opinar que todes tenemos derecho a un trabajo que contribuya a nuestra felicidad. 

La mayoría de las personas en los Estados Unidos trabajan en condiciones precarias. Las personas en el sector de servicios, en el trabajo doméstico, de cuidado, o en la informalidad enfrentan largas horas de trabajo con un salario tan bajo que no alcanza siquiera para pagar la renta en muchas ciudades. El término que comúnmente se usa para describirlos en inglés es “working poor” (o asalariados pobres), en mi opinión, un término degradante.

En su libro Bullshit Jobs (2018) el profesor David Graeber (antropólogo) describe a fondo ese tipo de trabajos. Graeber sostiene que más de la mitad de los productos fabricados por obreros “anónimos” no tienen sentido, creando economías que son motores de crear tonterías de plástico que terminan contaminando tierras y océanos. También hay quienes hacen trabajos que benefician a la humanidad, ofreciendo la posibilidad de realizarse personalmente: docentes, enfermeros, meseros, escritores, músicos o pintores, quienes, a pesar de realizar una labor importante, reciben sueldos muy bajos y muchas veces sin beneficios.

La mayoría de la fuerza de trabajo está resentida de tener que gastar tanto tiempo y aplicarse tanto para recibir un sueldo tan pequeño. Este proceso se vuelve psicológicamente destructivo cuando se combina con una ética de trabajo que asocia el trabajo con la autoestima. 

En el mundo que habitamos, las condiciones favorecen indudablemente a los dueños de las empresas, de las fábricas, de los negocios, de la granja, de los grandes consorcios internacionales. Y nos han hecho creer que no hay forma de escapar, no hay alternativas. Si dejas tu trabajo, no conseguirás otro. Si exiges un salario digno que te permita vivir, te echarán y no tendrás como mantener a tu familia. Así que aguanta, sigue trabajando, porque si pierdes tu trabajo tendrás que pedir asistencia al gobierno y serás un mal ejemplo para tus hijes ¡que vergüenza! 

Nos han hecho creer que ellos son la fuerza del desarrollo de la sociedad. Son tan buenos que mueven fuerzas políticas para crear trabajos y al mismo tiempo hacen caridad y dan limosnas. No parece importarles que los trabajos que ofrecen no contribuyen a la sociedad, destruyen el medio ambiente y con salarios que ni siquiera permiten vivir una vida digna a los “trabajadores esenciales”.

Vivimos en una economía de exclusión e inequidad, donde el dinero reina en lugar de servir. Es una economía que mata, como quedó claro en la pandemia. Este modelo de producción, y de vida, excluye a la gran mayoría y destruye a la Madre Tierra.

Pero hay alternativas, incluso dentro del capitalismo. 

Se puede trabajar sin miedo, con dignidad, sin la angustia de ser despedido. Es más, se puede trabajar y ser dueño de la empresa en la que uno trabaja. Hay ejemplos por todo el mundo, existen fábricas, empresas o granjas sin patrones incluso en el corazón del capitalismo: ¡en los Estados Unidos! Como en Nueva York, la red de cooperativas de trabajadores. El concepto clave es cooperación, ser solidario y entender que no tenemos que remar solos, estamos en un barco que avanza más si remamos juntos. 

Las cooperativas, que en realidad son un tipo de organización laboral, inciden positivamente en la economía de un país, empujando hacia arriba a sectores de la sociedad que estaban excluidos, poniéndolos en una situación más favorable para competir en el mercado capitalista. 

Una cooperativa existe cuando un grupo de personas forman una sociedad, en un régimen de libre adhesión y voluntario, para la realización de actividades comerciales. Los mismos trabajadores fijan sus metas económicas de acuerdo con sus intereses, conocen su capacidad, y saben cuáles con las necesidades económicas de sus familias y de la comunidad donde viven. En las cooperativas todos los miembros tienen voz y voto.

Existen varios tipos de cooperativas: de trabajo asociado, de consumidores y usuarios, de vivienda, agrarias, pescadores, construcción, de transportistas, de enseñanza, de agricultura, etc.

La primera cooperativa se formó en 1844 en Inglaterra. Un grupo de 28 mujeres y hombres que trabajaban en la industria textil de Rochdale y que habían perdido sus trabajos tras participar en una huelga crearon la Sociedad Equitativa de Pioneros de Rochdale. Fueron un grupo de personas que después de ser despedidos de su trabajo se unieron para distribuir entre sus socios los excedentes generados por su trabajo, formando las bases del movimiento cooperativo moderno.

En Argentina, hay varias cooperativas exitosas. Una de ellas es Nueva Argentina, una cooperativa constructora de drenaje y red de agua en el partido de Lomas de Zamora. La cooperativa estaba formada en su mayoría por madres del barrio que decidieron organizarse frente al problema de la falta de agua potable. Pasaron muchos años reclamando a la municipalidad el servicio y a través de un programa social en el que participaron aprendieron varios oficios y decidieron extender su participación formando una cooperativa. Se organizaron, y empezaron a trabajar con la colaboración y asesoría del municipio (una alianza muy importante). Para el 2010 ya habían construido 2.040 metros de obras de extensión de la red de agua potable en el barrio de Santa Catalina, beneficiando a más de dos mil personas. Además cada una de las mujeres había aprendido un oficio especializado, algunas ya eran soldadoras, otras eran electricistas y conocían el procedimiento de ingeniería hídrica. Es más, todas estaban animadas a seguir estudiando Ingeniería Civil o algo relacionado.

Las cooperativas permiten que las personas tomen el control de su futuro porque no son propiedad de un patrón de un montón de accionistas, y los beneficios económicos y sociales de su actividad se quedan en las comunidades donde se establecen. 

Fuentes:
elpais.com/diario/1996/12/26/opinion/851554801_850215.html  
pueblolomas.blogspot.com/2008/10/lomas-de-zamora-obras-del-plan-agua.html

*Martha Tepepa es investigadora-profesora en el Instituto Levy de Economía en Bard College. También es colaboradora en el programa La Voz con Mariel Fiori en Radio Kingston en su columna Hablemos de economía.

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