Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
En marzo de 2018 en esta misma página de La Voz escribía que “lo que decimos y cómo lo decimos importa mucho más de lo que pensamos” y animaba a todes a pensar cómo vamos a expresarnos ahora que nos damos cuenta de que las palabras que usamos tienen el poder de hacer daño, o hacer bien; de borrar y excluir, o de sumar e incluir. Y sabemos que hablamos como pensamos: porque el lenguaje es cultura y pensamiento. El idioma moldea nuestra forma de mirar el mundo.
Nuestro idioma castellano, o español, así de bello y rico como es, tiene un defecto insalvable en pleno 2021: es sexista, androcéntrico, o sea que usa el masculino para generalizar. Ejemplo rapidito: en un salón donde hay nueve mujeres invitadas, y un hombre invitado, nos referimos a todo el grupo como “los invitados”. ¿Por qué? Porque siempre se usó así, y así es… Hasta que ya no queremos más ser borradas de un plumazo, y buscamos alternativas.
El lenguaje inclusivo, una frase que tiene más de un millón cuatrocientas diez mil entradas en Google, aporta algunas de esas alternativas. El idioma está en constante evolución y cambio, como nosotros mismos (o nosotras mismas, o nosotres mismes), después de más de un año de sobrevivir una pandemia mundial que nos ha dejado reflexionando sobre cómo existir con más compasión y empatía por todas las especies que habitan nuestro planeta Tierra, incluyendo nuestra querida especie humana. Si el idioma no estuviera en constante cambio, pues estaríamos hablando latín, o el español incipiente del Quijote de la Mancha, que lo entendemos leído, pero que nadie, ni siquiera en España, lo usa al hablar.
En su libro, Lenguaje inclusivo y exclusión de clase, publicado este año, Brigitte Vasallo dice: “Lo que hacemos al hablar en femenino, en neutro, duplicando o utilizando cualquier otra fórmula, no es resolver sino mostrar el desasosiego, desnaturalizar, generar ruido, propiciar un desplazamiento, intervenirlo”. Se trata de un zumbido para que no olvidemos, más de setenta años después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que aún falta mucho trabajo para que se acabe de cumplir su artículo 2: todas las personas tenemos los mismos derechos y libertades, sea cual sea nuestra condición, orientación u origen, opinó Jorge Carrión en el New York Times a fines de marzo. De hecho, en 2019, la Organización de las Naciones Unidas, que tiene al español como uno de los seis idiomas oficiales, publicó una orientación para que su personal emplee el lenguaje inclusivo en cuanto al género como constructo sociocultural.
En la revista La Voz usamos siempre que podemos lo que se llama lenguaje inclusivo indirecto, es decir, frases generalmente gramaticalmente aceptadas para parar con el sexismo original (que codifica la perspectiva masculina como la norma). Decimos ser humano, o personas, en vez de hombre, cuando la idea se refiere a hombres y mujeres; o decimos la gerencia o la dirección, en vez de el director y el gerente, cuando estamos hablando de una posición en general, por dar unos ejemplos. Pero este año decidimos hacer este esfuerzo público (a través de esta editorial) y también aplicarlo de la manera más consistente posible tanto en cada página de la revista como en nuestras plataformas sociales. Escribo sobre este esfuerzo para que quienes leen esta revista nos puedan avisar si encuentran expresiones que podrían haber sido más inclusivas ([email protected]), para que este viaje sea una tarea compartida. ¡Si aceptan el desafío!
En esta editorial también me tomo la licencia de usar el lenguaje inclusivo directo, reemplazando en mi caso la o por la e, así les puedo decir a todes que hay mucho más en este mundo que hombres y mujeres, y que aquí son bienvenides. Claro que esta manera de expresarse todavía requiere de mucha práctica y adaptación. Además de que es más común en la lengua hablada que en la escrita. Por ahora, a la e solo la verán en raras ocasiones en la revista La Voz. Por ahora.
Mariel Fiori
Directora
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COPYRIGHT 2021
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
Nuestro idioma castellano, o español, así de bello y rico como es, tiene un defecto insalvable en pleno 2021: es sexista, androcéntrico, o sea que usa el masculino para generalizar. Ejemplo rapidito: en un salón donde hay nueve mujeres invitadas, y un hombre invitado, nos referimos a todo el grupo como “los invitados”. ¿Por qué? Porque siempre se usó así, y así es… Hasta que ya no queremos más ser borradas de un plumazo, y buscamos alternativas.
El lenguaje inclusivo, una frase que tiene más de un millón cuatrocientas diez mil entradas en Google, aporta algunas de esas alternativas. El idioma está en constante evolución y cambio, como nosotros mismos (o nosotras mismas, o nosotres mismes), después de más de un año de sobrevivir una pandemia mundial que nos ha dejado reflexionando sobre cómo existir con más compasión y empatía por todas las especies que habitan nuestro planeta Tierra, incluyendo nuestra querida especie humana. Si el idioma no estuviera en constante cambio, pues estaríamos hablando latín, o el español incipiente del Quijote de la Mancha, que lo entendemos leído, pero que nadie, ni siquiera en España, lo usa al hablar.
En su libro, Lenguaje inclusivo y exclusión de clase, publicado este año, Brigitte Vasallo dice: “Lo que hacemos al hablar en femenino, en neutro, duplicando o utilizando cualquier otra fórmula, no es resolver sino mostrar el desasosiego, desnaturalizar, generar ruido, propiciar un desplazamiento, intervenirlo”. Se trata de un zumbido para que no olvidemos, más de setenta años después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que aún falta mucho trabajo para que se acabe de cumplir su artículo 2: todas las personas tenemos los mismos derechos y libertades, sea cual sea nuestra condición, orientación u origen, opinó Jorge Carrión en el New York Times a fines de marzo. De hecho, en 2019, la Organización de las Naciones Unidas, que tiene al español como uno de los seis idiomas oficiales, publicó una orientación para que su personal emplee el lenguaje inclusivo en cuanto al género como constructo sociocultural.
En la revista La Voz usamos siempre que podemos lo que se llama lenguaje inclusivo indirecto, es decir, frases generalmente gramaticalmente aceptadas para parar con el sexismo original (que codifica la perspectiva masculina como la norma). Decimos ser humano, o personas, en vez de hombre, cuando la idea se refiere a hombres y mujeres; o decimos la gerencia o la dirección, en vez de el director y el gerente, cuando estamos hablando de una posición en general, por dar unos ejemplos. Pero este año decidimos hacer este esfuerzo público (a través de esta editorial) y también aplicarlo de la manera más consistente posible tanto en cada página de la revista como en nuestras plataformas sociales. Escribo sobre este esfuerzo para que quienes leen esta revista nos puedan avisar si encuentran expresiones que podrían haber sido más inclusivas ([email protected]), para que este viaje sea una tarea compartida. ¡Si aceptan el desafío!
En esta editorial también me tomo la licencia de usar el lenguaje inclusivo directo, reemplazando en mi caso la o por la e, así les puedo decir a todes que hay mucho más en este mundo que hombres y mujeres, y que aquí son bienvenides. Claro que esta manera de expresarse todavía requiere de mucha práctica y adaptación. Además de que es más común en la lengua hablada que en la escrita. Por ahora, a la e solo la verán en raras ocasiones en la revista La Voz. Por ahora.
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