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¡El verano se marcha…!<br /><br />De pronto escuché al amanecer una voz que gritaba a todos aquellos que no se daban cuenta, y que parecían estar sumergidos en un sueño profundo: <em>¡El verano se marcha …!¡El verano se marcha …!</em><br />                Me levanté aturdido y apurándome a la ventana me asomé para contemplar la calle vacía que olía a viento del Norte.<br />-“¿Habrá sido el susurro de los árboles o tal vez algún esquizofrénico gritando en la esquina?” Me dije a mí mismo. Y, abriendo mi ventana de par en par, continué investigando esa voz que parecía venir del más allá.<br />-“Que yo sepa, los muertos no hablan… Por otra parte, ¿Qué persona en su sano juicio vocearía ésta frase: el verano se marcha?, ah!” Me pregunté otra vez hablando conmigo mismo. –Tal vez fue un sueño que parecía realidad, pero, ¿a quién le interesaría tal información?” Mientras seguía con ésta conversación interior, alcé mis ojos al cielo para ver a una manada de pájaros migratorios que se dirigían al sur emitiendo de vez en vez un sonido que parecía estar diciendo, “Adiós a todos, os dejamos con el triste otoño que ya va llegando. ¡Nosotros, nos vamos al Sur donde nos encontraremos con el calor y el verano otra vez!”<br />                En fin, todavía no podía resolver la incógnita del emisor de aquella alerta sobre el verano.<br />-“De todas formas ¡no importa tanto!” Traté de calmarme como intentando no preocuparme.<br />                El caso es que realmente el verano se marcha. Sí, lentamente se va marchando el verano con lágrimas en las nubes. Y deja que a las hojas amarillentas se las lleve el viento para dejarlas en montones, cubriendo el verde césped que se agarra al calor de la tierra y de la lluvia pasada.<br />-“A cualquiera que perteneciese esa voz de alerta, no cabe duda de que no había hecho otra cosa más que confirmar una realidad”, continué pensando en voz alta.<br />-“Ah! El otoño, ese otoño oscuro y siniestro que no es friolento ni caluroso… se nos cuela de contrabando!” me dije con una sonrisa jocosa en esa mañana silenciosa.<br />                El verano se marcha llevándose consigo todos los alientos de los jazmines y de los claveles, que tanto disfrutamos juntos, sentados al borde del estanque, que conserva aún esos preciosos peces rojos. Y yo me pregunto si la voz que dio la alerta conoce donde va a parar el verano.<br />                Luego de un improvisado arranque saqué mi cabeza por la ventana y empecé a susurrar algo intentando conversar con el autor de la alerta: “Sí, lo sé…se marcha para continuar su estancia en mi Pueblo allá a la otra orilla del mar donde se sentará en un banco del paseo marítimo y conversará con los barquillos atracados en el Puerto Noray”.<br />                Hablaba en voz baja mirando para todos lados. Luego, me paré un momento para saber si alguien me había oído o si alguien había respondido.<br />                Nada, sólo el silbido del viento que rozaba las hojas de los altos árboles alineados a lo largo de la calle de mi casa del valle del Hudson.<br />                De pronto vi la silueta de un hombre que caminaba con un perro. No lo conocí hasta que estuvo cerca de mi casa. Era mi vecino que paseaba a su perro en esa mañana temprano, como lo hace siempre casi ritualmente.<br />“¿Había sido acaso el vecino el que pregonó la alerta de la marcha del verano?”, me pregunté poco crédulo de una afirmación consecuente. “No, no puede ser, el vecino es un hombre mayor y serio ¡que no habla castellano!”<br />                Entonces, dándome prisa, me puse el jersey y las zapatillas para salir al encuentro de mi vecino. Quería preguntarle si había escuchado aquella voz que parecía venir por detrás de os árboles de la granja de enfrente. Cuando me vio cerca me dijo:<br />-“Buenos días vecino”<br />-“Buenos días” le respondí y sin ninguna otra introducción agregué-“…Perdone que le pregunte pero, ¿por casualidad no habrá oído usted a alguien que repetía una frase en voz alta esta misma mañana?”<br />-“No, no he oído nada excepto el caminar de mis pasos y el murmullo del viento flojo que está soplando. Tal vez presagiando algo… pero, por supuesto, el viento no habla!”<br />-“Sí, cierto, tal vez fue una imaginación mía… ¡Gracias y que tenga usted un buen día!” Me despedí del vecino un poco decepcionado. Pues quería asegurarme de que la voz que había escuchado no era una simple imaginación mía y esperaba que al menos otra persona la hubiera oído.<br />                No obstante, me volví a la casa convencido de que no era mi imaginación, sino una voz real que hablaba en castellano. Y me pregunté si se haría oír tal vez en otros barrios donde viven otros castellano parlantes para recordarles que se apresuren a disfrutar los últimos días del verano. Quien quiera que fuese esa voz quisiera agradecerle la molestia que se ha tomado en alertarnos…<br />                Una vez en mi oficina aquel día del trabajo, le dije en castellano a la secretaria:<br />-<em>El Verano se marcha…El Verano se marcha</em><br />Y ella sonriendo me contestó:<br />-“I beg your pardon”
¡El verano se marcha…!

De pronto escuché al amanecer una voz que gritaba a todos aquellos que no se daban cuenta, y que parecían estar sumergidos en un sueño profundo: ¡El verano se marcha …!¡El verano se marcha …!
                Me levanté aturdido y apurándome a la ventana me asomé para contemplar la calle vacía que olía a viento del Norte.
-“¿Habrá sido el susurro de los árboles o tal vez algún esquizofrénico gritando en la esquina?” Me dije a mí mismo. Y, abriendo mi ventana de par en par, continué investigando esa voz que parecía venir del más allá.
-“Que yo sepa, los muertos no hablan… Por otra parte, ¿Qué persona en su sano juicio vocearía ésta frase: el verano se marcha?, ah!” Me pregunté otra vez hablando conmigo mismo. –Tal vez fue un sueño que parecía realidad, pero, ¿a quién le interesaría tal información?” Mientras seguía con ésta conversación interior, alcé mis ojos al cielo para ver a una manada de pájaros migratorios que se dirigían al sur emitiendo de vez en vez un sonido que parecía estar diciendo, “Adiós a todos, os dejamos con el triste otoño que ya va llegando. ¡Nosotros, nos vamos al Sur donde nos encontraremos con el calor y el verano otra vez!”
                En fin, todavía no podía resolver la incógnita del emisor de aquella alerta sobre el verano.
-“De todas formas ¡no importa tanto!” Traté de calmarme como intentando no preocuparme.
                El caso es que realmente el verano se marcha. Sí, lentamente se va marchando el verano con lágrimas en las nubes. Y deja que a las hojas amarillentas se las lleve el viento para dejarlas en montones, cubriendo el verde césped que se agarra al calor de la tierra y de la lluvia pasada.
-“A cualquiera que perteneciese esa voz de alerta, no cabe duda de que no había hecho otra cosa más que confirmar una realidad”, continué pensando en voz alta.
-“Ah! El otoño, ese otoño oscuro y siniestro que no es friolento ni caluroso… se nos cuela de contrabando!” me dije con una sonrisa jocosa en esa mañana silenciosa.
                El verano se marcha llevándose consigo todos los alientos de los jazmines y de los claveles, que tanto disfrutamos juntos, sentados al borde del estanque, que conserva aún esos preciosos peces rojos. Y yo me pregunto si la voz que dio la alerta conoce donde va a parar el verano.
                Luego de un improvisado arranque saqué mi cabeza por la ventana y empecé a susurrar algo intentando conversar con el autor de la alerta: “Sí, lo sé…se marcha para continuar su estancia en mi Pueblo allá a la otra orilla del mar donde se sentará en un banco del paseo marítimo y conversará con los barquillos atracados en el Puerto Noray”.
                Hablaba en voz baja mirando para todos lados. Luego, me paré un momento para saber si alguien me había oído o si alguien había respondido.
                Nada, sólo el silbido del viento que rozaba las hojas de los altos árboles alineados a lo largo de la calle de mi casa del valle del Hudson.
                De pronto vi la silueta de un hombre que caminaba con un perro. No lo conocí hasta que estuvo cerca de mi casa. Era mi vecino que paseaba a su perro en esa mañana temprano, como lo hace siempre casi ritualmente.
“¿Había sido acaso el vecino el que pregonó la alerta de la marcha del verano?”, me pregunté poco crédulo de una afirmación consecuente. “No, no puede ser, el vecino es un hombre mayor y serio ¡que no habla castellano!”
                Entonces, dándome prisa, me puse el jersey y las zapatillas para salir al encuentro de mi vecino. Quería preguntarle si había escuchado aquella voz que parecía venir por detrás de os árboles de la granja de enfrente. Cuando me vio cerca me dijo:
-“Buenos días vecino”
-“Buenos días” le respondí y sin ninguna otra introducción agregué-“…Perdone que le pregunte pero, ¿por casualidad no habrá oído usted a alguien que repetía una frase en voz alta esta misma mañana?”
-“No, no he oído nada excepto el caminar de mis pasos y el murmullo del viento flojo que está soplando. Tal vez presagiando algo… pero, por supuesto, el viento no habla!”
-“Sí, cierto, tal vez fue una imaginación mía… ¡Gracias y que tenga usted un buen día!” Me despedí del vecino un poco decepcionado. Pues quería asegurarme de que la voz que había escuchado no era una simple imaginación mía y esperaba que al menos otra persona la hubiera oído.
                No obstante, me volví a la casa convencido de que no era mi imaginación, sino una voz real que hablaba en castellano. Y me pregunté si se haría oír tal vez en otros barrios donde viven otros castellano parlantes para recordarles que se apresuren a disfrutar los últimos días del verano. Quien quiera que fuese esa voz quisiera agradecerle la molestia que se ha tomado en alertarnos…
                Una vez en mi oficina aquel día del trabajo, le dije en castellano a la secretaria:
-El Verano se marcha…El Verano se marcha
Y ella sonriendo me contestó:
-“I beg your pardon”

Crónicas de Nueva York

Por Mohamed Toufali
August 2004
COPYRIGHT 2004
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson

 

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