Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Opinion
De la cocina a la calle, o como (no) vivir la catástrofe
Texto en tres actos
Por Daniel Noemà Voinonmaa
January 2004
De la cocina a la calle, o como (no) vivir la catástrofe
Texto en tres actos
I.De las muchas cosas que sorprenden al incauto viajero (veámoslo: lleno de energías, casi feliz a pesar del largo viaje, un poco nervioso ante la novedad, impaciente ante el futuro que se avecina cual avalancha), durante sus primeros días en los Estados Unidos, es lo poco que necesita emplear el inglés. En efecto, con excepción de un par de lugares y momentos, no le resulta difícil desenvolverse en otra lengua. De la casualidad, además, que el viajero de nuestra historia proviene de algún lugar al sur de la frontera; así, como por arte de magia, junto con su pasaporte mirando con sospechas en inmigración y sus ojos brillosos de purita vida, atraviesan la anhelada frontera Cervantes, Garcilaso, Vallejo, Neruda, García Márquez, la señora de la casa al lado, el flaco de la esquina, Gardel y Lucho Gatica. Y los escucha hablar en el subway, en esas esquinas que no conoce, en el baño de un bar, en las ridiculeces de algunos políticos y, especialmente, en las cocinas de los restaurantes, en las conversaciones de los trabajadores de la limpieza, en el ritmo inconfundible de una canción.
U nuestro viajero, oh, desocupado lector, no tarda en percatarse que su lengua ocupa un lugar servicial en esta plural sociedad a la cual ha arribado. Una posición peligrosa… De la sorpresa pasa a la rebeldía y de esta al desencanto y la desazón: ‘No es la lengua, se dice, el problema. Somos nosotros.’ Pero rápidamente, una luz –quizá el recuerdo de su lejana tierra- revierte la frase: el problema no somos nosotros. El problema está en otra parte. Otra parte de la cual uno muy luego se hace parte y participante. Pero siempre ahí nomás, como quien no quiere la cosa, poh. Ciudadano post-mortem; y no es una exageración, se dice. No olvidemos al ilegal soldado que muriendo por los EEUU en Medio Oriente, recibió del gobierno, por su heroica acción en defensa de los principios universales del petróleo y la verdad, la ciudadanía yanqui. Thank you, very much Indeed. Quizás San Pedro prefiere el pasaporte gringo. Perhaps.
II.Vivimos la catástrofe. Aquella catástrofe permanente que es la historia. Y ahora nuestro ‘progreso’ se ha empeñado en acelerar de modo inaudito la acumulación de desechos. El posicionamiento de la comunidad hispano/latina (términos que prefiero no discutir aquí) en este USA que te usa es visualización de ello. Viviendo con y en un gobierno que hace del sin sentido y la violencia brutal la regla; insertos en una sociedad en que desde el discurso oficial se respeta más el color de las tarjetas de crédito que el de la piel; con el sueño americano convertido en una pesadilla hollywoodense, la búsqueda por una salida (que es, en realidad, la búsqueda de una verdadera entrada, como ‘igual’), este inmigrante se consuela pensando que está mejor que ‘allá.’ Pero allá y ayer han dejado de existir. Se encuentra, entonces, sin pasado y sin futuro, y con un futuro que prefiere olvidar. ¿Qué hacer? ¿Cuál es, como es, donde está el por-venir?
III.Para una ética de la verdad. Para no convertir el ‘respeto’ a la diferencia en un aniquilamiento de la diferencia. Hay una necesidad radical de darnos cuenta que no se trata de una lucha individual y secretaria: solo en la multiplicidad de causeas y sueños podemos hallar un camino. Globalicemos la globalización: sepamos que nuestras búsquedas son también las búsquedas de ortos. A pesar de todo (y quizá por ello), en estos tiempos ucrónicos más que utópicos, el instante de la calle sigue siendo una posibilidad de resistencia, de oposición democrática. Lo cual no implica, por cierto, la certeza de una solución, más si la suma de microinstantes y de microefectos/afectos sociales. Las marchas por la paz en Medio Oriente, la huelga de los trabajadores en la Universidad de Yale, no alientan a pensar que el pasado es aun recuperable: no para volverlo a vivir sino para aprender de él; pues solo de ese modo, blandiendo en alto la esperanza de la memoria podremos sobrevivir a la catástrofe del olvido.
*Daniel Noemi Voinomaa es profesor de castellano y Literatura latinoamericana en Bard College. Magister: Distinción máxima de la Universidad de Chile y actualmente candidato al doctorado por la Universidad de Yale. Ha publicado artículos en la Afro-Hispanic Review, Ciberletras 8 y Casa de las Américas.back to top
COPYRIGHT 2004
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
Texto en tres actos
I.De las muchas cosas que sorprenden al incauto viajero (veámoslo: lleno de energías, casi feliz a pesar del largo viaje, un poco nervioso ante la novedad, impaciente ante el futuro que se avecina cual avalancha), durante sus primeros días en los Estados Unidos, es lo poco que necesita emplear el inglés. En efecto, con excepción de un par de lugares y momentos, no le resulta difícil desenvolverse en otra lengua. De la casualidad, además, que el viajero de nuestra historia proviene de algún lugar al sur de la frontera; así, como por arte de magia, junto con su pasaporte mirando con sospechas en inmigración y sus ojos brillosos de purita vida, atraviesan la anhelada frontera Cervantes, Garcilaso, Vallejo, Neruda, García Márquez, la señora de la casa al lado, el flaco de la esquina, Gardel y Lucho Gatica. Y los escucha hablar en el subway, en esas esquinas que no conoce, en el baño de un bar, en las ridiculeces de algunos políticos y, especialmente, en las cocinas de los restaurantes, en las conversaciones de los trabajadores de la limpieza, en el ritmo inconfundible de una canción.
U nuestro viajero, oh, desocupado lector, no tarda en percatarse que su lengua ocupa un lugar servicial en esta plural sociedad a la cual ha arribado. Una posición peligrosa… De la sorpresa pasa a la rebeldía y de esta al desencanto y la desazón: ‘No es la lengua, se dice, el problema. Somos nosotros.’ Pero rápidamente, una luz –quizá el recuerdo de su lejana tierra- revierte la frase: el problema no somos nosotros. El problema está en otra parte. Otra parte de la cual uno muy luego se hace parte y participante. Pero siempre ahí nomás, como quien no quiere la cosa, poh. Ciudadano post-mortem; y no es una exageración, se dice. No olvidemos al ilegal soldado que muriendo por los EEUU en Medio Oriente, recibió del gobierno, por su heroica acción en defensa de los principios universales del petróleo y la verdad, la ciudadanía yanqui. Thank you, very much Indeed. Quizás San Pedro prefiere el pasaporte gringo. Perhaps.
II.Vivimos la catástrofe. Aquella catástrofe permanente que es la historia. Y ahora nuestro ‘progreso’ se ha empeñado en acelerar de modo inaudito la acumulación de desechos. El posicionamiento de la comunidad hispano/latina (términos que prefiero no discutir aquí) en este USA que te usa es visualización de ello. Viviendo con y en un gobierno que hace del sin sentido y la violencia brutal la regla; insertos en una sociedad en que desde el discurso oficial se respeta más el color de las tarjetas de crédito que el de la piel; con el sueño americano convertido en una pesadilla hollywoodense, la búsqueda por una salida (que es, en realidad, la búsqueda de una verdadera entrada, como ‘igual’), este inmigrante se consuela pensando que está mejor que ‘allá.’ Pero allá y ayer han dejado de existir. Se encuentra, entonces, sin pasado y sin futuro, y con un futuro que prefiere olvidar. ¿Qué hacer? ¿Cuál es, como es, donde está el por-venir?
III.Para una ética de la verdad. Para no convertir el ‘respeto’ a la diferencia en un aniquilamiento de la diferencia. Hay una necesidad radical de darnos cuenta que no se trata de una lucha individual y secretaria: solo en la multiplicidad de causeas y sueños podemos hallar un camino. Globalicemos la globalización: sepamos que nuestras búsquedas son también las búsquedas de ortos. A pesar de todo (y quizá por ello), en estos tiempos ucrónicos más que utópicos, el instante de la calle sigue siendo una posibilidad de resistencia, de oposición democrática. Lo cual no implica, por cierto, la certeza de una solución, más si la suma de microinstantes y de microefectos/afectos sociales. Las marchas por la paz en Medio Oriente, la huelga de los trabajadores en la Universidad de Yale, no alientan a pensar que el pasado es aun recuperable: no para volverlo a vivir sino para aprender de él; pues solo de ese modo, blandiendo en alto la esperanza de la memoria podremos sobrevivir a la catástrofe del olvido.
*Daniel Noemi Voinomaa es profesor de castellano y Literatura latinoamericana en Bard College. Magister: Distinción máxima de la Universidad de Chile y actualmente candidato al doctorado por la Universidad de Yale. Ha publicado artículos en la Afro-Hispanic Review, Ciberletras 8 y Casa de las Américas.back to top
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