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Cuento

P’al pueblo

Por Judith Martínez Ph.D.
March 2019
Ya mejor me voy p’al pueblo. Ya nomás que ajuste los veintiuno este año les arreglo a mis papás y ya, libre al fin. Ni sé por qué la gente se viene a este lado, aquí puro encierro. El pueblo está mucho más suave. Ahí sí me la paso bien. Ya le dije a mi mamá, dice que no sabe por qué le salí así. Pero ya le dije que aquí me aburro. Desde que me gradué de la escuela no tengo nada que hacer. Trabajé un tiempo en el Denny’s, pero ahí te ponen a hacer muchas cosas y te cansas mucho. Dice mi mamá que por burra, porque me salí de la universidad, pero ni me gustaba, nunca fui buena pa’ las cuentas, y los libros estaban rete caros. Antes me iba bien, cuando íbamos a la escuela en Chicago de niñas, pero como por ahí de los nueve años nos regresamos pa’l pueblo, ahí es cuando supe lo que era vida.  Nos fuimos porque mi mamá dijo que extrañaba, que ya no aguantaba el trabajo, y además ya había juntado suficientes dólares, y que con eso nos alcanzaba para vivir allá un tiempo.  Mi papá se puso a construir una casita allá en el pueblo, junto a la de mi abuelita, pero no la terminó.  Hasta que se nos acabó el dinero. Mis papás dijeron que sí estábamos mejor acá, y que la habían regado porque allá ni había de dónde sacar pa’comer,  y además qu’esque por el inglés para nosotras y esas cosas de las oportunidades que uno tiene por ser de acá, pero ni sé por qué dicen que es mejor tener papeles, nomás por el trabajo yo creo, porque aunque nací acá yo soy más mexicana que nada, y hasta oigo pura banda, siempre digo que soy hecha en México. Yo no soy como esas que se creen bien mucho y se portan como las güeras, por eso mejor ya me voy p’al pueblo de vuelta. 

Esa vez nos devolvimos acá terminando el segundo de secundaria.  Ahí sí mi mamá dijo que ni de pendeja se regresaba con coyote, y le caló a sacar la visa. Sí se la dieron. Ella se vino en el avión sola y mi papá sí se cruzó por el desierto porque ya lo habían agarrado una vez, y por ahí era más barato. Nosotras viajamos aparte, con una tía que ya se había hecho gringa, para que la migra no sospechara. Regresamos a vivir en Cicero, ahí era más barato que en el mero Chicago, ya ni me acordaba del inglés. Desde ahí ya nunca me gustó la escuela, a los maestros ni les importaba, ni a mí, además casi todo era en español, que por lo del programa bilingüe, pero yo me quería ir p’al pueblo, con mis primas, a la plaza, acá ni hay nada que hacer.

Dicen que en Chicago hay una Torre de no sé cuántos metros con el piso de vidrio hasta mero arriba y que de ahí se ve toda la ciudad, y que hay una playa en el centro por el tal Navy Peer también, pero nunca hemos ido nosotras, mi mamá no nos deja ir solas en el tren.  Ella y mi papá se van a trabajar desde las cuatro y media de la mañana, ya no los alcanzo a ver cuando regresan de noche. Yo ya tengo mi juntadito, mis estrenes, mi tele y mi edredón pa’ mi cama. Ya no más que les arregle papeles, y ahora sí, derechito de vuelta p’al pueblo.
 
*Judith Martínez Ph.D. tiene un doctorado en literatura comparativa y estudios culturales, investigadora de temas de violencia, procesos de la migración forzada, modernización obligada, neoliberalismo, novelas narco, etc. Actualmente es profesora de la Universidad Estatal de Missouri en el Departamento de Lenguas Modernas y Clásicas, en Springfield, Missouri.
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