add this print this page

La Historia de Karla

La entrevista de temor creíble

Por Kathryn Sajdak
September 2018
Kathryn Sajdak, psicóloga, pasó una semana en el mes de julio como voluntaria en el centro de Detención Familiar para inmigrantes de Dilley, Texas. Allí conoció a Karla.

 
Karla siempre fue muy persistente.

El padre de Karla murió cuando ella tenía apenas tres años. Su mamá se volvió a casar y cuando Karla cumplió ocho años, su padrastro empezó a abusar sexualmente de ella. Al compartir sus historias de trauma, nadie la creyó. Siguió pasando el abuso hasta que por fin un día su mamá fue testigo de lo que hacía su esposo. El mismo día la mamá de Karla corrió al hombre que tanto maltrataba a su hija, pero desafortunadamente la huella psicológica que dejó el abuso en Karla no fue tan fácil de despedir.

Años más tarde, Karla fue víctima del abuso emocional y físico de su esposo, Hugo. Durante ocho años Karla luchó para que Hugo apoyara a los cuatro hijos que tenían. Pero en lugar de ayudar, Hugo se pasó el tiempo engañándola y viviendo con otras mujeres. Sin el apoyo de Hugo, Karla no tuvo más remedio que seguir tratando de proveer para su familia ella sola. Tomando trabajos en dónde se le aparecieran, Karla terminó haciendo y vendiendo pulseras y rosarios frente a la basílica de su pueblo hasta que un día el alcalde le ordenó pagar una cuota de 500 quetzales. Sin recursos suficientes como para pagar esta suma, finalmente la policía le confiscó toda su mercancía. Karla persistió: siguió limpiando baños y encontrando trabajo donde pudiera para mantener a su familia.

A pesar de que Hugo ya no formaba parte de su vida, Karla estaba decidida en asegurar el futuro de sus hijos, y siguió pidiéndole a Hugo que los apoyara. Cada vez que le rogaba, Hugo se irritaba, hasta que un día la amenazó de muerte si le seguía pidiendo dinero.

Determinada a escaparse del abuso y de las amenazas a su vida y a la vida de sus niños, Karla dejó a sus tres hijos mayores con su mamá y salió con su hijo el más pequeño, Héctor. Junto a su hermana y su sobrina, la familia llegó a la frontera de Texas, al punto de entrada que anteriormente había sido utilizado por solicitantes de asilo. Pero lo que no sabían era que el nuevo gobierno estadounidense, este punto de entrada había sido cerrado. Después de haber cruzado miles de millas y de haber llegado hasta la puerta de Estados Unidos, a  Karla y a su familia se les negó la entrada. Lejos de su casa y sin recursos, decidieron cruzar ilegalmente a través del río.

El grupo fue detenido en el intento. Por alguna razón, ese día a la hermana y a la sobrina de Karla las dejaron ir, y juntas se fueron a Los Ángeles a la casa de un primo, Luis. Mientras que a Karla y a Héctor los mantuvieron en el centro de detención familiar de Dilley, en el estado de Texas. Karla siempre se preguntará porque su hermana fue liberada ese día y ella no. Es una pregunta que probablemente nunca se llegará a resolver.

A fin de establecer “Temor creíble”, es necesario demostrar: A) que la cliente ha sido dañada o ha recibido una amenaza de vida, B) que sería imposible el traslado a otra parte de su país de origen, y C) que existe nexo, una conexión ya sea racial, religiosa, de creencia política o de alguna otra característica personal e inalterable que forma el motivo de la amenaza.

El caso de Karla satisfacía las dos primeras condiciones: su vida había sido amenazada, más que una sola vez, y también había sido abusada por la familia de Hugo. Pero la tercera condición, el nexo, no era obvia de inmediato.

Una de las formas aceptadas de establecer nexo de creencia política es la creencia en los derechos de las mujeres. Le pregunté a Karla si sabía lo que era ser feminista, a lo que respondió: “No.” Le expliqué que una feminista era alguien que creía que las mujeres y los hombres merecían los mismos derechos, incluyendo igualdad de sueldo. Luego le pregunté si creía en estos principios, a lo cual me respondió: “Soy feminista”.

Atender a las audiencias judiciales de Temor Creíble es algo muy desconcertante. Por la forma en que están diseñados los cuartos, los asesores legales no llegan a ver a los oficiales, mucho menos a ver sus expresiones o su comportamiento físico. Al parecer, los oficiales responsables en tomar decisiones de vida y muerte para estas mujeres han sido entrenados en verse completamente impenetrables y fríos. Además, a los voluntarios no los dejan hablar por parte de sus clientes. De esta forma las entrevistas que seguidamente representan la única oportunidad de asilo para los clientes, son completamente sujetas a la subjetividad del oficial.

El día de su entrevista llovía fuerte cuando salió Karla al área de reunión para que la acompañara a su audiencia judicial. Sus ojos negros brillaban bajo la capucha verde de la chamarra impermeable que le había proporcionado el estado. Yo sabía que el futuro de Karla dependía de la subjetividad de los oficiales y por eso sentía miedo por ella y lo que la esperaba.

Sentadas en la sala de espera, observamos un insecto grande y negro caminar de un lado al otro del cuarto. Karla se paró para matarlo pero la detuve: “Karla, ¡no lo mates! Es un chapulín, trae buena suerte”. Noté que el chapulín estaba herido en una de sus patas traseras, pero a pesar de esto, resuelto en escalar una silla de metal, el insecto logró su meta. Quizás fuera una señal.

Al rato, un oficial nos vino a buscar y nos llevó al cuarto de entrevistas. Karla tuvo dificultad en responder a sus preguntas, y frecuentemente daba respuestas exageradamente largas, tal vez queriendo dar la mayor información posible. El intérprete que atendía la sesión telefónicamente se irritaba con las historias largas de Karla, pero en cambio el oficial no se impacientaba, y en vez repetía la pregunta o la expresaba de otro modo.

Su entrevista duró dos horas. Le dí mi tarjeta a Karla, y le pedí el número de su primo Luis en Los Ángeles. Los reglamentos de ICE no dejan tocar de ninguna forma a los detenidos. Incluso una amable mano en el hombro podría llevar a la expulsión de un voluntariado de la prisión. Por eso, les había enseñado a Karla y a otros detenidos cómo dar la señal internacional de “te quiero para siempre”. La señal se hace al cruzar los brazos sobre el pecho con los puños cerrados. De esta forma nos despedimos Karla y yo.

El 16 de julio, al visitar el sitio web de ICE, me enteré que Karla había sido liberada. Llamé a Luis para verificar que la habían dejado salir de la prisión y me confirmó que Karla ya iba rumbo a Los Ángeles con Héctor. Desde entonces, hemos hablado por teléfono casi a diario. Me manda fotos de ella y de Héctor y de la iglesia a la que asisten. Está muy orgullosa de que esta semana Héctor comienza la escuela y me promete mandar fotos del primer día de clases.

Desde que llegó a Los Ángeles, Karla ha tenido dos visitas a la corte de inmigración. En cada una de estas Karla ha tenido que ir sola, y no ha sido representada por abogados. Sigo queriendo encontrarle un abogado que pueda defender su caso en Los Ángeles de forma pro bono.

Karla tiene que llevar un monitor electrónico. Para que se lo saquen, tendrá que visitar el consulado de su país y obtener dos pasaportes - uno para ella y otro para su hijo. Esta semana, Karla visitará al consulado para que le entreguen sus documentos. Después de esto, podrá conseguir trabajo.

Durante este proceso, he pensado seguido en el poema de Emily Dickinson:
 
“Si puedo salvar un corazón de que se rompa,
no viviré en vano
si puedo aliviar las penas de una vida,
remediar un dolor,
o ayudar a un petirrojo desmayado
volver a su nido,
no viviré en vano.”


*Traducción al español de Inés Chapela

 
back to top

COPYRIGHT 2018
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson

 

Comments

Sorry, there are no comments at this time.