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Morder la mano que te da de comer. Parte 1

Trabajadores agrícolas neoyorquinos sufren de tratamiento abominable

July 2016
María es una trabajadora agrícola que vive en un pueblo pequeño al oeste de Syracuse. En los 12 años desde que llegó a Nueva York, se casó, empezó una familia, y acostumbró a las cuatro estaciones de su hogar adoptivo y sus largos, desolados inviernos. Un día de enero, su esposo, que es indocumentado, salió a lavar su ropa y nunca regresó a casa.
 
Mientras esperaba en su coche afuera de la lavandería, instalando unos juegos en la tableta que había comprado para su hijo de cuatro años, la policía local se acercó al esposo de María. Rápidamente llamaron a la patrulla fronteriza, que lo detuvo en ese instante. Después de ser detenido en varios centros de internamiento durante diez meses, fue deportado a México. Regresó a Chiapas, el estado de su infancia. Ahora, María está en aprietos intentando trabajar y criar a su hijo como madre soltera. El niño a veces se enoja y se niega a hablar con su padre por teléfono.
 
“Siempre le tengo que recordar”, dice ella, “que no es la culpa de su papá”.
 
Los lagos cristalinos y los campos verdes del norte de Nuevo York no son lo que uno inmediatamente considera cuando los estadounidenses hablan de “la frontera”. Sin embargo, más de 60,000 inmigrantes obreros como María que vienen de México, Centro América y el Caribe vinieron a la región a trabajar en el floreciente sector agrícola. Trabajan horas largas y por pago mínimo en las huertas locales, vaquerías, y otras industrias de salario bajo. Sin embargo, la mayor preocupación de estos inmigrantes es la patrulla fronteriza y la policía local. Su presencia asfixiante los deja tímidos y con miedo a desaparecer en la gran máquina gubernamental de detención y deportación de inmigrantes.
 
Nueva York es un estado fronterizo con Canadá, y cualquiera que ha viajado a Montreal ha pasado por sus retenes en la autopista. Pero la jurisdicción de la patrulla fronteriza alcanza mucho más lejos: 100 millas al interior de cualquier territorio estadounidense o frontera costera. Así pudieron agarrar el esposo de María. El pueblo en donde viven se ubica un poco al sur de la costa del Lago Ontario, donde la frontera internacional cruza por el medio del lago. Según la American Civil Liberties Union, el área de la jurisdicción de la patrulla fronteriza incluye casi dos tercios de la población de los EE.UU. – alrededor  de 200 millones de personas.
 

El efecto 11 de Septiembre

 
La misión de la patrulla fronteriza es cuidar las fronteras de los Estados Unidos. En años recientes, la definición también incluye “la prevención de que terroristas y armas terroristas, incluyendo armas de destrucción masiva, entren a los Estados Unidos,” según el sitio de la agencia. En los años después de los ataques de 11 de Septiembre, el número de agentes fronterizos sobre la frontera del norte creció de 340 agentes en 2001 a 2,094 agentes en 2014. 288 de estos agentes fueron principalmente colocados en el Estado de Nueva York en 2014 (de 37 en 2001).
 
John Ghertner, médico retirado y activista que vive en Sodus, el centro de la industria de manzanas del estado, describe el gran crecimiento de actividad de la patrulla fronteriza después del 11 de Septiembre. “En aquel entonces eran tácticas de Gestapo. La patrulla fronteriza invadía Sodus todos los domingos a la mañana, recogiendo a gente de camino a la iglesia. Llenaban camiones con gente en ese tiempo.”
 
Ghertner y otros decidieron organizarse para sacar a la patrulla fronteriza de su comunidad. Se nombraron “Church Watch” -- un grupo de cerca de 20 miembros de la comunidad, incluyendo el alcalde y congresista local Dan Maffei.  Juntos, se paraban al otro lado de la calle de la iglesia católica cada domingo en la mañana, para ser testigos de lo que pasaba. Sus esfuerzos no terminaban con eso. Un grupo motivado de voluntarios de la comunidad empezó a seguir a agentes fronterizos donde sea que fueran, filmándolos y fotografiándolos. La patrulla fronteriza temía a la mala publicidad, recuerda Ghertner, y la documentación de sus actividades tanto como la exposición nacional e internacional los forzó a ser más discretos.
 
Aunque la época de incursiones ha terminado, la patrulla fronteriza encontró otras formas menos conspicuas de acosar a los inmigrantes indocumentados. Agentes fronterizos en Nueva York también prepararon retenes en el interior. Los llaman para “interpretar” para la policía local y se suben a trenes Amtrak y autobuses Greyhound que pasan por la región, incluso por rutas solamente domésticas.
 
En noviembre de 2011, la New York Civil Liberties Union, junto con la Clínica de Derechos de Inmigrantes en la Universidad de Nueva York y Familias para la Libertad, una organización de derechos de inmigrantes, produjeron un informe llamado “Justice Derailed” que examinó las redadas en transporte por la policía fronteriza en Nueva York. Abogados presentaron una demanda formal y la policía fronteriza tuvo que mostrar los documentos en los que se basa el informe. Los documentos revelaron que entre 2006-2009 casi 2,800 personas fueron arrestadas en incursiones solo en la estación de Rochester. El 76% de los arrestados había estado en el país por más de un año, y el 73% era de origen latinoamericano, lo cual indica que la policía fronteriza no buscaba gente que había cruzado la frontera Canadiense recientemente, sino inmigrantes latinos que por casualidad vivían y trabajaban en la región. Debido al patrullaje agresivo de la policía fronteriza, muchos ciudadanos de los EE.UU. y otros presentes en el país legalmente han sido afectados.
 

La historia de Cecilia

Cecilia fuma un cigarro mientras relata cómo fue parada por cuarta vez la semana después de los ataques de París del 13 de noviembre. Otra vez le preguntaron de dónde era, si era ciudadana de los EE.UU., a dónde iba. Sus ojos se ven vigilantes y cansados.
 
Vive en otro mundo comparado con su casa rural en Puerto Rico (cuyos habitantes adquirieron la ciudadanía estadounidense por ley del congreso de 1917), donde los habitantes cultivan yuca y batatas, crían caballos y vacas y “hay frutas y vegetales por todos lados”. Su esposo, Juan, se mudó de la isla al condado St. Lawrence hace cuatro años después de ver un anuncio de trabajo en un periódico puertorriqueño, y Cecilia lo siguió un año después. No fue exactamente lo que esperaba. Antes de lastimarse trabajando hace unos meses, estaba trabajando turnos de 12 horas, de cuatro de la tarde a las cuatro de la mañana, ordeñando vacas y limpiando sus casillas por el salario mínimo y a veces en condiciones extremamente frías e inseguras.
 
Cecilia se fracturó la pierna al resbalarse en una casilla que no fue correctamente limpiada con la placenta de una vaca que acababa de parir. Fuera de su trabajo, se sintió perseguida tanto por la patrulla fronteriza como la comunidad local, que trata a la gente como ella con sospecha.
 

Alimentando la prosperidad del yogurt griego

El condado de St. Lawrence, que queda en la esquina más al noreste del estado, es uno de los mayores productores de lácteos en los Estados Unidos. Nueva York, mientras tanto, es actualmente el tercer productor de leche más grande de todo el país. Según la Universidad de Cornell, la industria láctea es responsable por $14,800 millones en producción económica, y es el contribuidor de impuestos más grande de la economía agrícola del estado. Nueva York es el mayor productor del país de queso cottage, queso crema y yogurt (incluyendo el griego). Entre 2008 y 2013 la producción de leche aumentó siete veces para soportar el crecimiento de la industria del yogurt griego. Según algunos cálculos, en el 2013, el yogurt griego producido en Nueva York acaparaba un 70% de todo el yogurt griego vendido en los EE.UU., de la mano de compañías como Chobani and Fage.
 
A medida que la industria crece, algunos condados, como St.Lawrence, han tenido que consolidarse en el sector lácteo, con algunas operaciones creciendo más, forzando a los negocios familiares más pequeños a cerrar. La industria en su totalidad está marcada por imperantes peligros de salud y seguridad, horas de trabajo extremas y salarios bajos.
 
Cuando Juan empezó, los trabajadores eran una mezcla de puertorriqueños, mexicanos y amish. Dice que ahora sacaron a los mexicanos por las redadas de inmigración.
 
Juan recuerda una redada a la casa de los trabajadores una noche muy tarde. “Vinieron a la casa de los empleados alrededor de las 11 de la noche… vieron una puerta abierta y entraron a la casa, diciendo ‘Es la Policía Fronteriza, ¡todos a la sala comedor!”
 
CONTINUARÁ…
 
*Publicado originalmente en Indypendent.org
*Traducido al español por Gerardo Fuentes Escalante
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Comments

Comentario: Comentario Sin mano de obra barata no existiría este país. Los indios americanos son los únicos dueños legítimos de los Estados Unidos , los demás somos inmigrantes.
Posted: 7/9/2016