Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Ahora que han vuelto a intensificarse las redadas de inmigración, hay que ponerse abusados y desarrollar técnicas cada vez más creativas para escapar de la migra cuando llegue al hotel, restaurante o fábrica donde trabajamos.
- Sí, pues, Don Arturo, pero ¿qué podemos hacer?
- ¿Dónde trabaja usted?
- Yo trabajo en un hotel, pero no quiero decir el nombre.
- No tiene que hacerlo si no quiere. Si gusta sólo diga con qué empieza y con qué termina.
- Ah, sí, bueno, empieza con “Holiday” y termina con “Inn”.
- Yo me refería a la primera y última letra, amigo, pero, en fin, tome nota que estos son los pasos a seguir: Compre inmediatamente dos maletas de viaje, una camisa floreada y una máquina fotográfica, y de hoy en adelante vaya al trabajo en su carro con estas cosas ocultas en la cajuela. Prosiga con sus labores diariamente, como lo ha venido haciendo hasta ahora. El día que se aparezca la migra en su hotel, verá usted a más de una decena de compatriotas corriendo en todas direcciones como gallinas sin cabeza. Esos son los compañeros que están a punto de caer en manos del enemigo. Usted no cometa el error de correr sudando pánico. Aprovechando el caos, salga al estacionamiento a paso ligero y diríjase cautelosamente hasta su carro. Abra la cajuela, cámbiese la playera sudada que lleva puesta por la camisa floreada, cuélguese la cámara fotográfica en el cuello, saque las dos maletas y, con una en cada mano, reingrese al hotel por la puerta más cercana. Manteniendo el ritmo anterior, camine hasta recepción y pase por allí con indiferencia y bizarría.
- Yo no sufro de eso, Don Arturo.
- No es enfermedad, amigo. Significa que camine con gallardía y lucimiento.
- Ah, bueno, y luego ¿qué hago?
- Como le decía, llegue a recepción, donde verá a dos tipos de traje oscuro con camisa blanca y corbata (esos son de la migra). Detrás de ellos verá a unos ocho empleados sentados contra la pared mirando al suelo (esos son los compañeros que vio corriendo despavoridos a la hora del pandemónium gritando “¡Aguas, las “migrañas” ar jiir!”). No pierda la compostura ni el garbo. Sonría al pasar por recepción, haga contacto visual con la recepcionista, única y exclusivamente con la recepcionista, y diga en voz alta, como para que escuchen clarito los de la migra: “sen kiu, muchas gracias, ay lof New York, goin bak tu Puerto Rico nau”. Lo más importante es que se escuche con toda claridad eso de “goin bak tu Puerto Rico nau”. Paso seguido, salga lentamente por la entrada principal, dándose tiempo para cerciorarse de que los agentes en recepción se comunican por celular con los otros seis agentes afuera del hotel para informarles que “the guy with the suitcases is a tourist from Puerto Rico, let him go, repeat, green light, let him go”.
Si llega usted hasta esta fase del escape, ya puede empezar a respirar con alivio. Por último, pase airoso a vista y paciencia de los otros dos o tres agentes esparcidos por el estacionamiento, abra la cajuela de su carro, meta las maletas de viaje (¡no se le ocurra cambiarse la camisa floreada por la playera sudada!), cierre la cajuela, tome una foto al hotel (para el recuerdo), suba a su auto y salga respetando todas las leyes de tránsito hasta el primer “highway” que encuentre.
- ¿Y de ahí que hago?
- De ahí, no pare hasta que llegue a la casa de su primo en Nebraska.
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COPYRIGHT 2016
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- Sí, pues, Don Arturo, pero ¿qué podemos hacer?
- ¿Dónde trabaja usted?
- Yo trabajo en un hotel, pero no quiero decir el nombre.
- No tiene que hacerlo si no quiere. Si gusta sólo diga con qué empieza y con qué termina.
- Ah, sí, bueno, empieza con “Holiday” y termina con “Inn”.
- Yo me refería a la primera y última letra, amigo, pero, en fin, tome nota que estos son los pasos a seguir: Compre inmediatamente dos maletas de viaje, una camisa floreada y una máquina fotográfica, y de hoy en adelante vaya al trabajo en su carro con estas cosas ocultas en la cajuela. Prosiga con sus labores diariamente, como lo ha venido haciendo hasta ahora. El día que se aparezca la migra en su hotel, verá usted a más de una decena de compatriotas corriendo en todas direcciones como gallinas sin cabeza. Esos son los compañeros que están a punto de caer en manos del enemigo. Usted no cometa el error de correr sudando pánico. Aprovechando el caos, salga al estacionamiento a paso ligero y diríjase cautelosamente hasta su carro. Abra la cajuela, cámbiese la playera sudada que lleva puesta por la camisa floreada, cuélguese la cámara fotográfica en el cuello, saque las dos maletas y, con una en cada mano, reingrese al hotel por la puerta más cercana. Manteniendo el ritmo anterior, camine hasta recepción y pase por allí con indiferencia y bizarría.
- Yo no sufro de eso, Don Arturo.
- No es enfermedad, amigo. Significa que camine con gallardía y lucimiento.
- Ah, bueno, y luego ¿qué hago?
- Como le decía, llegue a recepción, donde verá a dos tipos de traje oscuro con camisa blanca y corbata (esos son de la migra). Detrás de ellos verá a unos ocho empleados sentados contra la pared mirando al suelo (esos son los compañeros que vio corriendo despavoridos a la hora del pandemónium gritando “¡Aguas, las “migrañas” ar jiir!”). No pierda la compostura ni el garbo. Sonría al pasar por recepción, haga contacto visual con la recepcionista, única y exclusivamente con la recepcionista, y diga en voz alta, como para que escuchen clarito los de la migra: “sen kiu, muchas gracias, ay lof New York, goin bak tu Puerto Rico nau”. Lo más importante es que se escuche con toda claridad eso de “goin bak tu Puerto Rico nau”. Paso seguido, salga lentamente por la entrada principal, dándose tiempo para cerciorarse de que los agentes en recepción se comunican por celular con los otros seis agentes afuera del hotel para informarles que “the guy with the suitcases is a tourist from Puerto Rico, let him go, repeat, green light, let him go”.
Si llega usted hasta esta fase del escape, ya puede empezar a respirar con alivio. Por último, pase airoso a vista y paciencia de los otros dos o tres agentes esparcidos por el estacionamiento, abra la cajuela de su carro, meta las maletas de viaje (¡no se le ocurra cambiarse la camisa floreada por la playera sudada!), cierre la cajuela, tome una foto al hotel (para el recuerdo), suba a su auto y salga respetando todas las leyes de tránsito hasta el primer “highway” que encuentre.
- ¿Y de ahí que hago?
- De ahí, no pare hasta que llegue a la casa de su primo en Nebraska.
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