Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Sueño americano
Mi historia, parte I
Por Wilmary Rodríguez
December 2015Mi madre me tuvo cuando tenía 20 años. Ella nunca se había casado y nunca pensó que su vida de adulta comenzaría de esta manera. Éramos pobres, en parte porque mi padre había emigrado de la República Dominicana a Nueva York cuando tan solo tenía tres meses de nacida. Mi madre tuvo que trabajar largas horas para poder sostenerme. Nunca la he culpado por no ayudarme con mis tareas o besarme cada vez que me caía. Yo era estudiante meritoria en mis clases, y yo sabía que ella estaba orgullosa. Ella estaba siempre agotada, pero siempre estaba orgullosa de mí. Esa sigue siendo hasta hoy mi definición de amor.
Mi residencia estadounidense fue procesada cuando cumplí 14 años; traté de no llorar pensando sobre la vida que me esperaba con un hombre que era un completo desconocido para mí. Me preparé para vivir con mi padre, pero cuando llegué él vivía en una pequeña habitación dentro de un apartamento con extraños. No me quedó otra que irme a vivir con una tía. Poco después, fui obligada a trabajar más de 30 horas por semana para ayudar a pagar las cuentas. Al poco tiempo, ella me responsabilizó de comprar mi propia comida. Me iba a la cama con hambre.
Sin embargo, lo peor ocurrió cuando mi tía me avisó que tenía dos semanas para irme de la casa. En un principio, pensé que era una broma, y que si trabajaba duro y me mantenía invisible... Pero dos semanas después me echó. Aquella noche dormí en el pasillo. A decir verdad, la mayoría del tiempo lloré y traté de encerrar una sensación confusa de traición.
Al día siguiente, me fui a vivir con mi padre. Acababa de cumplir 15 años, y después de todo estaría compartiendo la misma cama con él en un apartamento de extraños. Intenté mantener la compostura, pero la conducta de mi padre no ayudó. Él desaparecía durante días, y luego volvía borracho contando historias inapropiadas con detalles gráficos. Una noche, exigió fósforos para poder "encender la televisión". Traté de calmarlo, pero él me sujetó con toda su fuerza y no me soltó hasta que me vio llorando, rogándole que no me hiciera daño. Le dije que necesitaba ayuda, y que si él no iba a un hospital, yo llamaría a la policía. “Si llamas al 911”, me dijo, “olvídate de que eres mi hija”. Me quedé ahí, inmóvil, sosteniendo mi brazo. Un moretón con forma de su mano se me estaba formando. Cinco minutos más tarde, la policía vino y se llevó a mi padre al hospital psiquiátrico. Treinta minutos más tarde un trabajador social apareció y me condujo a la casa de otra tía en Nueva Jersey.
Y cuando piensas que las cosas no podrían empeorar, sí que lo hicieron. Luego de ser dado de alta, mi padre amenazó a mi tía brutalmente hasta el punto que ella exigió que me fuera de su casa. Las personas que amamos nos prometen muchas cosas. Entonces volví. Un día, mi padre comenzó a traer árboles de Navidad que otros ya habían tirado a las calles. Esto continuó hasta que hubo un colchón solitario, sucio, rodeado de árboles de plástico en nuestra habitación. En ese momento me di cuenta que mi infancia había terminado. Ya nunca podría volver a ser "La niña de papi". Llamé a mi trabajador social. Esa fue la segunda vez que envié a mi padre al hospital psiquiátrico. Me pusieron en cuidado temporal (foster care), y aquí sigo. Está lejos de ser perfecto.
A mi historia a veces se la escucha con ojos muy abiertos. ¿Cómo qué tú eres una de las ochos estudiantes en aprobar todos los exámenes estatales en tu escuela? ¿Cómo puedes sonreír todo el tiempo? Por supuesto, todavía no puedo contar esta historia sin llorar. Pero ahora sé que una historia como ésta necesita ser contada a cada niña cuya familia la rechaza, o que se enfrenta a decisiones imposibles, o que se encuentra rodeada de extraños en cuyos corazones el amor desapareció mucho antes de que ella fuera parte de sus vidas. No soy quien soy gracias a mi pasado. Soy mi pasado. Pero más importante, soy mi futuro. Mis experiencias me han demostrado que mi futuro es la única cosa que es realmente sólo mío. Por toda la oscuridad en mi pasado, me río constantemente, y cuando miro hacia el horizonte, puedo imaginar la luz hermosa y brillante que me espera al otro lado.
*Wilmary Rodríguez es estudiante de segundo año en Bard College.
*Edición en español por Tomás Guerrero.
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Sin embargo, lo peor ocurrió cuando mi tía me avisó que tenía dos semanas para irme de la casa. En un principio, pensé que era una broma, y que si trabajaba duro y me mantenía invisible... Pero dos semanas después me echó. Aquella noche dormí en el pasillo. A decir verdad, la mayoría del tiempo lloré y traté de encerrar una sensación confusa de traición.
Al día siguiente, me fui a vivir con mi padre. Acababa de cumplir 15 años, y después de todo estaría compartiendo la misma cama con él en un apartamento de extraños. Intenté mantener la compostura, pero la conducta de mi padre no ayudó. Él desaparecía durante días, y luego volvía borracho contando historias inapropiadas con detalles gráficos. Una noche, exigió fósforos para poder "encender la televisión". Traté de calmarlo, pero él me sujetó con toda su fuerza y no me soltó hasta que me vio llorando, rogándole que no me hiciera daño. Le dije que necesitaba ayuda, y que si él no iba a un hospital, yo llamaría a la policía. “Si llamas al 911”, me dijo, “olvídate de que eres mi hija”. Me quedé ahí, inmóvil, sosteniendo mi brazo. Un moretón con forma de su mano se me estaba formando. Cinco minutos más tarde, la policía vino y se llevó a mi padre al hospital psiquiátrico. Treinta minutos más tarde un trabajador social apareció y me condujo a la casa de otra tía en Nueva Jersey.
Y cuando piensas que las cosas no podrían empeorar, sí que lo hicieron. Luego de ser dado de alta, mi padre amenazó a mi tía brutalmente hasta el punto que ella exigió que me fuera de su casa. Las personas que amamos nos prometen muchas cosas. Entonces volví. Un día, mi padre comenzó a traer árboles de Navidad que otros ya habían tirado a las calles. Esto continuó hasta que hubo un colchón solitario, sucio, rodeado de árboles de plástico en nuestra habitación. En ese momento me di cuenta que mi infancia había terminado. Ya nunca podría volver a ser "La niña de papi". Llamé a mi trabajador social. Esa fue la segunda vez que envié a mi padre al hospital psiquiátrico. Me pusieron en cuidado temporal (foster care), y aquí sigo. Está lejos de ser perfecto.
A mi historia a veces se la escucha con ojos muy abiertos. ¿Cómo qué tú eres una de las ochos estudiantes en aprobar todos los exámenes estatales en tu escuela? ¿Cómo puedes sonreír todo el tiempo? Por supuesto, todavía no puedo contar esta historia sin llorar. Pero ahora sé que una historia como ésta necesita ser contada a cada niña cuya familia la rechaza, o que se enfrenta a decisiones imposibles, o que se encuentra rodeada de extraños en cuyos corazones el amor desapareció mucho antes de que ella fuera parte de sus vidas. No soy quien soy gracias a mi pasado. Soy mi pasado. Pero más importante, soy mi futuro. Mis experiencias me han demostrado que mi futuro es la única cosa que es realmente sólo mío. Por toda la oscuridad en mi pasado, me río constantemente, y cuando miro hacia el horizonte, puedo imaginar la luz hermosa y brillante que me espera al otro lado.
*Wilmary Rodríguez es estudiante de segundo año en Bard College.
*Edición en español por Tomás Guerrero.
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Comments | |
Comentario: Gracias por compartir esta parte de su vida. Muchas veces lo más cercano
a uno (la familia) es lo que más lejos debemos tener y afecta más cuando
estamos empezando a vivir . Lo importante es que está saliendo adelante
a pesar de tanta adversidad y lo logrará porque su objetivo esta claro y
definido. Adelante ! ya que existe una fuerza infinitamente positiva, llámese
Dios o como desee llamarla que recompensa lo que uno merece. Posted: 12/4/2015 |