SueƱo americano
De la frontera al Valle, parte 2
Jóvenes centroamericanos hacen su hogar en el Mid-Hudson
Por Leanne Tory-Murphy
November 2015La respuesta local
Después de ser detenido en la frontera e ingresado al sistema a esperar una audiencia de inmigración, los jóvenes son colocados en albergues temporarios por todo el país. El Valle del Hudson es hogar a un número de estos albergues, que trabajan para reunir a los jóvenes con miembros de sus familias. Si eso no es posible, eventualmente son transferidos a otro sistema de albergues.
Muchos de los jóvenes se reunifican con miembros de sus familias que ya están establecidos en las grandes comunidades inmigrantes del conurbano de la Ciudad de Nueva York. Casi 6 mil menores fueron reunificados con patrocinadores en el Estado de Nueva York desde octubre de 2013 a septiembre de 2014. Ya estando allí, a sus familias les cuesta encontrar representación legal, inscribir al niño en la escuela, aplicar para el seguro médico, y conectar con servicios de salud mental, ya que muchas veces ellos mismos no cuentan con estatus legal y tampoco saben si el niño podrá quedarse o si va a ser deportado en una cuestión de meses.
Por esta nueva y creciente tendencia, muchas agencias comunitarias y de servicio regionales han tenido que organizar sus esfuerzos para asistir a los jóvenes recientemente llegados y a sus familias.
En septiembre pasado, el Centro de Justicia de Trabajadores, en conjunto con la revista La Voz, organizó un foro sobre los jóvenes desacompañados para proveedores de servicios en toda la region del Mid-Hudson en el Everett Hodge Center en Kingston. La sala estaba repleta de trabajadores sociales, abogados, proveedores de servicios médicos, y los jefes de policía de Kingston y Saugerties.
Kerry Conboy, consejera de inmigración de Caridades Católicas, la agencia contratada para representar a jóvenes alojados en los albergues, explicó algunos de los posibles recursos legales, incluyendo el asilo y el Special Immigrant Juvenile Status (SIJS), un recurso legal disponible para jóvenes que han sido abandonados y descuidados por uno o ambos padres.
El abogado Mark Grunblatt, quien ha proveído servicios a la comunidad salvadoreña por muchos años, dijo: “la corte de inmigración es un lugar loco. Hay barreras lingüísticas, pero también estás lidiando con el problema de que los gobiernos originarios de las personas no son muy funcionales”. Por esa razón, es difícil asegurar documentos básicos. En cuanto al procesamiento de los jóvenes, refirió: “Hay una corte especial en el Piso 12 del 26 Federal Plaza que ahora mismo está absolutamente inundada, que solo escucha casos de SIJS”. Los jóvenes tendrán su primera audiencia ante un juez muchos años después de ser detenidos, y los casos pendientes siguen aumentando. Como muchos jóvenes no serán capaces de obtener representación legal, algunas agencias sin fin de lucro y clínicas legales envían abogados voluntarios a las cortes de inmigración para representar a quien venga”.
Los promotores de derechos expresan preocupaciones sobre el potencial de trauma psicológico para los jóvenes que están llegando, como Cristian. Emma Kreyche del Centro de Justicia de Trabajadores dice, “La mayoría de las jóvenes que cruzan anticipan ser violadas. Cuando esa es la expectativa, solo podemos imaginarnos de qué se están escapando”. El grupo ha comenzado a juntar una lista de proveedores de servicios de salud mental que hablan español para distribuir a los jóvenes y familias patrocinadoras.
En general, muchas agencias locales no tiene suficiente personal de habla hispana que estén entrenados para trabajar con jóvenes que hayan sido traumatizados como para mantenerse con la demanda que hay.
Buscando hogar
Algunos de los jóvenes que están viniendo se reunifican con padres que no han visto en muchos años. Otros han dejado a sus padres atrás. A Manuel le saltan las lágrimas cuando describe el encontrarse con su hijo en La Guardia. “Después de tantos años, cuando lo vi, lo abracé. Había pasado tanto tiempo desde que lo vi”. Dado el peligro del viaje, la alegría de los padres al ver a sus hijos otra vez se mezcla con el alivio de que hayan llegado a salvo.
Grunblatt estima que entre un cuarto y la mitad de los jóvenes se quedarán en los EE.UU. legalmente, enfatizando que “la ley migratoria es una acumulación de reglas salvajes y contradictorias de los días que la entrada a los EE.UU. estaba abierta hasta el día en que se volvió a cerrar. Ha pasado esto repetidamente desde hace ya 238 años. Algunas de las leyes son antiguas, otras ahora tienen que ver con el terrorismo. Siguen cambiando así como cambian las posturas”.
La habilidad de los jóvenes de conseguir representación legal impacta fuertemente el resultado de estos casos. Porque la inmigración es una cuestión civil, no hay derecho a representación por parte del estado. Según el Transaction Records Access Clearinghouse de la Universidad de Syracuse, solo aproximadamente un tercio de los jóvenes que fueron a la corte en los últimos tres años fueron representados por un abogado de inmigración. A casi tres de cada cuatro jóvenes con representación se les ha permitido quedarse en los EE.UU., mientras que al 85 por ciento de los jóvenes sin representación se les dieron órdenes de deportación. Por la naturaleza acelerada de muchos de estos procesos de deportación, los promotores de derechos expresan la falta de juicio justo. El American Civil Liberties Union y otros grupos han presentado una demanda colectiva en contra del gobierno federal por fallar en dar representación legal en audiencias de inmigración.
El anuncio de Obama sobre la asistencia administrativa indica un cambio de postura a nivel nacional. El tiempo dirá si ese cambio llegará a las audiencias de los muchos jóvenes que están asistiendo este año. Cristian, Gelber y Manuel Jr. actualmente esperan sus audiencias frente un juez de inmigración. Hasta entonces, ellos y otros en su situación han entrado a las escuelas públicas de los Estados Unidos por primera vez.
Al aprender inglés y aclimatarse a sus nuevas vidas, comienzan a soñar sobre las posibilidades, aunque su tiempo en los EE.UU. sea limitado. Manuel Jr. está solicitando el asilo político, como muchos otros, aunque tendrá que satisfacer condiciones muy altas para calificar. Gelber espera estudiar literatura, particularmente poesía, con la cual se crió leyendo en Guatemala. Cristian quizá quiera ser mecánico.
Hablando sobre las diferencias entre su pueblo y Kingston, Gelber dice, “No es igual que estar en su país. Es diferente. Aquí puede andar uno en la calle y no le pasa nada”.
Sus padres tienen grandes expectativas de que puedan quedarse, disfrutar su nueva seguridad, y estudiar. Pero Manuel recuerda: “eso no lo decido yo, lo decide un juez de inmigración”.
*Originalmente publicada en Chronogram, enero de 2015
*Traducción del inglés por Gonzalo Martínez de Vedia
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