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Opinión

¿Qué pasa con los exámenes que nuestros hijos tomaron en abril?

Por María Del Rosario Lara
July 2015

Desde principios del 2015 que escucho comentarios a favor y en contra de los exámenes que el Estado de Nueva York impone a nuestros hijos cada año para medir la eficacia de los maestros en la enseñanza y el progreso de los estudiantes en ciertas áreas de conocimiento.

Del 14 al 24 de abril los exámenes de English Language Arts y de matemáticas se aplicaron a los estudiantes que asisten a las escuelas públicas del estado de Nueva York.  Mi hija va a tercer grado y me preocupó el hecho de que los exámenes estuvieran programados por un periodo de dos semanas.  Después me enteré de que existe la posibilidad de que si los padres no están de acuerdo, sus hijos no tienen que tomarlos. Tales exámenes son estandarizados, sirven como base de datos para medir el progreso hecho por el estudiante durante el año escolar y para evaluar la eficacia de los maestros en su labor como educadores. Todo esto me hizo reflexionar seriamente sobre esta cuestión de los exámenes.

Finalmente me negué a que mi hija tomara los exámenes por varias razones:

En primer lugar, los exámenes consumieron un periodo muy largo de tiempo, lo que significa básicamente que nuestros hijos perdieron horas de enseñanza.  Una segunda razón tiene que ver con motivos pedagógicos: como educadora considero que es inhumano someter a los niños a periodos prolongados para responder a un examen que dura entre dos horas y media y tres. Otro motivo está relacionado con los niños que no tomaron el examen. El Departamento de Educación de Nueva York se limitó a proporcionar los exámenes pero no planeó ninguna actividad para aquellos estudiantes que no tomaron los exámenes. Mi hija regresaba de la escuela cansada y aburrida, porque durante todo ese tiempo tuvo que estar en el gimnasio de la escuela leyendo.  También esto resulta antipedagógico. Por último, los recursos que se destinan para diseñar, aplicar y revisar los exámenes podrían utilizarse para contratar más maestros y reducir el número de niños por clase para que adquieran una mejor educación.   

Por otra parte, los exámenes son estandarizados y con ellos se pretende medir el desempeño de los niños sin tomar en cuenta las grandes diferencias culturales, económicas y psicológicas que existen en esta población. No se debe olvidar que en el estado de Nueva York hay una población migrante (no siempre fija y constantemente en movimiento), cuyo primer idioma no es el inglés y que muchos de esos niños están todavía aprendiendo ese idioma. También las condiciones intrafamiliares de cada estudiante afectan directamente su capacidad para aprender. Y por último, los exámenes estandarizados no tomaron en cuenta a los niños que necesitan servicios especiales para comprender el material que es necesario cubrir durante el año escolar, situación que los perjudica a la hora de tomar dichos exámenes. El hecho de poner este tipo de exámenes ignorando las diferencias es injusto tanto para los niños como para los maestros.  Si la eficacia del maestro se va a medir a partir de estos exámenes, ¿no se limita a los maestros a enseñar únicamente el material cubierto por los exámenes?  ¿No se corre el riesgo de dejar fuera otros contenidos que podrían ayudar a desarrollar la capacidad crítica de los niños?

Es sumamente importante informarse acerca de estas cuestiones porque lo que está en juego es la educación de nuestros hijos y, en cierta manera, su futuro profesional. Desde mi punto de vista, las escuelas deberían dedicar más tiempo a la enseñanza y menos a aplicar exámenes, que al final no dicen nada sobre las capacidades de nuestros hijos y de los educadores. Para terminar, en el último momento me enteré que si usted no quiere que su hijo tome el examen puede escribir una carta diciendo que su hijo no va a tomar el examen y que no quiere que lo tome en el futuro.  Desgraciadamente, aquí se presenta un obstáculo para los padres que no hablan inglés, una barrera que hay que derribar tal vez pidiendo al Departamento de Educación que proporcione servicios para aquellos padres que desean eximir a sus hijos de estos exámenes. 

 

El debate está servido. Y usted, ¿qué opina? Escriba a [email protected] ¡y haga oír su voz!

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