Hablando de libertad
La esclavitud moderna en el Valle de Hudson
Por Gonzalo Martínez de Vedia
November 2014Cuando estaba en México, “Ramón” no se hubiera imaginado que por querer trabajar en los Estados Unidos terminaría teniendo que salir a cazar ciervos en pleno invierno neoyorquino para alimentarse. No fue por falta de trabajo que Ramón se encontró en tal situación, sino precisamente por haber caído en el trabajo equivocado.
El contratista en quién confió, en vez de encontrarle un empleo digno en una de las 36.000 fincas que tiene nuestro estado norteño, lo forzó a trabajar en una en que todas las ganancias se quedaban con él, bajo amenazas contra su familia.
Como parte de aquel trato perverso, el contratista les negaba suficiente comida a sus “contratados,” ofreciéndoles, en cambio, una escopeta y entrada a los bosques donde deberían buscar su cena. Por ver a Ramón con esa arma en mano, un sheriff local comenzó a interrogar ―fue la primera de varias intervenciones que a la larga llevaron libertad para los trabajadores y cárcel para sus traficantes.
“Ameesha”, de India, tampoco hubiera pensado que por aceptar empleo doméstico con un diplomático en la ciudad de Nueva York terminaría esclavizada en una mansión más cerca de Red Hook que de Manhattan. Además de trabajar por una fracción de los ocho dólares por hora que se deben por ley ―limpiando cuartos y preparando grandes cenas― a Ameesha la obligaban a esconderse cuando había invitados. El teléfono y la puerta principal le estaban estrictamente prohibidos. Los únicos visitantes a la mansión que insistieron en conocer a esta cocinera también fueron los últimos: una banda de agentes federales.
Cuando comencé a ver casos como los de Ramón y Ameesha aquí en el Centro de Justicia de Trabajadores, me dieron mucho para pensar. ¿Cómo puede ser que esto ocurra aquí, en este Valle del Hudson, de cara a la Estatua de la Libertad?
Hoy ya son tan frecuentes las llamadas sobre casos del tráfico de personas que ya no es su existencia lo que me da pausa, sino el hecho de saber que mi despacho, plantado como si nada entre una peluquería y un Tex-Mex en la 9 Main de Kingston, es uno de los pocos en todo el Estado de Nueva York con el propósito exclusivo de intervenir en tal compra, venta y renta de nuestra gente.
Nuestro trabajo
No soy el único especialista en el tráfico de personas, cierto. Pero también es cierto que puedo contar a mis colegas, de White Plains a Buffalo, con la mano izquierda. Entre el Centro de Justicia y un par de agencias hermanas, proveemos toda forma de asistencia que pueda necesitar una víctima de este crimen, desde planificar un plan de escape junto con las autoridades hasta encontrar un hogar seguro donde se puedan restablecer. A la vez, nuestros abogados buscan remedios legales, como la recuperación de sueldos robados y el ajuste del estatus migratorio para víctimas indocumentadas. Además, contamos con el apoyo de varios sectores del campo gubernamental y privado, que prestan sus recursos a la pelea.
Igualmente, somos muy pocas manos a la obra por ser tan grande el problema. Sólo tras Florida, Nueva York es el estado con más casos de trabajo forzado en el país. Por ser estado fronterizo y hogar de 4 millones inmigrantes, Nueva York sirve de origen, tránsito y destino para las bandas que lucran con tal horrendo emprendimiento criminal. Nuestras rutas, hoteles, y fincas son el escenario de su negocio; la fuerza, el engaño y la amenaza son sus herramientas; y cualquiera de nosotros podemos llegar a ser su producto.
La esclavitud moderna, a gran diferencia de la del siglo XIX, ya no lleva el respaldo oficial de la ley. Por eso, los esclavistas del nuevo milenio dependen de una tremenda ceguera y complicidad comunal para transitar. La complicidad es de los que consumen, directamente, servicios de víctimas de la trata y los que, con menos intención, compran productos del trabajo forzado. La ceguera es de todos.
Despertar a la realidad de la esclavitud moderna no es marchar al futuro con lupa de detective, sino aceptar que hemos estado dejando que priven al prójimo de libertad desde siempre. Es solo cuestión de sintonizar lo que ya sabemos. Por cada caso nuevo que abro con el Centro de Justicia, vuelve otro de los rincones de mi memoria. Son experiencias cuya gravedad no supe identificar en su momento.
¿Ciegos?
De chico, por ejemplo, me contaban que es mejor darles comida a los niños que piden en la calle, porque darles una moneda era dársela al adulto que los controlaba. ¿Por qué estaban ahí y no en la escuela?
Después llegaron los chistes, de que si me portaba mal mis abuelos me venderían a un comerciante egipcio a cambio de dos camellos. Así habrá nacido mi idea, equivocada, que tantos aún hoy tienen, de que la venta-compra de personas solo se da al exterior.
De adolescente, comencé a entender a qué se referían esas publicidades, las que se ven al aire libre en toda ciudad del mundo, de que “hay tres jóvenes nuevitas” en tal o cual lugar. ¿Quién pone a una menor de edad en tal situación?
De universitario, se le alquiló un cuarto en mi casa a un chef que me dio a entender, con gestos y un mapa, por no compartir un idioma conmigo, que recién llegaba desde una zona rural de China. Tenía que trabajar en una cocina hasta pagar unos 70 mil dólares a los que lo trajeron. ¿Qué significa no poder cambiar de trabajo hasta pagar tal tremenda deuda?
En esa época, también, llegué a mis vecinos en las fincas de los Finger Lakes con idea de organizar clases de inglés y ligas de fútbol. A una tuve que entrar a pie, porque bloqueaban el acceso con una piedra. Ahí me encontré con que no eran de los trabajadores las decisiones, sino de un tal “líder” que hasta el día de hoy me debe la respuesta de que si van a jugar al fútbol aquel domingo. ¿Por qué tenía tanto control esa persona?
¿Será que estas memorias son todas de instancias del tráfico de personas? Algunas sí, algunas no. Lo cierto es que todas fueron chances perdidas de hacer una pregunta urgente: ¿Estoy frente a una persona que no tiene control sobre su vida?
Antes de que les pueda llegar ayuda a las personas que la necesitan, tenemos que saber identificarlas. Así se abren la mayoría de las investigaciones contra los traficantes de personas: con la intervención de un vecino, un cliente, un colega, o un pariente.
Si usted sabe de una situación en la que estén faltando derechos básicos como el de moverse libremente, el de elegir donde vivir y trabajar, o el de ganar un sueldo digno a cambio del labor, por favor llame al Centro de Justicia al 845-331-6615, o escríbame a [email protected]
También, el público está invitado a conocer a “Ramón,” este 12 de noviembre a las 6pm en Bard College, quien vuelve a nuestra zona para exponer cómo cayó en el tráfico de personas, como logró salir, y cómo ayudar a los que todavía buscan su libertad. Espero verlos ahí.
Tráfico humano, de México a Nueva York
La revista La Voz los invita a:
Panel con Carl J. Boykin, abogado y Director de Tráfico Humano del Departamento de Justicia Penal del Estado de Nueva York; Juan Carlos Jiménez Luna, trabajador agrícola de Tamaulipas, México, que fue víctima de tráfico humano en Nueva York; Gonzalo Martínez de Vedia, del programa de Tráfico Humano del Centro de Justicia para Trabajadores de Nueva York, WJCNY; y Ron Soodalter, historiador y co-autor, junto con Kevin Bales, del libro El esclavo de al lado: tráfico humano y esclavitud en los Estados Unidos de hoy (The Slave Next Door: Human Trafficking and Slavery in America Today).
Miércoles 12 de noviembre, 6 a 8 pm
MPR, Bertelsman Campus Center, Bard College, Annandale-on-Hudson, NY
https://www.bard.edu/campus/maps/pdfs/campusmap.pdf
Se servirán refrigerios. Entrada gratuita y abierta al público.
Un panel presentado por la revista La Voz, con la colaboración de Human Rights Project, Departamento de Español, los Estudios Latinoamericanos e Ibéricos y la Organización de estudiantes Latinoamericanos (LASO) de Bard College.
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La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
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Comentario: Es un problema terrible. No sabía que Nueva York y Florida
son los estados con más casos de trabajo forzado y me doy
cuenta un poco de los muchos casos a los cuales estamos, sí,
ciegos - muchas gracias x el artículo iluminador y por
dejarnos saber del evento. Espero poder asistir. Posted: 11/10/2014 |