Tú me quieres macho,
me quieres de madera,
me quieres de piedra.
Que sea guerrero
sobre todo, serio.
De músculos grandes.
Príncipe Encantador.
Ni lobo en nuestra
puerta me asuste.
Ni los grandes robles
se digan hermanos.
Tú me quieres potente,
Tú me quieres fuerte,
Tú me quieres macho.
Tú que duermes tranquila
soñando con hijos
que pueden disfrutar
la casa y jardín.
Tú que en el baño
te quedas por horas
relajándote así.
Tú que en las tiendas
románticas del pueblo
llevas a cabo
tus sueños más ricos.
Tú a que mi sueldo
guardas tan cómoda,
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes macho
(Dios te lo perdone),
me pretendes macho
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes macho!
Huye hacia las fábricas,
vete a la oficina;
cortate el pelo;
lleva la corbata;
toca con los manos
el gran motor sucio;
alimenta el cuerpo
con carne y arroz;
camina tú sola;
trabaja sin fin;
saca la basura;
ponte pantalones;
bebe del grifo;
y lévantate al oscurecer.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
pues, mi buena mujer,
Preténdame potente,
Preténdame fuerte,
Preténdame macho.
*Adaptación libre del poema "Tú me quieres blanca" de Alfonsina Storni.
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