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Calíope, musa de la poesía épica y de la elocuencia (M. Bacciarelli)
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Humor

La tabla de Kantinphloski y Tartamudov

Por Arturo Delgado
July 2014
En la recta final del certamen de belleza para Miss Perú, le preguntaron a una de las participantes qué opinaba del gran tsunami. Su respuesta: “No me parece mal el tsunami, pero a mí, la verdad, me gusta más el tiramisú”.

No hay que dejar que nuestro desconocimiento de algunos datos de minúscula trascendencia mundial nos impida ganar un concurso, obtener un empleo, lograr una conquista amorosa o impresionar a nuestra audiencia. No hay que ser erudito sino simplemente parecerlo, y esto se puede lograr con relativa facilidad utilizando la famosa tabla de Kantinphloski y Tartamudov. Cuando le hagan alguna pregunta escabrosa o pidan su opinión sobre algún asunto complicado, elija una, dos o tres palabras de las columnas de la tabla de Kantinpholski y Tartamudov, y forme una oración que dejará a todos (incluido usted mismo) gratamente impresionados. Examinemos la tabla:
 

Argumentación

Conceptual

Generalizada

Disparidad

Tangencial

Descomedida

Circunspección

Fundamental

Escalonada

Dimisión

Gradual

Esquematizada

Estrategia

Selectiva

Fraccionada

Detrimento

Integral

Homologada

Contexto

Emblemática

Transparentada

Distensión

Atípica

Optimizada

Clasificación

Subsistente

Mediático

Disfunción

Coyuntural

Estigmatizada

Ahora, supongamos que, durante el almuerzo de camaradería de su compañía, su archienemigo, el supervisor de la fábrica donde usted trabaja y quién no ve el día en que a usted lo despidan y por eso siempre anda buscando ponerlo en aprietos, le pregunta qué opina sobre las nuevas normas de control de calidad que el gerente general (sentado en la misma mesa que usted, por supuesto) ha implantado hace poco. Usted, sin inmutarse, recuerda la tabla, elige sus opciones y responde: “Bueno, yo creo firmemente que estas nuevas normas están dentro de la coyuntura integral optimizada de la empresa y, por lo tanto, no representan detrimento subsistente alguno.  Eh, me pasas la sal, ¿por favor?”

Una señorita a la que usted quiere impresionar conversando ―porque solo paseándola en el Chevrolet del 2001 que usted todavía maneja ese objetivo es imposible―, le pregunta si ha leído “Cincuenta sombras de Grey”.  Usted, muy inteligentemente contesta con otra pregunta: “Pero, ¿quién no ha leído Cincuenta sombras de Grey?” (el que no la ha leído es usted, pero eso no se puede divulgar ante una dama), e inmediatamente, uniendo palabras de la tabla, agrega: “Es más, yo pienso que un libro como este desliza una argumentación selectiva no muy transparentada que crea una distensión subyacente generalizada en todos los lectores”.  

Dondequiera que necesite hacer alarde de su facilidad de palabra, no olvide haber memorizado o tener a la mano la valiosísima tabla de Kantinphloski y Tartamudov.  Me cuentan que algunos de mis amigos del New Mexico Center for Language Access llevan la tabla bien guardadita en el bolsillo o la cartera. Conozco a una chica que tiene la tabla tatuada en el muslo izquierdo (no me pregunten como sé esto con tanta certeza).  La tabla será su salvavidas ante cualquier pregunta capciosa o enrevesada; llévela siempre consigo.



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