De la gasolinera de la esquina salen un puñado de hombres, jóvenes, hispanos, algunos caminan junto a otros, pero la mayoría parecen ir solos. Salen uno a uno, durante todo el día, en intervalos irregulares, temprano desde las 8 de la mañana del sábado, o tarde, un miércoles por la noche. Todos salen bien cargados de unas bolsas blancas, hinchadas de cajas y latas de cerveza, de las marcas más populares y baratas.
Accidentes de tráfico, caídas, quemaduras, ahogamientos, violencia doméstica, abuso infantil, abuso sexual, promiscuidad con mayor riesgo de contraer enfermedades venéreas como HIV SIDA, enfermedades cardiovasculares, neurológicas (como demencia, depresión, ansiedad y suicidio) y hepáticas, incluyendo cáncer del hígado, de la boca, la garganta, la laringe y el esófago, entre otras consecuencias negativas, están relacionadas con el consumo excesivo de alcohol. Y es que el alcohol es la sustancia adictiva más usada en los Estados Unidos que afecta a cerca de 20 millones de personas y causa 80 mil muertes al año.
Lamentablemente, muchos hispanos se encuentran en ese grupo. Según estudios, de los hispanos que beben (en su mayoría hombres), cuando lo hacen tienden a exagerar mucho más que sus colegas afroamericanos o blancos no hispanos, y por eso las tasas de muerte por cirrosis alcohólica entre hispanos es la más elevada. Y lamentablemente todavía es otro tema tabú, para el alcohólico, que se esconde, que dice que no tiene ninguna enfermedad, que se puede controlar pero que en realidad no puede. También es un tema tabú para muchos en nuestra cultura, que aceptamos la bebida como parte natural de cualquier ocasión social.
Este problema afecta no sólo al que bebe y sus relaciones cercanas, desde la familia hasta el trabajo, sino también a terceros desconocidos, como las víctimas de accidentes de tráfico que tuvieron la mala suerte de cruzar en su camino a conductores ebrios. También afecta a los contribuyentes. Según el Centro para el Control del Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), el 40 por ciento de las camas de hospitales del país (excepto las usadas para dar a luz o para pacientes en cuidado intensivo) están siendo usadas para tratar enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol.
Beber con moderación es siempre la norma (o para algunos, incluso no beber en absoluto). USDA define moderación como: hasta una copa por día para la mujer y hasta dos copas por día para el hombre. El Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo (NIAAA según sus siglas en inglés) dice que para mantenerse en la zona de bajo riesgo (que implica un riesgo de todas maneras, aunque bajo) lo máximo para una mujer son 7 copas semanales y no más que 3 en un solo día, y lo máximo para un hombre son 14 copas semanales y no más que 4 en un solo día. Hay que hacer cuentas y ponerse límites cada vez.
Beber más que eso puede llevar a la dependencia al alcohol: cuando se tiene un deseo compulsivo por beber, más tolerancia al alcohol, síntomas de abstinencia, como temblores, sudoraciones, ansiedad, e intentos fallidos de dejar la bebida que pueden resultar en beber incluso cantidades más grandes. Si llegó a este punto, busque ayuda: no se engañe pensando que puede controlarlo, el alcohol ya lo controla a usted. Encuentre las reuniones de AA más cercana a su domicilio en http://www.aa.org
Para este caluroso verano, espero que aplaquen su sed con agua y limón, y la cervecita o el vinito los disfruten con moderación, junto a las comidas y lentamente. Los hispanos somos el grupo que más crece en los Estados Unidos, ¡seamos un buen ejemplo!
Mariel Fiori
Directora
LA VOZ, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
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