En mi adolescencia me acerqué a Cortázar por sus cuentos y, claro, caí fascinada. Sin embargo, el día que inicié la lectura de Rayuela, cerré el libro y lo arrojé contra la pared de mi cuarto lanzando improperios. “Ilegible” hubiera querido decir, pero dije otras cosas.
Sin embargo, el respeto al panteón cultural de mi país me impidió regalarlo o quitarlo de mi biblioteca. Así es como dos años más tarde, luego de leer y amar 62, modelo para armar; una novela aun más ilegible que Rayuela, volví a la fuente. Y entonces sí, ya habiendo entendido esta lógica de la contranovela, disfruté cada salto.
Les dejo la lectura para ustedes. Ya verán si la arrojan o la aman, no hay puntos intermedios. Pero nunca se traicionen: si les disgusta, dense el gusto de arrojarla contra la pared. Es liberador.
Lectura en trama
¿Qué pasa cuando el autor no ordena los capítulos? ¿Qué pasa si los da a leer en el orden mismo de su creación? ¿Cuántos relatos pueden incluirse en un mismo libro? Julio Cortázar responde: al menos dos. Uno, ordenado según las necesidades de la trama, consecuente con el lector. Otro, fiel al autor, fiel a lo paradigmático de la vida misma.
En uno de los capítulos excluidos de la primera lectura, pero sin duda esenciales para él, Cortázar a través de uno de sus personajes se asombra de que la Química estuviera intentando demostrar el fluir del pensamiento. Sostiene que al fin y al cabo el mismo pensamiento es un flujo constante, un maná que de alguna forma encarna en las personas, los atraviesa, los utiliza. Imagina cómo sería una novela que escenificara este fluir, sus personajes “se destrozarían o se amarían o se reconocerían sin sospechar demasiado que (…) a cada sucesiva derrota hay un acercamiento a la mutación final, y que el hombre no es sino que busca ser, proyecta ser, manoteando entre palabras y conducta y alegría salpicada de sangre y otras retóricas como ésta”. (Rayuela, capítulo 62)
Trama generacional
Cortázar fue leído y leyó, compartió vinos y exilios, besos y abrazos, con toda una generación de escritores latinoamericanos. Es casi obligatorio leerlos juntos para entender que existieron vasos comunicantes, que no se pueden entender los unos sin los otros. Que la camaradería no solo devenía de la amistad, sino de lazos literarios profundos e invisibles. Cortázar era mucho mayor que los jovencísimos Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Olga Orozco, Alejandra Pizarnick, Octavio Paz, con quienes compartía una misma irreverencia.
Les propongo entonces otro tipo de Rayuela: saltar de Carlos a Gabriel, de Gabriel a Octavio, de Octavio a Olga, de Olga a Alejandra, de Alejandra a Julio. Otra forma de llegar al cielo.
Libros sugeridos
Rayuela de Julio Cortázar (Ed. Sudamericana)
62 modelo para armar de Julio Cortázar
El naranjo de Carlos Fuentes
Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (Ed. Sudamericana).
Poesía completa de Olga Orozco (Adriana Hidalgo Editora)
Semblanza de Alejandra Pizarnick, (Fondo de Cultura Económica).
Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe de Octavio Paz (Fondo de Cultura Económica)
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