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Después del fin del mundo

Por Valeria Sorín
March 2013
La noche que vi la película Sueños de libertad (The Shawshank Redemption), escribí un cuento. No recuerdo la trama del mismo, pero puedo cerrar los ojos y volver a sentir el estado emocional en el que salí del cine, me senté en un bar, y en la servilleta escribí. Claro que pasaron casi dos décadas, así que solo puedo recuperar una sola frase de ese texto: “ver azul es una forma de esperanza”.

No soy tan ingenua para creer que la película, aun en sus horrores, es fiel al padecimiento de un recluso condenado a cadena perpetua. Sin embargo, quien más, quien menos, todos vivimos nuestra propia prisión, una celda en la que nuestro lado oscuro pretende atraparnos. En las ocasiones donde lo logra, mirar un cielo celeste y luminoso es una forma de escapar, de combatir el desasosiego.

Seguiré insistiendo con la lectura de la Odisea, el clásico homérico, porque sigue hablándonos hoy de las trampas, las tentaciones, lo arduo de nuestra propia travesía. Y si Ítaca importa, si el destino al que nos dirigimos es el faro, idéntico valor tiene el camino y cada una de sus escalas. Nueve años duró la guerra de Troya. Once años estuvo Ulises perdido (y encontrado) en los brazos de Circe, hasta retomar el regreso a su hogar. Una tierra que ya no era la misma, invadida por pretendientes que esperaban que Penélope perdiera las esperanzas. Y a su regreso, Ulises solo es reconocido por Argos, su viejo perro.

En los subtes de San Pablo se pueden leer carteles con una frase del pedagogo brasilero Darcy Ribeiro: “solo hay dos opciones en esta vida: resignarse o indignarse. Y yo no me voy a resignar nunca.”

Pasaron dos milenios desde Homero hasta Víctor Frank, el psiquiatra que en los campos de concentración nazis decidió que no podía morir porque tenía un libro pendiente de escribir. Su teoría dio pie a la logosofía, una disciplina que encara al individuo en tanto el significado que cada cual encuentra para su existencia. La comprobación de la misma la tuvo en su propia vida. Tanto Frank como varios de los otros sobrevivientes mantenían en su mente la tarea que les había quedado pendiente, lo que los esperaba cuando lograran salir. 

Ya en inglés, ya en castellano, es necesario leer El viejo y el mar de Hemingway. Un pescador viejo que necesita pescar para comer, pero aun más necesita pescar para ser. Y cuando ya se dieron todas las batallas, e incluso se ha perdido ya en todas, el mar le ofrece la batalla final frente a un oponente de dimensiones espectaculares. Y si luego de jornadas enteras en el bote se logra ganar, será solo en apariencia. Los tiburones agradecerán la presa a cambio de la vida del mismo viejo. Atención: es un error sentir lástima por aquel viejo, ya que en su hazaña, y no en el resultado, logró su trascendencia.

Dirán que el fracaso es el fracaso, pero Ulises y el viejo pescador son ellos en la misma travesía; no importa cuánto tarden, no importa si el final es la misma muerte, no habrá resignación. Ver azul es siempre una forma de esperanza.

Yo por ahora, me encuentro perdida (y encontrada) en los brazos del amor. Ya habrá tiempo para volver a navegar. Ítaca siempre estará allí.

 

MINI RECUADRO:

Lecturas sugeridas

·         El viejo y el mar de Ernest Hemingway

·         La Odisea de Homero

·         El hombre en busca de sentido de Víctor Frank


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Comments

Comentario: gracias por recordarme El viejo y el mar, por recordarme que no hay que resignarse, por saber que estamos en una misma travesìa ...me emocionò tu texto...
Posted: 3/13/2013