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Cuento

Taita Carlos y el mercado del pensamiento

Por Inty Jimbo
April 2012
Ayer se cumpliría ya veintiséis o veintiocho años, a ver ¡déjame ver!

Con los dedos de las manos levantando uno tras otro constató de que no eran veintiséis y se dio cuenta que hacía más de treinta años que había salido de su tierra. Bajó la mirada y agachó la cabeza poco a poco, y en un movimiento casi tardío se llevó las manos a los ojos para darse cuenta que el tiempo había pasado.

En ese momento yo me convertí en algo así como un objeto, quizá una cámara que grababa en picada el testimonio de algún ahogado, recorrí toda su escasa cabellera y le hice un zoom directo a los ojos para ser el testigo de sus anecdóticas lágrimas, o quizá simplemente fui un espejo en el que podía remitir un mensaje de paz espiritual para sus próximas vidas.

Cuando uno se muda se deja las cosas viejas, pero esas son las que más alma, fuerza y espíritu poseen. Cuando uno deja la tierra esas cosas se quedan en pausa; los sentimientos, los abrazos, las familias, el entorno mismo se queda grabado en la memoria, y es muy difícil asimilar los cambios que se producen.

Un profundo suspiro interrumpió mis ideas.

─Nuca ima punlla kaiman shamurkani, imapash na tiarkachu, hima punlla chaimanda llugshirkani tukuyta sakishpa shamurkani, wagrapash, alkupash, allpapash shitshka kidarka. ¡Shuk punlla tigrashami!*

Casi en los ochenta en la época de los conflictos agrarios, en la época que las gringas andaban por Peguche, Quinchuqui y otros rincones, en la época en la que las diferentes sectas de origen extranjero se instituían como religiones; un par de mishos encargados por alguna autoridad del momento realizaban unas excavaciones y mediciones para un proyecto de re empedrado, los dos personajes de nombres olvidados soñaban tanto con llegar a ser ingenieros que no se percataron del enorme error de medición y dejaron que la pala mecánica y los peones se desviaran de los parámetros de la obra. Un peón alcanzo a ver una forma extraña entre la tierra y gritó: ¡Compañero Rafico pare, pare!

¡Compañero campesino! Esa frase inmunda que nos dejó heredada la izquierda de elite, y el arrastre de esa enfermedad se produce inclusive en la actualidad.

En ese momento la pala mecánica paró, los peones con sus palas removieron la tierra y salieron huesos y más restos humanos, sacaron esqueletos completos, vasijas, indumentaria y algunos tipos de joyas en diferentes materiales.

Un grupo de turistas que había llegado a predicar supuestamente la palabra de su dios, se encontró en el camino con los trabajadores y vieron los restos Fue cuando ellos se tomaron fotos con sus hipócritas sonrisas abrazados el uno al otro y ellos a los otros, como blasfemia de su hermandad y representantes de su sistema esclavista sometedor, abrió la boca y dijo: how much? cuánto, cuánto?

Y los futuros arquitectos de obras públicas respondieron: ¿Cuánto podrá pues pagar patrón?

En menos de cinco minutos las cajas ya emprendían un viaje a algún museo europeo o de Estados Unidos.

Después de algunas semanas salieron unas fotos en los diarios que hablaban de la buena amistad que se tenían los oriundos y los extranjeros explícitamente como destacaba el medio de comunicación. Después de que las autoridades leyeran este artículo empezaron las averiguaciones, la noticia pasó a la tele y a las emisoras, surgieron los oradores en las radios, oradores patriotas que no tenían ni idea de lo hablaban. El alcalde había prometido dar con los responsables y claro se buscó responsables entre los peones de la obra porque la plata ya se había distribuido entre todas las autoridades.

Uno de los peones era taita Carlos, el único que había comentado un par de detalles sobre lo cometido con el teniente político de la comuna, un tal Julián.

─Una noche cuando todos ya dormían llegaron haciendo ruido. De una tumbaron la puerta y me arrastraron, me patearon y me apalearon unos policías, me decían que me he robado una plata y unas joyas de los arquitectos… después de eso me llevaron a la cárcel. A los dos días taita Julián y unos wuampras me sacaron, solo unas piedritas tenía guardadas, antes me devolvieron “mis piedritas”.

Después de las famosas fotos se notó mayor cantidad de turistas en los pueblos, todos venían a buscar algo, a negociar, a proponer cambiar cámaras o dólares por textiles o cualquier cosa que desearan.

En una ocasión taita Carlos recibió la propuesta de viajar a los Estados Unidos, él dijo que no quería pero fue impulsado por su warmy y aceptó.

 Así emprendió el viaje. Llevó consigo sus piedras, macho y hembra para poder estar en armonía, le fue bien, como dicen todos cuando viajan. Qué es estar bien… ¡me pregunto!

 El tiempo se congelo para él, y en la mudanza no le alcanzaron los años para recuperar la felicidad.

Así vendió tierras telares y otras cosas de gran valor sentimental, poco a poco fue desprendiéndose de lo vivido de la magia y sabiduría de la tierra para centrarse en lo frío, material y sin corazón de los objetos sin alma que decoran el mundo frívolo de los incapacitados.

Algunos días después del encuentro con taita Carlos, caminaba por el centro de Manhattan. En un almacén exhibían unas camisetas que me llamaron la atención, a un lado estaba la de un narcotraficante muy reconocido, al otro extremo la de un guerrillero también muy pronunciado por las actuales modas sin concepto, y justo en la mitad, la imagen de dos tipos sonrientes agarrando en sus manos puñados de monedas. Me sorprendió la exactitud de la imagen a la de los arquitectos sin nombre, ¿será posible?

Las camisetas decían con letras sobrepuestas “discover your treasure” y venían directamente de China.

Horas más tarde me enteré que taita Carlos había muerto un día después de mi visita.

A diario me pregunto, ¿qué tan importante es el regreso?

Qué tan indispensable es pulsar un botón en la mente que nos tiene en pausa y romper ese muro a través de la información, de las relaciones humanas, de alimentar el alma de las comunidades a través de la cultura; aprender a valorar las piedras, el agua, el aire, el entorno y no volvernos artículos en venta. Que las ideas y la mente no se vuelvan de libre mercado.

 

*Cuando vine aquí, no encontré nada, ni a los días. De mi tierra salí dejando todo. Vine abandonando a mis toritos, a mis perritos y a mis gallinitas.¡Pero tengo la esperanza de volver algún día a mi tierra!.

Traducción de Ana Cachimuel







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