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El reajuste a los lugares nuevos

Por Ricardo Enrique Murillo
December 2011
A menudo escucho a las personas quejarse de lo difícil que es mudarse de un lugar a otro y la odisea no termina cuando uno llega a su destino. No me refiero al hecho de empacar, trasportar, desempacar y acomodar cosas. Hablo de las transiciones de los perros.

En el caso nuestro no tuvimos ningún problema con FIFA durante el viaje. Basta que le digamos “carro” o “car” (es bilingüe) para que se suba y se asome por la ventana con sus orejas paradas y su mirada alerta. El problema fue la llegada a Warwick. No se acoplaba al nuevo ambiente. Si para nosotros fueron difíciles los primeros días, ni siquiera podemos imaginar lo que le costó a ella reajustarse. No hacía ningún intento por jugar con los perros de los vecinos.

Nancy fue la primera en notar que no estaba a gusto en ninguna parte. Andaba de arriba para abajo y de recámara en recámara. Estaba en la sala y quería salir al patio. Salía al patio y quería estar en la sala. Comía poco o demasiado. Dormía a horas irregulares. A ratos parecía asustada. A ratos triste. No tenía la energía para ladrar, mucho menos para enojarse. Lo único que parecía consolarla eran las caminatas matutinas por un camino solitario que descubrimos.

Ha trascurrido un mes desde que llegamos a Wawick y, por fin, parece haber recobrado el ánimo. Ya estableció su rutina. Duerme en su tapete. Come bien. Camina o corre con nosotros de tres a cinco millas. Le gusta meterse a los arroyos crecidos. En casa, salta y juega con Pablo y con Ana Lucia. Sale a la puerta a la hora que lleguemos. Dice Nancy que es la única que se toma la molestia de recibirla cuando vuelve del trabajo.

En Chicago se visitaban mucho FIFA y Sneakers, la perra de nuestra ex-vecina. Ladraban desde sus respectivas casas, como alertándose, cuando escuchaban un ruido extraño. Esa fue su vida allá durante sus primeros cinco años. Tal vez por eso se mostraba confusa y desconfiada a nuestra llegada a Warwick.

Cuando uno se siente triste, llama a las amistades y se bebe un café, va a la iglesia o al psicólogo para salir de su trauma, ¿pero los perros? Es difícil calcular el sufrimiento por el que pasan. Dice Eduard Hoagland que "para disfrutar en verdad de un perro, no se debe tratar de entrenarlo para que sea semihumano. El punto es abrirse uno a la posibilidad de ser más perro."

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