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Raíces en el aire

Por Valeria Sorín
August 2011
COPETE: La naturaleza se abre paso siempre, eso lo sabemos. Es fácil de comprobar: hay plantas que son capaces de crecer y tener hojas verdes y brillantes incluso con sus raíces en el aire, agarradas a un muro, alimentándose de las gotas del rocío en la mañana. Así también, cuando una familia deja atrás su tierra natal, se adapta a la nueva circunstancia: muro, rocío, idioma, amigos.

Como sapo en otro pozo

¡Qué difícil es ser el nuevo! Todos los niños lo saben, las miradas desconocidas, los códigos que hay que aprender, las expectativas de los adultos. El libro Eloísa y los bichos (Babel, Colombia) fue destacado por el organismo de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) por hablarles a los niños acerca de este proceso de integración.

Eloísa es una niña que llega con su papá a una ciudad nueva. Ha dejado atrás todo lo que conocía. Ahora, mientras él busca trabajo, ella va a la escuela. ¿Qué hay más extraño que los bichos? Nada. A Eloisa sus vecinos y compañeros le parecen saltamontes, cucarachas, moscas, mariposas. Pero una vez que los conoce, las diferencias ya no los separan.

Viento en contra

Claro que no todos los procesos son tan armónicos. Porque la diferencia desata prejuicios y en ocasiones violencia.

Los tres lobitos (Fondo de Cultura Económica, México) es una versión del cuento tradicional de los tres chanchitos, sólo que aquí el feroz es un enorme cerdo violento. Los lobitos construyen sólidas casas de ladrillos, de cemento, de hierro; que el cerdo derriba o hace explotar. Perdidos ante tanta ira, los lobitos intentan algo distinto: construyen una casa de flores. Al acercarse el cerdo y tomar aire para soplar bien fuerte, huele el perfume y se siente llevado a la alegría. Y una vez que se pasó la rabia, se puede hablar.

Frente a la violencia que se instala en los barrios, entre los de aquí y los de allá, en la misma escuela incluso, los lobitos nos proponen pensar en otras formas de entrar en contacto.

Morriña

Mi abuela gallega decía que sentía morriña, que extrañaba su tierra, a pesar de que ya tenía una gran familia criada en la Argentina. Y es que mantener las raíces al mismo tiempo que nos adaptamos a vivir en un ambiente extraño es difícil. A veces parece más simple cortar todo vínculo con el pasado, podar al ras, porque los recuerdos duelen.

Ahí aparecen las leyendas, que son el ingrediente con el que se fabrican los sueños. Con su lenguaje simple y poético, son un puente y ambos lados algo de los que somos: lo nuevo y lo viejo, la memoria y el presente.

Algunos libros maravillosos de leyendas latinoamericanas, como por ejemplo:

Por una noche: leyenda aimará que cuenta como los hombres consiguieron la noche (edición bilingüe castellano-aymará. Macma Ediciones, Argentina.).

Rooster / Gallo: El canto del gallo saca a relucir al universo, mientras el día traza sus primeros dientes brillantes (edición bilingüe castellano-inglés. Groundwood Books, Canadá.).

O las recopilaciones de leyendas, como Latinoamérica en voz (Abran Cancha, Argentina), que incluye un CD con narraciones que se pueden disfrutar en conjunto.

Y si de morriña se trata, muy recomendable es leer el libro Espejismos, donde una nieta de inmigrantes repone la llegada de su abuelo sefaradí a América.

Los latinos sabemos lo que es migrar, por siglos hemos recibido al que llega buscando una nueva vida. Y nos hemos mudado del pueblo a la ciudad, cuando el trabajo escasea, o a la capital en busca de una oportunidad. A Estados Unidos, por un futuro para nuestros hijos. Pero atravesar tantas millas nos ha dejado muchos colores que podemos compartir con los nuestros y los ajenos.

 ¿Nos animamos? ¿Y si en la cena compartimos la anécdota de cómo llegó el abuelo? ¿Y si leemos un libro entre todos? Al fin y al cabo, los árboles crecen desde sus raíces.

 

*Valeria Sorín vive en Buenos Aires, es periodista, editora, docente y directora de la pequeña editoral La Bohemia.

 

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