El arte de ganar dinero

En los tiempos actuales no se concibe que exista un hombre de negocios que no lea periódicos.
De un tiempo a esta parte se abren camino los periódicos y revistas dedicados al comercio, a la industria, a las ciencias económicas y a las informaciones financieras.
No dejen de estar suscritos a una de esas publicaciones especiales, único medio de estar siempre al tanto de lo que ocurre por el mundo comercial e industrial. Y si tienen la habilidad de poseer uno o varios idiomas extranjeros, lean, lean mucho y con detenimiento. Siempre encontrarán algo nuevo que aprender.
Por esta razón les doy también el siguiente consejo: ¡Viajen! Una excursión por el extranjero, siquiera no sea larga, les proporcionará más conocimientos útiles y prácticos que muchos años de trabajo sedentario.

Cásense jóvenes

Mis compatriotas se casan en cuanto ganan lo bastante para sostener un hogar. Lo mismo hacen los ingleses y los alemanes. No demoren el matrimonio por aquello de que «el buey solo bien se lame». Aparte de que tal modo de proceder suele acarrear a la nación consecuencias funestas, no es, por regla general, mucho más favorable a los individuos. Cásense. Una esposa (bien elegida, naturalmente) es el mejor estímulo para buscar la fortuna. A veces es un precioso talismán.

¡Sean ambiciosos!

Los latinos suelen cifrar toda su ambición en enriquecerse pronto para descansar pronto; reunir lo suficiente para retirarse de los negocios, vivir en familia, casar a los hijos y darse buena vida. Trabajar mucho para luego no trabajar. He aquí la fórmula de las aspiraciones de un 90 por ciento de franceses, italianos, belgas y españoles.
Nosotros los yanquis tenemos otro muy distinto modo de pensar. El comerciante «en pequeño» sueña constantemente con el negocio «en grande». Cuando uno de nosotros ha ganado uno o dos millones de dólares, su primer pensamiento es éste: «¡Por fin voy a poder ensanchar mis asuntos!»  El norteamericano, dos veces millonario, ambiciona serlo un número infinito de veces. Cuando posee veinte millones trabaja con la misma fe, con idéntico entusiasmo que cuando tenía reunidos cien dólares. De ahí que los Estados Unidos sea el país de las fortunas gigantescas.
El viejo Barnum invita a los jóvenes latinos a que razonen a la «americana». Este será el modo de disminuir el número de abogados sin pleitos, de médicos sin enfermos, de poetas sin editores, de tanto y tanto desgraciado, en fin, que no tiene pan que llevar a la boca. Y ustedes, los ricos, «razonen a la americana». No dejen inactivas la inteligencia y la voluntad por la sola razón de que les sobra el dinero. Trabajando, aumentarán el patrimonio propio y contribuirán a la mayor riqueza y poderío de la patria.

Antiguamente se decía del ocioso: «Se da vida de gran señor».

Hoy el único «gran señor» es el que trabaja.

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