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El Salvador

Por Rachel Heidenry
November 2010
Este año viví en El Salvador. Estudié con el programa llamado Casa de la Solidaridad de la Universidad de Santa Clara en California. El programa combina clases académicas con la inmersión en comunidades del país.

Tomamos clases en la Universidad de Centro América (UCA) que incluye una clase sobre la historia de la guerra civil, donde personas de todos los ámbitos, religiosos, políticos, campesinos y guerrilleros, nos daban sus testimonios en cada clase.

La clase más importante y preciosa fue una clase llamada praxis. Grupos de dos estudiantes pasaban cada lunes y miércoles en una comunidad. Chris, mi compañero, y yo estuvimos en la comunidad San Antonio Abad, donde hubo mucha actividad durante la guerra civil, y pasamos los días con la familia Quintanilla. Rosa y Lito, los padres, son del campo y durante la guerra huyeron con sus hijos pequeños a la capital. Hoy tienen once hijos de entre 36 y 13 años. La familia es muy musical y llena de pasión por su país.

Pasaba gran parte del día escuchando los cuentos de la familia, sus amigos y sus vecinos. Cristina Quintanilla, una hija mayor, fue nuestra guía. Nos llevaba de casa en casa, donde comimos pan dulce, bebimos café y aprendimos de nuestros profesores salvadoreños. Pero siempre era necesario regresar a la casa de los Quintanillas para ayudarle a Rosa con el almuerzo. Y cada día fue un banquete.

Centro Arte para la Paz

Cuando el programa terminó decidí pasar más tiempo para hacer algo con el arte. Mi profesora, la hermana Peggy O’Neil, es la directora del Centro Arte para la Paz, un centro que promueve la paz con proyectos de arte y educación. Siempre hay varios talleres y eventos, un museo dedicado a la memoria histórica, y un nuevo parque para patinaje. Está ubicado en Suchitoto, un pueblo al norte de la capital, lleno de artistas. En El Salvador, las escuelas públicas están divididas en dos turnos: 7-12 (mañana) y 1-6 (tarde). Los niños y jóvenes tienen mucho tiempo libre, y por eso un objetivo del centro es proveer a los jóvenes con otras actividades.

Durante seis semanas, enseñé tres clases: dos clases de dibujo y pintura y un taller de fotografía. Mis estudiantes tenían entre seis y dieciocho años. En las clases de arte practicamos con diferentes materiales: lápiz, pluma, pasteles al óleos y suaves, carbón, y finalmente, pintura. Y cada semana sus ropas estaban más y más sucias con colores. En mi clase de fotografía, pasábamos una hora hablando sobre técnicas y reglas del arte, y la otra hora hicimos un viaje a un lugar en el pueblo para practicar. Un día tomaron fotos en el mercado de todos los vendedores, ¡y nadie tuvo pena! Los retratos de las mujeres del mercado son mis favoritas.

Al final tuvimos dos despedidas con las familias de las estudiantes, como una graduación. Los fotógrafos pusieron su mejor foto en un marco en la pared, con una descripción. Y los artistas recibieron un libro, (hecho por mí), con todas sus obras. Hubo una exhibición, acompañada con pan dulce y jugo de mango, por supuesto. También todos recibieron diplomas del Centro Arte.

Mi experiencia en El Salvador fue lo mejor de mi vida. Muchas personas piensan en El Salvador como un país peligroso y con mucha pobreza. Hay eso, claro, pero El Salvador es más un país llena de gente linda, amble, con pasión y espíritu de esperanza. Un país bien pequeño, El Salvador también está repleto de creatividad.

Centro Arte para la Paza: http://capsuchitoto.org/

Casa de la Solidaridad: http://www.scu.edu/casa/

 

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