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Sueño americano

Vendiendo lapiceros en la calle y aprendiendo inglés para venir

El testimonio de David Cruz, joven guatemalteco

Por Alex Crane
April 2009
Para muchos latinoamericanos es difícil salir adelante. Cada día, millones de personas de países hispanohablantes sufren de pobreza, hambre y abuso. A causa de este sufrimiento, muchos piensan en cruzar la frontera a los Estados Unidos, oyen del “Sueño Americano” y van al norte en busca de oportunidad.

David Cruz es una de estas personas. Con 19 años, David ha padecido muchísimo. Sin embargo, él ha salido adelante. Nos conocimos en Panajachel, Guatemala, donde él vende lápices por la calle. Me impresionó inmediatamente por su coraje, motivación e inteligencia. Vivía solo, trabajaba para seguir con los estudios y aprendió inglés por la calle. Al regresar a los Estados Unidos no podía dejar de pensar en él. Llamé a unos conocidos en Guatemala y, por fin, lo encontré. Ahora nos comunicamos cada semana. Compartimos nuestras vidas para romper la frontera que nos divide.  

Cuando le dije que iba a contar su historia en una nota para una revista, me respondió: “no sólo yo he pasado por estas situaciones de la vida y aún hay muchas personas más que han pasado por esto y sobre todo los niños, en diferentes partes del mundo”. En otras palabras, su historia no es solamente suya sino la de una generación de jóvenes que luchan para sobrevivir. Aquí, en sus propias palabras, esta es la historia de David Cruz: 

El testimonio

“Te cuento que desde pequeño crecí en una familia muy pobre. Teníamos un solo cuarto en donde dormíamos. Era muy difícil porque éramos como ocho personas, todos parientes, pero estas personas no eran mis padres o mis hermanos, sino mis abuelos y mis tíos. Ni siquiera de pequeño tuve la oportunidad de conocer a mi papá. Mi mamá me contó que cuando yo nací mi papá no me reconoció como su hijo, y nos abandonó con mi madre.

Con el tiempo cuando crecí, me mandaron a una escuela para niños. Me acuerdo cuando tenía cinco años, y la verdad cuando estuve en la escuela nadie me apoyó. No tuve la oportunidad de tener el amor de un padre ni el de una madre. Nadie me animaba para ir en la escuela. Cada vez cuando iba a la escuela, veía a los otros niños acompañados de sus mamás o de sus papás y eso me causaba mucho dolor en el corazón. En el recreo, cuando nos daban un tiempo libre en la escuela, los niños salían a comprar las cosas que ellos querían, como tenían dinero las podían comprar. Sus papás les daban dinero cuando iban a la escuela y me acuerdo que sólo me quedaba viéndolos. Pero aunque no tenía dinero a veces no aguantaba las ganas de comprar algo en la tienda. A veces les pedía prestado dinero a mis compañeros para poder comer algo, y si mis compañeros no me prestaban, entonces pedía fiado en la tienda. Pero cuando supieron que nunca tenía dinero, mis compañeros ya no me prestaron  más y ya no me daban fiado en la tienda porque nunca pagaba mi deuda.

Pues Gracias a Dios no sentí que  pasaban los años y hasta que crecí, cuando ya tenía como 12 años ya sabía qué era lo bueno y  qué era lo malo.

Talvez te preguntarás si mi mamá me ayudó o no. Pues la verdad mi mamá sí me ayudó pero no todo el tiempo, porque ella se casó otra vez con un hombre y me dejó con mi abuela y mi abuela como ya era anciana ya no podía trabajar mucho para ganar dinero. Sí trabajaba pero a ella no le alcanzaba el dinero para la familia como ella también todavía tenía hijos menores. Mi abuela se enojaba mucho si uno no trabajaba. Mi abuela me trató como si yo fuera su hijo y me daba comida. En realidad, el dinero con el que compraban la comida, nosotros lo ganábamos con mis tíos, si uno no trabajaba no le daban comida. Nuestro trabajo consistía en trabajar en el campo a sembrar maíz o a veces nos mandaban a traer leña para poder cocinar en la cocina o venderla.

Te cuento que mi abuelo desde pequeño nos hizo la vida imposible, porque el tenía un vicio y su vicio era tomar licor o sea se emborrachaba y tomaba todos los días. No aportaba dinero a la casa y encima nos maltrataba, nos insultaba y no dejaba que cocinara mi mamá, porque como te digo teníamos un hogar muy pequeño, la cocina estaba junta en la casa en donde dormíamos. Así sufrí cómo alrededor de 6 años aguantando muchos insultos y hambre.

Pero cuando cumplí 13 años, mi abuela se cansó de tantos insultos y maltratos, decidió mandarme a Panajachel, el pueblo en donde yo te conocí, y dejé a mis tíos y a mis abuelos o sea dejé a mi familia. Como mi mamá ya se había casado, no le importé cuando yo me fui a Panajachel, y así mi abuela pensó la idea de que yo me dedicara a vender lapiceros con nombres y mostacillas. Como yo no sabía hacer lapiceros, por suerte que mi hermano mayor sabía hacerlos con nombres y le pedí el favor de que me enseñara para que yo pudiera ganarme la comida cada día. Eso si fue muy duro, porque  a veces no había gentes en Panajachel y yo no vendía nada. Cuando no vendo nada no puedo comer porque no tengo dinero. A veces cuando vendía un poco yo los ahorraba así cuando no vendía nada, podía comprar algo. Alquilaba una casa por día y cuando no tenía dinero, me quedaba con una señora. No me cobraba nada pero era un lugar muy sucio y hacía mucho frío. Por eso, cuando vendo algo alquilo mi cuarto por día y pago 10 quetzales por la noche, lo que equivale a 1 dólar.

Con el tiempo tuve muchas ideas para salir adelante, cada vez que salía a vender siempre estaba preguntando palabras que no sabía en inglés para poder defenderme en el negocio. Porque de hecho, casi todas las personas que venían a Guatemala eran estadounidenses, o sea de tu país. Así fui aprendiendo muchas palabras como para poder vender y como también me gusta mucho el idioma inglés se me quedaba en la mente cada palabra que me decían”.

David Cruz y yo tenemos algunas cosas en común. Tenemos 19 años, asistimos a la escuela, trabajamos duro para sacar buenas notas y queremos mucho a nuestras familias. Sin embargo, un hecho fundamental nos divide: David Cruz nació en Guatemala y yo en los Estados Unidos. Es un hecho simple pero tiene consecuencias complejas: es por este hecho que David carece de oportunidades y a mí no me hacen falta. Es por este hecho que David ha tenido que luchar contra la pobreza y yo no he tenido que luchar. Es por este hecho que David sueña con venir a los Estados Unidos para conseguir trabajo y yo pude ir a Guatemala como viajero.



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