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Buen Gusto

El peligro moral de las nuevas variaciones de mate norteamericanas

February 2009
¡Señoras y señores! Una trasgresión pagana y mortal ocurre bajo nuestra propia vigilancia ingenua. Les escribo para denunciar el asalto de una institución. Para defender ese dogma noble y perpetuo. Yo hablo, por supuesto, de aquella yerba más antigua y compañerita de todos, ¡el mate!

Actualmente al mate se lo puede ver desfilando por todas partes, pero es un convertido retorcido. Lleva un acento tan misterioso como provocador: “Maté”. El acento sobre la e final, un adorno flagrante, sin duda engendrado en una torre oscura de marketing. La nueva decadencia del mate se encuentra como la tendecia más de moda del mundo de los estimulantes.

Para los que lo ignoran, el mate es una yerba natural de las regiones australes de Sudamérica, fundamentalmente de países como Uruguay, Argentina, Paraguay y Bolivia. Se lo disfruta en pueblos de buena y humilde disposición. Yo me cuento entre aquellos rebaños, seguidores de una distinguida tradición.

Para el que lo prueba por primera vez en su forma pura, el mate tiene el gusto de estar tomando una especie de tabaco, tal vez mezclado con césped cubierto de barro. Afortunadamente es fácil acostumbrarse al dulce rito del mate gracias a sus extremas propiedades adictivas.

O sea, el mate es una bebida de cafeína (o materna en este caso) como cualquier otra. Lo que lo eleva por arriba de lo vulgar es la insistencia en lo constante. No pueden existir variaciones como las perversas que se encuentra actualmente en los cafés y confiterías más de moda de los Estados Unidos.

Recién decidí que ya llegaba la hora y el día. Había que hacer lo necesario: yo tenía que afrontar estas confecciones siniestras con valentía, para que el mundo entendiera su peligrosa verdad.

Pasé por un café en Brooklyn de sospechosa fama. Ahí lo vi. El susodicho producto, una provocación lasciva al dominio matero. Se llamaba inocentemente “Mate: Empower Mint”, igual porciones de menta, juego de palabras pésimo y pecado puro.

Volví solo para hacer la prueba en la penumbra de mi casa, para probar de esa botella. Retiré la calabaza de mate que ocupaba su lugar honrado en la mesa principal. No quería que ella viera lo que yo iba a hacer.

Y pues. Todo se fue. Tomé. Tomé y tomé.

¡Que placer lujurioso! ¡Que sabor de menta! ¡Hierbabuena de verdad! Y lo peor de todo: ¡convenientemente puesto en una botella!

Jamás podría haber adivinado la tentación que representaría este nuevo mate. Que sería posible llevarlo a cualquier lado pero al costo de una turbación ardiente por adentro. A su vez ahogo las penas con el mismo néctar vergonzoso. ¡Todo un colmo!

¡Tengan cuidado! El elemento subversivo que se populariza en las cafeterías de las ciudades, desde Los Angeles hasta Nueva York, ¡presenta la amenaza más grave y disfrazada de nuestra época! Ofenda la inocencia de la juventud impresionable. ¡Cuidado estimados señores y señoras!


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