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Crónicas de Nueva York

Cartas de esperanzas y a veces, sin contestaciones

December 2006

El Valle del Hudson se viste de blanco otra vez y las frígidas noches se calientan a veces con un “Egg Nog” (leche dulce con vainilla, canela, crema y yema de huevos) o un brandy alrededor de un fuego en la chimenea. ¡Es común ver cómo alrededor de diciembre y enero hay más alegría y sentido de dar! ¡Pero también vemos que no falta algún estrés y tristeza por no tener o poder hacer tanto! Y para afrontar esta situación, muchos adultos se encuentran en la necesidad de escribir alguna carta a Dios o a “Santa Claus” (como por aquí llaman a Papa Noel).

Y yo no tengo conocimiento de que verdaderamente esperasen recibir ninguna contestación a sus cartas, aunque habrán excepciones como el de la noticia que leí por allí sobre aquel hombre que ¡no se fiaba de los carteros!

Esta anécdota ocurrió realmente en Israel donde como cada año la oficina de correos recibe miles de cartas que se dirigen a “Dios” y a la dirección de Bethelhem (Belén) donde se supone nació el Niño Dios, Jesús. El caso es que este hombre pedía en la carta a Dios que le mandase 500 dólares para estas fechas. Los administrativos de la oficina de Correos tuvieron compasión y decidieron colectar ese dinero y mandárselo al hombre de la carta. Al final solo pudieron juntar 450 dólares y se lo mandaron deseándole felicidades de parte de los trabajadores de la oficina de Correos. Una semana más tarde la oficina recibió otra carta dirigida otra vez a Dios y del mismo hombre al que habían mandado esos 450 dólares. Al abrirla pudieron leer en ella lo siguiente:

 

“Gracias Dios por el dinero que me has mandado. Pero tengo que decirte que ¡me faltaron 50 dólares! Yo creo que esos trabajadores de la oficina de Correos son unos ladrones. Por favor, cuando me la mandes no utilices el servicio del correo, por que son ellos que me robaron esos 50 dólares. …!”

La carta de un niño

Como todos sabemos por aquí no se suele celebrar la fiesta de los Reyes Magos. En su lugar, los pequeños suelen dirigirse a Santa Claus para conseguir sus juguetes preferidos. Y en los medios de comunicación se lee también la noticia de una carta de un pequeño que se dirigía a Santa Claus y en la que le decía:

“Querido Santa Claus. Para este año yo no quisiera recibir ningún regalo ni juguete.

Si tú puedes hacer de este mundo un lugar más feliz y más verde, yo, me sentiría satisfecho.

Me gustaría que haya menos polución y que la gente no se pelee. Que no haya guerra y que la gente del mundo viviese en paz entre ellos…”

¡Creo que este ruego va a ser más difícil de satisfacer!

A veces los pequeños sorprenden a los adultos y nos dan alguna lección que nosotros no hemos aprendido. ¡Y es que estamos tan ocupados y apurados que pocas veces nos paramos para pensar un rato sobre la vida! Pero la vida es tan compleja que necesitamos esperanzas e ilusiones para poder afrontarla. 

Las cartas a Dios de los adultos en estas fechas suelen ser, como los comercios y negocios, balances de su actividad durante el pasado periodo. Y no es una mala idea hacer este balance. Pues con esto, uno tendría la oportunidad de ver donde cabría hacer un reajuste a ese balance negativo e intentar hacer algunos cambios en su vida.

Por otra parte, muchas de esas cartas sólo pretenden ser un ejercicio para clarificar y esclarecer las ideas de uno. Pero las más dramáticas, son las que explican necesidades, esperanzas y deseos que tal vez nunca se cumplirán.





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