La Voz de Anáhuac
Navidad en México
December 2006Qué bueno. No recuerdo otra época del año más agradable que esta, ni el verano, ni nada. Puede ser porque no hay clases, porque hay regalitos para todos, porque vemos a amigos y familiares que nunca vemos, o porque puedo comer y comer rico (¿rico? ¡riquísimo!) casi todos los días, o también porque se siente el “calor humano”, el sentimiento de pertenecer a un mismo tipo de seres que muestran buena voluntad hacia sus congéneres.
Y ese aroma comienza a esparcirse ya en noviembre, cuando el frío se comienza a sentir y proporciona a la gente un pretexto para recogerse en casita y “hacer hogar”. También le da al mexicano otro pretexto más para hacer fiestecitas o fiestesotas, beber y “conbeber”con sus amigotes y también con sus amiguitas. Y este perfume envenenado “flota” en el aire, se respira, se palpa ―casi físicamente― en general en todo tipo de ambientes, desde las escuelas (más que en otros lugares, dada la alegría natural de niños y jóvenes) hasta las oficinas, inclusive las del gobierno, tan dadas a la burocracia y la aburrición administrativa, y demás centros de trabajo. Lástima que tanta maravilla dure tan sólo dos o tres semanas y que tengamos que regresar a la “dura realidad”. Pero también necesitamos de un contraste para saber apreciarlo. Sin eso no lo disfrutaríamos tanto.
En fin, esto comienza con las posadas, que son fiestas de origen religioso en las que un grupo de familiares, amigos y demás personas se juntan y van de casa en casa pidiendo posada cantando una letanía tradicional que empieza mas o menos así, ejem,ejem: Een el noombre del cieeeloooo, yoo os pido posaaada...se hace ya de noche, llevando al niño Dios y portando velitas en la mano hasta la casa donde se hace una cena general siempre animada con ponche, rica bebida dulce de frutas y canela, a veces con “piquete” (piquete= trago, un poco de ron generalmente). Siempre se rompen piñatas llenas de dulces, frutas de la estación como canas, tejocotes, naranjas, limas, mandarinas, otros tipos de dulces pequeños industriales, cacahuates. Y muchas veces llevan también colación, que son dulcecitos de azúcar, a veces con almendras dentro. Claro, esto en general es para los niños y las familias correctas; los muchachotes y los adultos tristes festejan las fiestas de otra forma...
De posadas y pre-posadas
Estas fiestas son de origen colonial y presumiblemente españolas, y fueron tan bien aceptadas que a veces va uno a una posada cada día durante al menos dos semanas (ah, qué mexicanos tan pachangueros, no, perdón, tan religiosos...). También con el sano deseo de alargar la navideña alegría se han inventado ahora las “preposadas”, o sea: fiestas antes de las fiestas, con lo que se amplia el periodo prenavideño a un mes o más, de modo que cuando llega la verdadera navidad ya llevamos un sinfín de ...experiencia, llamémosle, en eso de la alegría compartida.
Y finalmente llega la tan ansiada navidad, las iglesias se llenan, las misas no caben de gente (también en diciembre, el día 12, se festeja a la patrona de México, la Virgen María, conocida por acá como la Virgen de Guadalupe). Hay quienes sólo van a la iglesia en esta fecha. Sobre todo en las plazas principales de cada ciudad y pueblito se ponen ferias con juegos mecánicos como la rueda de la fortuna, las tazas giratorias, el martillo, cochecitos chocones, y hay puestos de dulces y chuchearías, además de juegos de diferentes tipos como canicas, romper globos con dardos, tiro a muñecos con rifles de juguete, y puestos de comidas variadas, quesadillas, tacos, pozole, enchiladas. Y hay una verdadera verbena popular en cada plaza o jardín. Nomás me acuerdo de cómo nos aventábamos huevos rellenos de harina con la hijas de los vecinos... bueno, perdón, más discreción y prosigamos la platica.
En realidad son dos las celebraciones, la Navidad y el Año Nuevo, cada una con su cena generalmente con pavo o puerco asado, alguna crema o sopa de verdura y pasteles y postres, que es con lo que se lucen las excelentes amas de casa que todavía saben cocinar bien. Los más tradicionales comerán las doce uvas que representan los meses antes de la cena y además harán un brindis con sidra, o con champaña los pobres de espíritu.
Al calor del hogar familiar
Pero, amén de todas estas actividades comunales, o quizás, tribales, para mi el punto importante de la navidad es en casita, en el hogar, al lado de las personas que fueron seleccionadas para vivir juntas grandes periodos de tiempo, y cuya convivencia, buena o mala, marca de una forma permanente nuestra vida en todos sus aspectos, personas que no puedo cambiar por ninguna otra en todo el universo. En verdad, ¿a quién le puedo llamar madre fuera de la mía? Aunque me he peleado mucho y fuerte con mis hermanos, ¿a cuántos puedo llamar hermano? No estoy hablando de temas religiosos en el sentido de que todos somos hermanos, sino de que sólo mis hermanos de sangre compartieron conmigo aquellos años de infancia llenos de alegrías, de tristezas, de juegos, de risas, de enojos, de escuela, experiencias que no pueden conocer otras personas. A ellos, a mis padres, a mis hermanos, a mi abuelita que en paz descanse, mi amor y mi más cariñoso recuerdo.
Sirva entonces la navidad no sólo para vivir plenamente la alegría de ser humano, sino también, y sobre todo, para tener la conciencia de saberlo apreciar.
*Rafael Nava desde el DF
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
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