Entrevista
La Lucha de Haiti
De Toussaint Louverture a Jean-Bertrand Aristride
April 2007 Periodista, corresponsal por Reuters entre 2001 y 2003 en Haiti y escritor, Michael Deibert es el autor de “Notes from the Last Testament: The Struggle for Haiti” (Notas del Último Testamento: La lucha por Haiti). Allí narra la compleja historia del ascenso, caída y exilio de Artistide, su regreso y exclusión en una mezcla de reportaje, análisis histórico, memorias y crítica social, ofreciendo un descarnado relato de la cultura política haitiana contemporánea. El 13 de abril el autor dará una conferencia en Bard College, de donde se graduó en 1996. Mientras tanto, La Vozle hizo algunas preguntas.Michael Deibert: La lucha de Haití es la batalla de doscientos años de los haitianos para instituir una democracia responsable y legítima en su país. En un país donde la mayoría de la gente no tiene acceso a la educación y al capital político y económico, la mayoría de la población está muy marginada del poder político. Los líderes políticos haitianos, debido a su incompetencia y mal gobierno activo, no han tenido éxito en encontrar las medidas apropiadas para mejorar las vidas de su pueblo. La comunidad internacional, incluyendo los Estados Unidos, está actuando con frecuencia de una manera inútil y a veces destructiva. En años anteriores, la lucha era con frecuencia entre la mayoría pobre y la minoría rica, entre una gente de piel negra y otra menos oscura. En años recientes, especialmente durante la década pasada, la realidad ha llegado a ser más compleja. Con la vuelta de Aristide a Haití en 1994, surgió una nueva clase negra económica y política, con sus intereses para proteger y ambiciones para defender. Estos intereses y el de la mayoría de la gente pobre no eran siempre lo mismo. Otro aspecto de esta lucha es la marginación de los campesinos del poder político en la capital. Hay luchas estructurales, económicas y políticas, y todas están conectadas.
MD: Las razones de la situación política en Haití son complejas. La herencia de la esclavitud y del colonialismo es parte de la razón, pero hay otras razones, ligadas, creo, a la debilidad de las instituciones gubernamentales en Haití. El poder judicial, la policía y otras instituciones, debido a la pobreza del país, son muy vulnerables a la corrupción.
Haití tenía una gran oportunidad para cambiar después de la intervención multinacional en 1994, pero los políticos haitianos y la comunidad internacional perdieron esta oportunidad. La comunidad internacional se marchó demasiado rápido, antes de que las instituciones del país tuvieran verdadero peso. Ellos deseaban un "quick fix", un arreglo rápido, pero Haití requería atención por más tiempo. Los políticos haitianos, especialmente pero no exclusivamente Aristide, no consiguieron construir sobre esta oportunidad; prefirieron luchar para tener todo el poder político. Aristide procuró establecer cierto tipo de dinastía política pero el resultado fue anarquía y caos. Muchos de sus rivales eran igualmente despiadados, pero menos expertos. Lo que ahora vemos en Haití es una revolución inacabada. Sin embargo, en muchos aspectos, ahora la lucha en Haití no es muy ideológica. Tristemente y con frecuencia, es sobre puro poder. Los agentes políticos están luchando y la mayoría pobre está sufriendo.
RM: ¿Cómo es el clima político en Haití desde el gobierno de Aristide hasta el actual de Préval?
MD: Históricamente, el clima político en Haití es uno de exclusión económica y de indiferencia por los derechos humanos básicos. Desde 1991 ha habido elecciones, pero los métodos usados por la gente en el poder no cambiaron mucho. Las elecciones no equivalen a democracia. Una elección no es una excusa para hacer cualquier cosa que se desee, sin consideración de la constitución, la ley o la separación de poderes. Aristide, por ejemplo, fue un líder elegido democráticamente pero que no tenía respeto por las reglas de la democracia. Hemos visto esto en los Estados Unidos con las acciones políticas de la administración de Bush también, detención sin juicio, uso de la tortura, etc. Estos actos van contra el espíritu y la letra de nuestra constitución. En Haití también vimos este desacato para la constitución de un país. Armar y organizar pandillas por el gobierno haitiano, incluyendo a muchos adolescentes, la destrucción de la separación de poderes, el uso de métodos violentos y corruptos para silenciar a la oposición política, éstos son los crímenes que no se pueden absolver por ninguna elección. Durante el gobierno interino que vino después de Aristide, entre 2004 y 2006, hubo también muchísimos abusos. En ese tiempo, fueron asesinados algunos de mis amigos. El uso de elementos paramilitares —por el dictador Francois Duvalier y su hijo Jean-Claude, por el ejército haitiano, por Aristide y su partido Famni Lavalas— ha servido también para debilitar las instituciones de Haití.
Préval, por su parte, es una figura compleja. No creo que él sea un criminal sanguinario como fueron algunos de los líderes de Haití, pero hay una opinión de que él es muy débil. Preval nunca fue implicado seriamente en actos violentos, y en Haití, eso es algo positivo. Conocí a un hombre haitiano que me dijo que, en los años pasados, la cosa más revolucionaria que se podía hacer en Haití era consolidar una institución. Eso era verdad entonces, y es verdad ahora.
RM: ¿Podría contar una experiencia que haya vivido en Haití que describe al país?
MD: Volvíamos a la capital, Port-au-Prince, después de un festival de vudú en la ciudad norteña Gonaives que duró muchos días. Pasábamos por una ciudad pequeña cuando nuestra rueda se pinchó. Nuestro coche no podía continuar. Inmediatamente varias personas —campesinos— aparecieron y preguntaron si estábamos heridos, si necesitábamos ayuda. Empujamos nuestro coche a través del pueblo y mientras lo arreglaban, nos sentamos en un patio con muchos haitianos, todos pobres. Mientras esperábamos, hablamos y ellos preguntaron si deseábamos algo de comer, algo de beber. Ellos fueron muy buenos con nosotros. Tuve una experiencia similar cuando cubría las noticias de las inundaciones de 2004 cerca de la frontera dominicana. Los haitianos son gente maravillosa y muy decente. Es una cultura fantásticamente creativa, vibrante y resistente. Ellos merecen algo mejor de sus líderes y de la comunidad internacional.
Michael Deibert es el autor de Notes from the Last Testament: The Struggle for Haiti (Seven Stories Press). Su blog de periodismo y opinión se puede leer en www.michaeldeibert.blogspot.com.
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