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El mundo es un paraíso del espectador

El paraíso espantoso del director Renzo Martens

Por Jonathan Raye
December 2009
“El mundo es un paraíso del espectador.” O así dice Renzo Martens, el escritor, director y protagonista de su nuevo documental, Enjoy Poverty (Disfrute la Pobreza) que estrenó en febrero pasado bajo el sello independiente Intifilms. La veracidad de esta declaración, sin embargo, puede depender del tamaño de su conciencia. 

El documental de Martens ocurre en la Republica Democrática del Congo, uno de los países más pobres de África central. Es muy improbable que se encuentre a un tipo como Martens en la selva rural del país. Guapo, alto y llamativamente blanco, lleva una cámara en su mano, enfocándola alternativamente en sí mismo y en las escenas de pobreza espantosa que lo rodean. Su teoría: la pobreza es un hecho de la vida y debe ser aceptada, abrazada y, en última instancia, aprovechada. 

Teniendo presente esta teoría, se embarca en una odisea de dos años en la que atraviesa el gran país, buscando las regiones con más necesidades y conociendo a su gente. Visita primero la barriada de una plantación. Filma sin comentario a un joven comiéndose un ratón crudo. Entrevista a un padre cuyos niños están muriéndose de hambre. Juntos inspeccionan las regiones más privadas y enfermas de sus cuerpos. 

El recorrido de Martens sigue en la oficina del dueño blanco de la plantación – quien niega vigorosamente que a sus obreros les falte comida y medicina. En un momento sumamente irónico Martens le vende fotos de sus obreros, ostensiblemente como si se tratara de obras de arte, aunque obviamente son más un documento de las condiciones inhumanas en las que viven. Se ubica luego en un hospital sin suministros y filma casi apáticamente los esfuerzos de unos doctores por socorrer a una joven: los doctores le dan agua con azúcar en vez de medicina. Todo es en vano porque pronto se muere. Martens curiosamente levanta su cámara para capturar la imagen de la madre huyendo del edificio. 

La procesión de escenas y encuentros espantosos sigue sin disminución. Él no demuestra ni un poco de vergüenza, en cambio se ríe totalmente a lo que se llama la fascinación pornográfica de occidente con tales imágenes.

No se sorprende cuando finalmente entra a la choza de un granjero pobre y le interroga así:

─ ¿Tienes electricidad?
─ No. 
─¿Tienes agua limpia? 
─ No. 
─¿Tienes zapatos de cuero? 
─ No.

Con la certidumbre de Dios, termina por decirle al campesino: “Si no pudiste conseguirlos en los últimos diez años, no creo que ya los vayas a conseguir”.

El evangelio del empoderamiento

Ya que Martens hasta este punto ha ofendido solamente al noventa por ciento de su audiencia, consigue indignar al diez por ciento restantes al organizar una conferencia para los hombres de un pueblo. Allí les comparte con su manera más paternalista su “evangelio del empoderamiento”. 

Dice a los hombres: “la pobreza es un recurso natural”. Sin soltar una sola carcajada, les explica que puedan vender su propio sufrimiento, en efecto encargándose de lo que es (de verdad) la fuente de dinero más grande del Congo: “la industria de la pobreza” (con fotógrafos, agencias humanitarias, convoyes de doctores, ingenieros y diplomáticos). 

Para ilustrar su filosofía de empoderamiento, Martens escoge entre los aldeanos a unos aprendices a los que les da cámaras para que salgan a buscar escenas de violencia, malnutrición y pobreza para fotografiar. Lamentablemente sin pases de prensa se les niega la entrada a los sitios más importantes, dificultando su misión. 

A Martens no le queda tiempo para explicar qué pasó con los aprendices, pues ha clavado su atención en el accesorio final de su documental: un cartel en letras de neón que dice “Disfrute la Pobreza Por Favor”. El “Por Favor” parpadea rítmicamente. El clímax del documental llega por la noche, cuando ya han levantado el cartel encima de la plaza central del pueblo. Nadie lo entiende (está escrito en inglés), pero alguien prende un generador, las luces se encienden, y el pueblo entero que se ha congregado en la plaza empieza a aplaudir. Mientras la gente comienza a bailar, nos golpea la comprensión de que estamos mirando una de las escenas más cínicas, despreciativas y burlescas que todavía no había sido documentada en film.

Dado que Martens no manifestó escrúpulos sobre el impacto de sus relaciones en el documental, uno asumiría que, asimismo, los críticos no manifestarían merced alguna en su crítica de los supuestos, acciones y moralidad del documental. Falso. Casi universalmente Disfrute la Pobreza ha recibido elogios y encomios. En las entrevistas con Martens, los reporteros le preguntan sobre su técnica con la cámara y halagan su selección de canciones. 

Pero nadie le ha preguntado lo que yo considero la pregunta más importante: ¿qué tal la tesis de la obra que los pobres pueden vender su recurso natural, la pobreza? Es decir ¿qué de los fotógrafos novatos que se suponía iban a documentar este recurso para “disfrutarlo”? La pregunta todavía no tiene respuesta. 

De todas maneras, tal enojo destaca otra vez la paradoja ineludible de Disfrute la Pobreza: cuanto más odiemos a Martens, más tenemos que odiarnos a nosotros mismos por enredarnos en la mentalidad occidental de superioridad – exactamente la que él ridiculiza.  

Su teoría: la pobreza es un hecho de la vida y debe ser aceptada, abrazada y, en última instancia, aprovechada.

 La película
Título: Episode 3: Enjoy Poverty
Director: Renzo Martens, holandés
Género: Documental creativo
Duración: 90 minutos y 52 segundos aproximadamente
Idioma: inglés y francés, con subtítulos en inglés, francés y holandés
FUENTE: http://www.intifilms.com/

 

 

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