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Debate

Sobre el idioma en el exilio

Por Jenna Galka
December 2009
La barrera idiomática no es un fenómeno desconocido: cualquiera que haya ido a un país cuya lengua no es la propia, sin importar la cantidad de tiempo, probablemente se sentirá perdido y aislado.

La comunicación es algo importante para la gente, siendo las criaturas sociales que somos. Hace poco estuve en un almuerzo en Bard College presentado por el Centro Hannah Arendt que tenía a las lenguas en el exilio como tema principal. La mayoría de los ejemplos eran de autores alemanes o austriacos, más que de países hispanos, pero cuando no podemos decir ni “¡hola!", o preguntar dónde está el baño o hacer amigos, ni podemos hacer nada sin extrema dificultad, nos sentimos aislados, sea donde sea que estemos o qué idiomas hablamos mejor.

  Entré a la sala con una magdalena de chocolate (el almuerzo era tipo buffet) sintiéndome torpe y aislada ya que era la única estudiante en un salón lleno de académicos, la mayoría hombres (y riéndome por dentro cuando veía cómo la expresión de algunos cambiaban, aunque sólo un poquito, al ver mi pelo entonces verde). Por supuesto que hablaban un idioma diferente al mío: el de la academia experimentada, de la erudición, y también alemán (del cual mi conocimiento se limita a algunas malas palabras). Se hicieron presentaciones y comenzó la conferencia.

 La pregunta era cómo las personas, en este caso los autores, manejan el cambio de identidad cultural después de ser forzados a mudar su hogar a otro país. ¿Qué pasa cuando una guerra (física o cultural) hace que uno tenga que desterrar su hogar, familia y amigos y dejar su estilo de vida? ¿Cómo se maneja una identidad dual, cómo decir que usted es a la vez alemán e inglés, o hispano y estadounidense? Especialmente en la transición entre lugares completamente diferentes, una identidad u otra se pierde, y uno se niega a adoptar la nueva identidad, o a adoptar la vieja. Y no se debería tener que cambiar una por la otra tan absolutamente, pero es bien sabido que es difícil mantener un equilibrio saludable de las dos.

  ¿De verdad se pierde la identidad?

Cuando se trata de escritores, estas personas pierden sus espacios públicos y privados: sus audiencias, su hábitat, sus lenguas. El común de las personas pierde cosas del mismo nivel de importancia, aunque no tan conocidas. Entonces, ¿cómo puede usted hacer frente a tanta presión, especialmente en los Estados Unidos, para cambiar totalmente su idioma y hasta lo miran mal por hablar español? No es aceptable. Al mismo tiempo, es realmente fascinante cómo los idiomas nos cambian, cómo las palabras que uno habla pueden cambiar las perspectivas sobre uno mismo. Y cambiar de un idioma a otro puede desorientarnos. Lo sé porque cuando trato de hablar español, a menudo termino hablando en inglés o en francés para llenar las lagunas de vocabulario.

 ¿Pero está bien tener que cambiar idiomas y perder identidad? Ser bilingüe es algo respetable y mucha gente en el mundo hoy en día habla al menos una lengua además de la propia. Muchos hablan dos o tres. Incluso si una persona domina el idioma, puede sentirse que todavía no está integrada a la cultura, tal vez porque no leyó textos formativos de la nación o porque usa palabras graciosas. La gente necesita aprender a entenderse y aceptarse unos a otros, y eso es gran parte de lo que se discutió en el almuerzo al que asistí, qué pasa cuando las personas cambian de país: la psicología del exilio.

 Es un problema que sigue abierto para la discusión, y no estoy segura de cómo terminar este artículo sin predicar la tolerancia y aún a riesgo de parecer sosa. No es correcto vivir encasillado en otra cultura, pero también hay algo bueno que decir por tratar de aceptar donde uno se ha visto forzado a vivir. El exilio es un hecho desafortunado de la vida, ¿podría vivirse sin la pérdida de las identidades culturales definitorias, sino con una difusión cultural en su lugar?

 


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