Recuerdos de…
Pura Vida en San Antonio
Por Mariel Norris
November 2009 Las vacaciones de verano habían empezado y yo no tenía nada que hacer. Sentada enfrente de mi computadora, sintiéndome aburrida, no pensaba en nada, cuando una idease me vino a la mente. Se me ocurrió que debería visitar un país en Latinoamérica para mejorar mi español.Sólo tuve dos clases de español. Sólo había leído oraciones sencillas y había conjugado verbos sencillos en mi pequeño libro de apuntes. Quería oír el español en la vida real. Encontré un sitio en la Web llamado Global Works que ofrecía un viaje de tres semanas en Costa Rica para 18 estudiantes de colegio. Perfecto, pensé, y me registré inmediatamente. Así es como llegué a la tierra bonita de Costa Rica dos meses después, sin idea de lo que haría allí.
Nuestro grupo hizo mucho en las tres semanas, pero lo más significativo para mi fue la visita a San Antonio. Cuando llegué a este pueblo pequeño, mi primer pensamiento fue, Qué pueblo pobre. Las casas están arruinadas. ¡Hay rajas en las paredes; el viento puede entrar! ¡Las vallas están rotas; los animales pueden escapar! Al entrar a la casa en la que me hospedé por ocho días, no podía creer que la familia no tenía ni teléfono ni computadora.
Sí, mi grupo tuvo que reparar algunas paredes, vallas, y el sistema de agua comunal, pero en dos días empecé a aprender que la gente funcionaba muy bien con lo que tenía. Al principio no entendía por qué las personas en mi nueva familia no se peleaban nunca, mientras los miembros de mi familia en los Estados Unidos discuten con frecuencia. No entendía por qué las puertas quedaban abiertas, ni por qué todos parecían conocer a todos.
Finalmente me di cuenta de la razón por la que había menos animosidad. Normalmente los miembros de la familia pasaban tiempo juntos, jugando muchos juegos de cartas, picando frutas o galletas, y a veces mirando un amorío en la televisión pequeña pero valorada. No usaban el teléfono o la computadora en cuartos diferentes, como mi familia en los Estados Unidos. Estaban juntos casi siempre, así no tenían ninguna opción más que portarse bien.
Era una comunidad real. Nadie tenía posesiones muy caras, así las puertas raramente estaban cerradas, y las personas siempre entraban y salían de las casas, saludando y charlando con sus amigos. La gente no estaba tan obsesionada con poseer cosas como la gente de los Estados Unidos, y compartían su comida, videos juguetes y los animales también. Vacas con orejas largas y voces fuertes, caballos hermosos, y pollos de muchos colores se paseaban por todas las yardas. Había un granero donde se ordeñaban las vacas. Los hombres fuertes llevaban a los otros por encima del río, y en el otro lado la gente ordeñaba. También había un campo de fútbol donde muchas personas jugaban juntos; y algunas familias tenían tiendas donde todos iban de compras; y muchas personas trabajaban juntos, construyendo y reparando casas y edificios; y todos los niños iban a la misma escuela, que era en el medio del pueblo.
“Pura vida” era la forma de saludo. A menudo los lugareños lo decían en vez de “hola”. Yo puedo adivinar donde se originó esto. La forma de vida sencilla, sin obsesión con muchas posesiones, es la pura vida. Después de ocho días en el bonito pueblo de San Antonio, mi grupo continuó en el viaje, y finalmente volví a mi barrio, con las casas grandes y aisladas, donde los habitantes cierran las puertas de los cuartos y miran fijadamente a sus computadoras por horas en vez de pasar tiempo con los vecinos. No podemos tener casas con paredes agrietadas en Nueva York porque es más frió aquí que San Antonio, pero las casas deben ser más sencillas. Con menos cosas, tendremos más. Entonces nosotros quizás podríamos vivir la pura vida también.
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
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