Desfile del Ku Kux Klan en Washington DC en 1926
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Es la religión, tonto

La supremacía blanca en las elecciones estadounidenses

Por Miriam Schwartz
December 2024
"Si quieres motivar a la gente, tienes que darles una razón para votar,” aseguró Corey Lewandowski, consejero del ex-presidente Trump antes de las elecciones de 2018. “Decir ‘construir un muro y frenar la entrada a los ilegales para que no maten a los ciudadanos americanos’ les da un asunto importante”. Estas palabras exponen la lógica de la supremacía blanca que ha entrado en el discurso popular: el miedo al “otro” como herramienta política. 

Entre 2022 y 2023, el número de organizaciones nacionalistas blancas en los Estados Unidos creció poco más de 50%, de 109 a 165, según la organización de abogacía legal Southern Poverty Law Center (SPLC). Además, SPLC rastreó 1,430 grupos extremistas de odio y antigobierno en los Estados Unidos en el 2023, que se pueden ver en un mapa de EE.UU. en su página web. Estos grupos constituyen la estructura institucional de la supremacía blanca en los Estados Unidos, se dedican a aumentar el miedo de las amenazas percibidas a la potencia de la cultura blanca, cristiana, y patriarcal de las personas no-blancas (inmigrantes en particular), no cristianas, y que no conforman a las normas del género. 

Aunque las ideologías de estos grupos no son nuevas, han aflorado en la cultura y los medios populares desde el ascenso del ex-presidente Donald Trump, quien resalta por su tratamiento explícito de estos temas a diferencia de otros políticos que las ocultaron o eufemizaron para apelar a los votantes moderados. La táctica del miedo sobresale particularmente en la historia de la religión, según la presentación reciente “Es la religión, tonto” del profesor Bruce Chilton, erudito de cristianismo primitivo y judaísmo y cura episcopal de Bard College. 

En la primera de una serie que aborda el rol de la religión en varias “crisis” contemporáneas, el profesor Chilton, hombre alto, solemne y canoso con un acento vagamente británico (estudió en Cambridge, dijo), trazó las raíces religiosas de la supremacía blanca, y cómo afectaron a las campañas políticas de la elección de noviembre. La inspiración por la serie afirmó, es su “convicción de que no se puede entender estas crisis hasta que se entienda el factor religioso, lo cual no quiere decir que la religión sea la causa directa, sino que analizamos el presente utilizando materiales históricos”. 

La diferencia fundamental de la supremacía blanca de antes y la que se manifiesta hoy, según Chilton, es que actualmente no es necesario ser blanco para ser supremacista blanco, y dio el ejemplo de Mark Robinson, el candidato republicano a gobernador de Carolina del Norte quien, según CNN, se refirió a sí mismo “Nazi negro” en un sitio pornográfico. La supremacía blanca, aseguró Chilton, ya no se basa en una pseudociencia de la raza sino en “la adherencia a ideas y valores de la cultura que ‘debe ser dominante’ pero lastimosamente, desde su perspectiva, ya no lo es.” Es el miedo de la pérdida de esta cultura previamente dominante que alimenta la supremacía blanca. 

En resumen, Chilton especificó que “cuando las religiones se vuelven contra sus enemigos, se permiten decir cosas que saben que no pueden probar. Ese reflejo se ha incorporado en la política estadounidense, y eso es peligroso”.  

La instancia más reconocida de esta tendencia se puede ver en las falsas afirmaciones de los candidatos políticos. Por ejemplo, que la inmigración aumenta el nivel de crimen cuando en realidad, según un estudio del Center for American Progress, la inmigración tiende a reducir el delito. “Vincular el crimen a la migración sirve para activar el miedo hacía los extraños, lo que puede aumentar el apoyo para soluciones autoritarias que prometen proteger a la llamada población nativa,” dice el informe. 

¿La solución a este miedo tan simple y difícil? El capellán católico de Bard College, Jim Hess, recordó un episodio local. Salió a almorzar con una familia del Valle de Hudson y dentro de la conversación surgió la pregunta de sí un par de veces al año todos en Bard andaban desnudos. Hubo mucha risa en el público. “Sonreí,” continuó el cura por encima de las risas, “y dije, ‘Pues, esa no ha sido mi experiencia.’ Pasé a contarles algunas de las cosas que sí experimenté aquí en Bard.” El público empezó a prestar más atención. “Me parece que cuanto más podamos intervenir en lugares en los que normalmente no estaríamos y sacar a la luz conversaciones que nos permitan deshacernos del fundamentalismo hasta cierto punto, pero también poder conectarnos y darnos cuenta de que hay más cosas que tenemos en común de las que tememos de los demás”.  

 

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