Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Cuento
Kuña Piragüí: El origen de la Sirena
Por Nohan Meza
November 2023 Alba Duarte, poeta guaraní paraguaya, cuenta en una entrevista cómo la mujer se transformó en la sirena, y los riesgos de ir a la selva sola en este cuento indígena Avá-Guarani.
Kuña Piragüí, nosotros le llamamos, era una mujer muy bella, una mujer indígena. Nosotros tenemos la palabra de nuestras abuelas, que siempre nos dicen, esto no tienes que hacer, esto no tienes que comer, tienes que dormir temprano, no tienes que dormir, el sol no te tiene que encontrar en tu cama. Esto le decimos a los hombres, a las mujeres, cuando tienen su edad de adolescencia.
La madre siempre hacía la chicha con su hija, preparaba la bebida, y con eso también siempre se prepara una masa de maíz. Pero la mamá le dijo a la niña que se convertiría en la sirena no preparar la masa. La madre siempre le decía, no hagas la masa por favor, si vas a seguir haciendo la chicha.
Un día la niña dijo, ¿pero por qué mi mamá me dice que yo no tengo que hacer la masa? Voy a hacer. Hizo, hizo la masa. Al terminar la chica, agarró su porongo, que se usa para traer el agua, y se fue al monte para traer el agua con su poronguito. Comiendo su masa se fue a la selva.
Al entrar en la selva, encontró al tapir, al moreví, acostado al lado del camino. La niña rompió un pedazo de su masa y le tiró. El animal la miró y comió. Comió, comió la masa. Ella estaba feliz. “Comió de mí”, dijo. Continuó su camino y trajo su agua a la casa.
Al día siguiente preparó más grande la masa. Al llegar no veía al tapir, entonces ella encontró un tronco de un árbol. Golpeando el tronco salió el animal, y le volvió a dar de comer. Pero cuando miró la cara del animal del tapir la niña hermosa. Por eso dicen las abuelas que no hay que ir cuando las mujeres tienen su menstruación en la selva solas. Puede ser que le salga un gusano, una víbora, un sapo, un animal feroz. Y puede ser que la mujer se enamore.
La niña estaba muy feliz. Le dio toda la masa y trajo su agua. Para el tercer día la madre ya estaba preocupada, dijo a sus hermanos: “¿Por qué tu hermana tarda tanto en traer el agua? Tarda mucho. Hay que ir a mirar”.
Al tercer día, ella preparó otra vez la masa y se fue. Tardaba, tardaba, entonces se fueron sus hermanos detrás de ella a escondidas. Al llegar a la selva, la encontraron ya ahí abrazada con el animal, dándole de comer de su mano.
Corriendo volvieron a su madre y gritaron: “Mamá, nuestra hermana está con el tapir. Está dando la masa de su mano. Están ahí”. Dicen que la mamá se enojó muchísimo. No sé cuáles fueron sus palabras, pero sus palabras fueron palabras furiosas. “Bueno, vayan”, les dijo. “Lleven su arco y flecha y prepárense, vamos a hacer una trampa. Vamos a matar a ese animal de ella”.
La niña volvió muy contenta, como todas las enamoradas, cantando.
Al cuarto día, los hermanos siguieron a su hermana a la selva. Vieron como golpeaba el tronco para que venga el tapir, para poder darle la masa. Cuando su hermana volvió, le tiraron con flecha y mataron al animal. Después, le sacaron su parte íntima a pedido de la madre. “Maten y saquen su parte íntima. Eso le voy a hacer comer a tu hermana y ese es el castigo que va a recibir”. Al quinto día, la chica se fue otra vez para el encuentro y encontró al animal ya muerto. Volvió llorando. Les dijo a sus hermanos, “¿Por qué ustedes matan a su cuñado? Es su cuñado”.
Ella se encerró en su choza. No quería hablar con su mamá ni con nadie. A los tres días, dijo a su hermano. “Hermano, ¿me puede llevar al río para bañarme?” El hermano fue a preguntarle a su madre. “Bueno, vayan. Lleven a su hermana. Cuiden de ella mientras se baña”. Fueron. Llegaron al río grande y ella se tiró al agua. Se baño, continuó bañándose y después volvió.
Al segundo día la niña pidió lo mismo, y la madre dio permiso. Dicen que ese segundo día ya tardó en salir del agua. Después, al tercer día, volvieron a ir. Ese tercer día sí ya tardó muchísimo. La niña tardaba en el agua. Sus hermanos, ya asustados, gritaban: “¡Kuña, Kuña!” En guaraní le decían ¡Mujer, mujer!, pero no aparecía. Después de un largo rato apareció a la distancia sobre una piedra. Podían ver su pelo largo, su carita linda, pero su cuerpo un pirá, un pescado. Era sirena ya. Se había enamorado de un pescado, y así se convirtió en la sirena.
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La madre siempre hacía la chicha con su hija, preparaba la bebida, y con eso también siempre se prepara una masa de maíz. Pero la mamá le dijo a la niña que se convertiría en la sirena no preparar la masa. La madre siempre le decía, no hagas la masa por favor, si vas a seguir haciendo la chicha.
Un día la niña dijo, ¿pero por qué mi mamá me dice que yo no tengo que hacer la masa? Voy a hacer. Hizo, hizo la masa. Al terminar la chica, agarró su porongo, que se usa para traer el agua, y se fue al monte para traer el agua con su poronguito. Comiendo su masa se fue a la selva.
Al entrar en la selva, encontró al tapir, al moreví, acostado al lado del camino. La niña rompió un pedazo de su masa y le tiró. El animal la miró y comió. Comió, comió la masa. Ella estaba feliz. “Comió de mí”, dijo. Continuó su camino y trajo su agua a la casa.
Al día siguiente preparó más grande la masa. Al llegar no veía al tapir, entonces ella encontró un tronco de un árbol. Golpeando el tronco salió el animal, y le volvió a dar de comer. Pero cuando miró la cara del animal del tapir la niña hermosa. Por eso dicen las abuelas que no hay que ir cuando las mujeres tienen su menstruación en la selva solas. Puede ser que le salga un gusano, una víbora, un sapo, un animal feroz. Y puede ser que la mujer se enamore.
La niña estaba muy feliz. Le dio toda la masa y trajo su agua. Para el tercer día la madre ya estaba preocupada, dijo a sus hermanos: “¿Por qué tu hermana tarda tanto en traer el agua? Tarda mucho. Hay que ir a mirar”.
Al tercer día, ella preparó otra vez la masa y se fue. Tardaba, tardaba, entonces se fueron sus hermanos detrás de ella a escondidas. Al llegar a la selva, la encontraron ya ahí abrazada con el animal, dándole de comer de su mano.
Corriendo volvieron a su madre y gritaron: “Mamá, nuestra hermana está con el tapir. Está dando la masa de su mano. Están ahí”. Dicen que la mamá se enojó muchísimo. No sé cuáles fueron sus palabras, pero sus palabras fueron palabras furiosas. “Bueno, vayan”, les dijo. “Lleven su arco y flecha y prepárense, vamos a hacer una trampa. Vamos a matar a ese animal de ella”.
La niña volvió muy contenta, como todas las enamoradas, cantando.
Al cuarto día, los hermanos siguieron a su hermana a la selva. Vieron como golpeaba el tronco para que venga el tapir, para poder darle la masa. Cuando su hermana volvió, le tiraron con flecha y mataron al animal. Después, le sacaron su parte íntima a pedido de la madre. “Maten y saquen su parte íntima. Eso le voy a hacer comer a tu hermana y ese es el castigo que va a recibir”. Al quinto día, la chica se fue otra vez para el encuentro y encontró al animal ya muerto. Volvió llorando. Les dijo a sus hermanos, “¿Por qué ustedes matan a su cuñado? Es su cuñado”.
Ella se encerró en su choza. No quería hablar con su mamá ni con nadie. A los tres días, dijo a su hermano. “Hermano, ¿me puede llevar al río para bañarme?” El hermano fue a preguntarle a su madre. “Bueno, vayan. Lleven a su hermana. Cuiden de ella mientras se baña”. Fueron. Llegaron al río grande y ella se tiró al agua. Se baño, continuó bañándose y después volvió.
Al segundo día la niña pidió lo mismo, y la madre dio permiso. Dicen que ese segundo día ya tardó en salir del agua. Después, al tercer día, volvieron a ir. Ese tercer día sí ya tardó muchísimo. La niña tardaba en el agua. Sus hermanos, ya asustados, gritaban: “¡Kuña, Kuña!” En guaraní le decían ¡Mujer, mujer!, pero no aparecía. Después de un largo rato apareció a la distancia sobre una piedra. Podían ver su pelo largo, su carita linda, pero su cuerpo un pirá, un pescado. Era sirena ya. Se había enamorado de un pescado, y así se convirtió en la sirena.
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