Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Recuerdos de…
Recuerdos de Oaxaca
Por Yadriel Lagunes
May 2023 El año pasado conocí a Sandra Cisneros en un evento de Bard College. Le pregunté cómo se conecta con sus raíces mexicanas y abraza su identidad Chicana, y si tiene consejos para otros mexicoamericanos como yo para hacer lo mismo. Escribió, “Para Yadriel, ¡Viaja! ¡Lee! ¡Crece!” en mi copia de La casa en Mango Street.Inspirado por esta cita, tomé la clase de Español Intensivo en Bard, cuyo programa de estudios en Oaxaca cambió mi vida.
Mi nombre de nacimiento fue el de mi abuela paterna, y por la mayor parte de mi vida este nombre fue la única conexión con mi herencia mexicana. No aprendí español en mi casa y nunca visité México antes. Los archivos de mi familia son escasos porque mi padre vivía en un rancho en un área rural en Veracruz y emigró a los Estados Unidos cuando tenía diecisiete años. Una foto de mi abuela sobrevive. Ella era una mujer zapoteca a quien yo llamaba “la madre de mi padre” en vez de mi abuela porque nunca la había conocido. El conocimiento perdido de la vida de mi abuela causaba sentimientos desconectados sobre mi nombre, mi historia familiar y mi herencia, pero también me daba la curiosidad de aprender más sobre mi identidad.
Trabajé duro en el Español Intensivo durante el semestre para tener un nivel intermedio de español antes de que la clase y yo viajáramos a Oaxaca. Cuando llegué a Oaxaca, supe que todo el trabajo valió la pena porque tenía la capacidad de hacer conexiones profundas con personas en caminos diferentes de vida. Cuando bajé del avión, conocí a mi anfitriona que se llama Yolanda, una anciana soltera y dueña de un negocio de hospedaje por treinta años. Al principio me dio miedo cuando nos llevaba a su casa por su manera de conducir alocada. La calle era suya; no importó si giró ilegalmente o si casi chocó con un perro.
Pasamos el Año Nuevo juntos y comimos una pizza de Domino’s (la marca preferida de Yolanda) llena de quesillo, el queso famoso de Oaxaca. Cada mañana del mes, me despertaba temprano para desayunar con ella a las ocho de la mañana. Cuando regresaba de la escuela, almorzábamos a las dos también. Preparaba mucha comida rica como las entomatadas, los tacos dorados, y el pollo con mole colorido. No estaba acostumbrado a comer más en el desayuno y el almuerzo que en la cena, pero Yolanda tenía mucha paciencia conmigo. Esperaba con ansias verla todos los días porque teníamos las mejores conversaciones. Yolanda tenía una gran personalidad; era muy independiente, enérgica y dramática. Me contó mucho sobre su vida, y sobre sus hijos adultos que estaban en los Estados Unidos. Yolanda me cuidaba mucho porque yo le daba compañía. Ella me alentaba a comer más y en las últimas semanas del viaje me sentía más saludable. Ella me inspiró a cuidarme cuando regresé a los Estados Unidos. En el momento que nos despedimos, nos abrazamos fuerte.
Tengo muchas memorias impactantes de mi viaje a Oaxaca, pero nunca olvidaré haber conocido a Olga, una tejedora y empresaria de Teotitlán del Valle. Durante un mes, mi clase y yo trabajamos con la Fundación En Vía en esta comunidad como maestros de inglés para adultos con el objetivo de ayudarles a vender sus artesanías a turistas angloparlantes. Para informarnos sobre la cultura de Teotitlán del Valle, Olga hizo una demostración de tintura de lana para tapetes, usando el pigmento rojo de la cochinilla, un insecto que crece en los nopales. Esta técnica fue pasada por muchas generaciones de su familia y, en el presente, ella dirige una empresa de tapetes con su esposo e hijo, quienes tejen la lana que ella tiñe. Ella nos saludó en zapoteco, el idioma de mi abuela y algunos miembros de mi familia extendida también. Después de su presentación, le pregunté “¿Cómo se dice ‘madre’ en zapoteco?” porque yo quería darle esa palabra a mi padre, que no aprendió zapoteco. Olga sonrió y dijo “shiana”, la escribió en mi cuaderno y me ayudó con la pronunciación. Le agradecí y empecé a llorar y de repente ella me dio un gran abrazo. Con una palabra, mi lengua cambió: la “madre de mi padre” se convirtió en “mi abuela”.
Estoy muy agradecido por haber tenido esta experiencia profunda en Oaxaca, que alimentó mi cuerpo y mi alma.
COPYRIGHT 2023
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Trabajé duro en el Español Intensivo durante el semestre para tener un nivel intermedio de español antes de que la clase y yo viajáramos a Oaxaca. Cuando llegué a Oaxaca, supe que todo el trabajo valió la pena porque tenía la capacidad de hacer conexiones profundas con personas en caminos diferentes de vida. Cuando bajé del avión, conocí a mi anfitriona que se llama Yolanda, una anciana soltera y dueña de un negocio de hospedaje por treinta años. Al principio me dio miedo cuando nos llevaba a su casa por su manera de conducir alocada. La calle era suya; no importó si giró ilegalmente o si casi chocó con un perro.
Pasamos el Año Nuevo juntos y comimos una pizza de Domino’s (la marca preferida de Yolanda) llena de quesillo, el queso famoso de Oaxaca. Cada mañana del mes, me despertaba temprano para desayunar con ella a las ocho de la mañana. Cuando regresaba de la escuela, almorzábamos a las dos también. Preparaba mucha comida rica como las entomatadas, los tacos dorados, y el pollo con mole colorido. No estaba acostumbrado a comer más en el desayuno y el almuerzo que en la cena, pero Yolanda tenía mucha paciencia conmigo. Esperaba con ansias verla todos los días porque teníamos las mejores conversaciones. Yolanda tenía una gran personalidad; era muy independiente, enérgica y dramática. Me contó mucho sobre su vida, y sobre sus hijos adultos que estaban en los Estados Unidos. Yolanda me cuidaba mucho porque yo le daba compañía. Ella me alentaba a comer más y en las últimas semanas del viaje me sentía más saludable. Ella me inspiró a cuidarme cuando regresé a los Estados Unidos. En el momento que nos despedimos, nos abrazamos fuerte.
Tengo muchas memorias impactantes de mi viaje a Oaxaca, pero nunca olvidaré haber conocido a Olga, una tejedora y empresaria de Teotitlán del Valle. Durante un mes, mi clase y yo trabajamos con la Fundación En Vía en esta comunidad como maestros de inglés para adultos con el objetivo de ayudarles a vender sus artesanías a turistas angloparlantes. Para informarnos sobre la cultura de Teotitlán del Valle, Olga hizo una demostración de tintura de lana para tapetes, usando el pigmento rojo de la cochinilla, un insecto que crece en los nopales. Esta técnica fue pasada por muchas generaciones de su familia y, en el presente, ella dirige una empresa de tapetes con su esposo e hijo, quienes tejen la lana que ella tiñe. Ella nos saludó en zapoteco, el idioma de mi abuela y algunos miembros de mi familia extendida también. Después de su presentación, le pregunté “¿Cómo se dice ‘madre’ en zapoteco?” porque yo quería darle esa palabra a mi padre, que no aprendió zapoteco. Olga sonrió y dijo “shiana”, la escribió en mi cuaderno y me ayudó con la pronunciación. Le agradecí y empecé a llorar y de repente ella me dio un gran abrazo. Con una palabra, mi lengua cambió: la “madre de mi padre” se convirtió en “mi abuela”.
Estoy muy agradecido por haber tenido esta experiencia profunda en Oaxaca, que alimentó mi cuerpo y mi alma.
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