De izquierda a derecha, parte superior: Sylvana Proaño y Azriel Almodóvar<br />De izquierda a derecha, parte inferior: Fernando Gutiérrez Calderón y Ligia Andrea Monterroza Orellana
De izquierda a derecha, parte superior: Sylvana Proaño y Azriel Almodóvar
De izquierda a derecha, parte inferior: Fernando Gutiérrez Calderón y Ligia Andrea Monterroza Orellana
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Usos y costumbres

La nostalgia de los inmigrantes

Cuatro testimonios

Por Nayeli Sequeira y Waleska Brito
December 2022
Cada día, millones de inmigrantes piensan por lo menos una vez al día sobre sus pasados en sus países de origen. Muchas de estas personas llegan en busca de nuevos comienzos para experimentar lo que es el famoso sueño americano dejando sus recuerdos y niñez, dispuestos a compartir su cultura con nuevas maneras.
A muchas personas les cuesta adaptarse a la nueva cultura, las nuevas tradiciones y al nuevo idioma. Les preguntamos a cuatro hispanos sobre su experiencia como inmigrantes y aquí les compartimos sus respuestas.

El joven nicaragüense de 26 años Fernando Gutiérrez Calderón vino hace menos de un año desde lado del sur de la Costa Caribe, en el municipio del Rama, a los Estados Unidos. Ahora vive en el estado de Massachussets con su familia de cinco. "Lo primero que se me viene a la mente cuando oigo mencionar a mi país es la familia, la cultura y la costumbre. Aunque no todo lo que recuerdo es color de rosa. Yo vivía en el campo en una comarca lejos de la ciudad. Una de las cosas que extraño de la vida diaria en el campo es estar alrededor de los animales, las comidas que uno come allá, especialmente las comidas típicas durante las festividades, como la enchilada, los nacatamales, y el pinol. También la diferencia es que aquí no hay tanta libertad, aunque en mi país no sos tan libre de opinar debido al gobierno, pero te sientes definitivamente más libre que aquí. Aquí me siento más atado con las leyes ya que son diferentes de lo que normalmente estamos acostumbrados. Me siento muy lejos de mi casa. Aquí me siento apagado, aunque estoy acostumbrado al silencio del campo. La energía es más apagada aquí y se siente más al recordar la energía con la que estaba rodeado allá. Porque aquí si quieres tratar de hacer conexiones es más duro ya que el idioma, la cultura y el sistema son diferentes. Y eso hace que la nostalgia nos consuma día a día".

Mientras las bullas de las festividades se acercan a nuestras casas, la ausencia de nuestros corazones se siente por la distancia. ¿Se puede superar la nostalgia? Fernando dice que no es necesario intentarlo "ya que siempre va a estar ahí, es más que todo cómo usarla para seguir adelante, tener un objetivo principal. Siempre he querido tener algo, y estar con mi familia aquí me ayuda con mi meta y eso me lleva adelante. También extraño a mi familia de Nicaragua las costumbres, la comida y todo. Una cosa que nos une a nosotros los inmigrantes es el deseo a algo mejor, algunos vienen aquí para buscar una vida mejor, algunes quieren tener algo, otros tal vez quieren sentar cabezas con un chelito, muchas cosas, pero eso hace que nosotros los migrantes tengamos un deseo en común; el deseo de salir adelante, el deseo de tener una vida mejor. Yo experimenté muchas conexiones con otros inmigrantes que, aunque venían de diferentes países y sus experiencias eran diferentes, el objetivo era el mismo y eso nos unía," reflexiona Fernando.

De la República Dominicana, Azriel Almodóvar es un estudiante de filosofía de tercer año en Bard College. Antes de su llegada al Hudson Valley se graduó del bachillerato en la escuela Bronx School for Law Government and Justice. ¿Por qué vino Azriel a este país? "Porque mi padre pensó que, al enviarnos a vivir a los EE. UU. con nuestra tía, íbamos a obtener mejores oportunidades en la vida en comparación a una vida en la República".

Aunque no siente que mantenga una buena relación con su país de origen, Azriel explica que sigue muchas viejas conexiones desde lejos, "siempre estoy apoyando. Como inmigrante universitario, mantengo mis raíces gracias a los otros estudiantes que comparten mi experiencia y me ayudan a restablecer la conexión día a día. También manengo mis culturas a través de mi familia. Nosotros nos mantenemos en nuestras raíces y tradiciones y tratamos de no desviarnos. Solo intento mantener un poco del pasado para poder regresar a la niñez, pero no me mantengo a la cima de todas nuestras tradiciones".

Dice Azriel que no logró superar el choque cultural, sino que "simplemente con el tiempo me adapté y pude continuar la vida en un mundo que parecía nuevo. Tuve tantos problemas y dudas, pero solo mantuve una actitud positiva y el tiempo lo resolvió".

Ligia Andrea Monterroza Orellana es de El Salvador. Emigró a los 14 años a Nueva Jersey, donde culminó sus estudios de escuela secundaria. "La verdad es que ese anhelo fue una oportunidad que se planteó en el corazón de mi mamá. Yo solo tenía 14 años cuando nos mudamos y no entendía el motivo porque era pequeña aún. Personalmente no me quería venir ya que mi familia, mis amigos, mi vida estaban en El Salvador, pero para mami era una oportunidad que ella sabía que después de todo me iba a beneficiar" explica Ligia, quien actualmente vive en Annandale-On-Hudson, Nueva York, como estudiante universitaria en Bard College completando sus estudios para obtener su título universitario en Química.

¿Tienes todavía alguna relación con tu país de origen?
Mis padres están divorciados entonces mi papá biológico, la esposa de mi papá, la cual también llamo mamá, y mis otras hermanas aún viven en El Salvador. Después de todo ese país me vio crecer y mi corazón pertenece a El Salvador, aunque no esté físicamente ahí.

Como inmigrante universitaria ¿cómo tratas de mantener tus raíces de origen?
Ha sido una lucha porque soy estudiante de primera generación. El sistema educativo, de salud, el sistema en general estadounidense ha sido algo muy desconocido para mis padres. Entrar a la universidad para mí ha sido un proceso en el cual me tocó aprenderlo sola y sobre todo el idioma nuevo. Esto no es algo que se debe reprochar, más bien son las circunstancias en las que estamos y al final del día podemos decir que se logró. Siendo estudiante de primera generación estudiando química y además estando involucrada en un campo en donde mujeres hispanohablantes son pocas y dominado más por género masculino, también ha sido difícil para mí. Durante toda mi vida no tuve oportunidades como tutorías o extracurriculares que me ayudaran a reforzar esos deseos hacia la ciencia. Entonces como mujer latina cuyo primer idioma no es el inglés, me siento orgullosa de poder representar a mi país con mucha humildad y un corazón alegre siempre en esta área de estudio.

¿Cómo superaste el choque cultural entre tu cultura y la nueva?
Mi base social, valores, ideologías, creencias fueron todas creadas en El Salvador y por esa parte creo que es un proceso que todavía no termina, que cada día seguiré aprendiendo. Pero algo que me ha ayudado es tener un corazón y una mente abiertos, dispuestos a escuchar. A ser paciente, a tener gracias con los demás, con una misma y reconocer que fuimos criados en una cierta forma, pero afuera hay un sinfín de nuevas cosas por aprender, de nuevas culturas en las cuales también podemos añadir a nuestro conocimiento. Inclusive a empezar a cuestionar cómo hacemos las cosas. Sé que esto me ayuda a seguir aportando a mi cultura y poder comparar las dos y poder identificar cuál encaja más conmigo misma y cuál no. Después de todo, hay que entender que hay diferentes culturas, perspectivas y diferentes formas de hacer las mismas cosas entre nosotros.

Mientras el recuerdo de nuestra tierra de la infancia es bañado por el llanto de la luna y las estrellas, las risas y las memorias llenan nuestros corazones a larga distancia. Le preguntamos a Sylvana Proaño, de 52 años, originaria de Quito, Ecuador, quien ya lleva casi 28 años viviendo en el condado de Berkshire, Massachussets, junto a su pareja y sus dos hijas, cómo ha adaptado su cultura y tradición a la vida diaria. "Pienso que en vez de estar despertando para vivir en una nostalgia y en una tristeza, aprovecho lo que se puede vivir con las dos culturas aquí. También he tenido la suerte de tener a mi mamá y mis hermanas cerca ya que ellas pueden viajar y visitar a nuestra familia aquí en los Estados Unidos". Reconoce Silvana su suerte de poder viajar a visitar a su familia al Ecuador para no sentir más fuerte esa nostalgia y agrega, "pienso que la cultura no solo viene de un país si no de las personas más cercanas a nosotros, como mi mamá, por ejemplo, una de las personas que nos crió y nos enseñó todo. Yo trato de fomentar todas sus enseñanzas aquí, y pasarlas a mis hijas, Isabella y Daniella que nacieron aquí, para que sepan lo lindo que es nuestra cultura, tanto como la estadounidense, pero siempre teniendo en cuenta nuestras raíces".
 

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